La tragedia educativa argentina

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La Argentina, desde Sarmiento hasta entrado el siglo XX (posiblemente, y con oscilaciones, hasta los años sesenta) tuvo una educación de calidad. Sin embargo, luego empezó a deteriorarse por distintos motivos. Guillermo Jaim Etchverry, en su libro publicado hacia fines de los noventa, denominado «La Tragedia Educativa«, caracterizó a la decadencia como una «tragedia». Desde ese momento hasta la actualidad, podemos afirmar que el panorama -en general- ha empeorado.

La falta de un sistema de selección y capacitación docente adecuado para dar una enseñanza de calidad, los conflictos gremiales y la cuarentena que paralizaron la presencialidad en la educación pública (más gravemente en provincias como Santa Cruz, pero también en otras jurisdicciones), la ineficiente aplicación de la inversión en educación, y la falta de reclamo por parte de las familias (1) hasta el año 2020, son algunos de los componentes que explican el deterioro.

Las implicancias del deterioro son múltiples: se profundiza la desigualdad entre quienes pueden acceder a una educación de mejor calidad (en determinados establecimientos de educación pública y, en especial de gestión privada), la no terminalidad de alrededor del 50% de la matrícula de nivel medio, la no comprensión de textos, el no poder hacer determinados razonamientos lógicos y operaciones matemáticas elementales, entre otros factores, tienen un impacto muy grave en el desarrollo personal y en particular a un acceso laboral formal.

Sobre esto último recientemente el Presidente de Toyota de Argentina afirmó que «en sintonía con «algunos proyectos que tenemos a futuro», en la automotriz están buscando tomar 200 nuevos empleados. Y que les está costando reunir esa cantidad de candidatos con los requisitos mínimos de ingreso que hoy se exige en este tipo de industria.

«Durante la pandemia tomamos 500 personas más (para reemplazar a los ausentes por cuestiones de salud o edad) y queremos tomar otras 200, por algunos proyectos que tenemos a futuro», dijo Herrero. «Pero se nos hace difícil en nuestra área geográfica encontrar esas 200 personas con secundario completo, porque en Buenos Aires se perdió el valor de un secundario. Y se les hace difícil hasta leer un diario. Tenemos que trabajar, con nuestra responsabilidad social, en la educación de la Argentina hacia el futuro». En los primeros quince minutos de este video un directivo de esta empresa dio mayores detalles (2). Esto se replica en otras empresas nacionales y extranjeras.

Lo anteriormente descrito abre graves interrogantes para encarar, a nivel macro, un desarrollo nacional con mayores y mejores empleos de calidad. Además muchos jóvenes, que no estudian ni trabajan, tienen mayor tendencia a la adicción a las drogas y a cometer delitos (3).

Es muy urgente y prioritario revertir esta situación volviendo a la presencialidad, extendiendo las jornadas educativas, acompañando a los docentes en su mejoramiento (4) y otras iniciativas. Respecto de estas últimas son muy interesantes las propuestas como las de Susana Decibe e Inés Agerrodondo (ver este documento y este video), esta reflexión, entre otras.

Si no encaramos cambios significativos en este ámbito, sin duda iremos a una Argentina mucho peor. Ojalá no sea así. Ello dependerá si nos involucramos -cada quien cómo pueda- en cambiar esta dolorosa realidad.

(1) Hasta que surgieron iniciativas como esta, que esperemos no se agoten en la presencialidad sino que también se involucren en la calidad educativa.

(2) En esta nota se afirma que “para aquellos que se preguntaban por qué los jóvenes pobres sub 25 de Zárate-Campana con secundario completo no se postulan de a cientos para trabajar en Toyota, con un salario promedio de $150.000, la lacónica respuesta es que casi no hay varones pobres con secundario completo en Zárate-Campana”, señala Narodowski, académico asociado del Observatorio Argentinos por la Educación. En base a estos datos, el especialista concluye: “La escuela secundaria excluye a los adolescentes varones pobres, para quienes el trabajo industrial implicaría una clara mejora de la calidad de vida y, probablemente, movilidad social ascendente, mientras que los graduados secundarios de los sectores medios y altos de la población no parecen interesados en incorporarse a la actividad industrial en el sector privado”. Por su parte J. M. Kirchschenbaum aporta la información de que otros jóvenes son rechazados porque no tienen la densidad ósea requerida (producto de la mala alimentación) o porque han consumido o consumen drogas. Queda en evidencia que la problemática es claramente sistémica, y si se quiere acceder a este tipo de empleo deben encararse todas estas dimensiones en el tiempo.

(3) En algunas zonas «el dealer reemplazó a la maestra«. Además la mayor parte de los jóvenes que están en el sistema carcelario no terminaron la secundaria.

(4) Por ejemplo utilizando recursos virtuales gratuitos como este, invitando a docentes universitarios en distintas especialidades a que den algunas clases y/o asesoren a docentes al frente del curso, a narradores/as de cuentos para incentivar la lectura, etc. 

 

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