Es un tema muy antiguo. Recientemente ha tomado una relevancia particular por algunas noticias internacionales y de países como Argentina (1), entre dos tipos de propiedad: la privada y la comunal (de los pueblos que toman denominaciones como originarios, ancestrales o aborígenes previos a la llegada del hombre blanco). En esta nota intentaremos precisar algunos conceptos.
Sabemos que los primeros grupos humanos compartían territorios (que iban cambiando en función de las condiciones ecológicas de los mismos) y alimentos a partir de lo que cazaban y recolectaban. Con el nacimiento de la agricultura en el Neolítico, se van delimitando los territorios donde aparece la propiedad común, se va perfilando una división del trabajo que se irá profundizando y un excedente. Dada esta mayor complejidad organizacional, se va pasando de un rol materno a uno patriarcal, y de una horizontalidad irán emergiendo liderazgos (caciques y sacerdotes) que también irán tomando cada vez mayor relevancia en el «cómo» se institucionalizará y gestionará la propiedad común (y que hoy adopta también la denominación de comunal en aquellas comunidades originarias que son realmente tales). Estos inicios han sido detallados en textos como «El origen de la propiedad, la familia y el Estado» de Engels, quien -a su vez- se basó en un texto del antropólogo Lewis H. Morgan. En el texto de Engels, en la página 88, dice “…Nada sabemos gasta ahora de cuando y como pasaron los rebaños de propiedad común de la tribu o de la gens a ser patrimonio de los distintos cabezas de familia; pero, en lo esencial, ello debió de acontecer en este estadio…”
Después ha tenido un largo derrotero hasta la actualidad con jalones importantes como con el derecho romano. De este largo derrotero sólo quisiéramos mencionar algunos puntos: las diferencias entre Platón y Aristóteles, y entre Marx y Proudhon, la aparición de la economía social, Locke y Fromm.
Aristóteles, en su texto La Política (Libro II, Capítulo II, Continuación del examen de “La república”, de Platón”), critica a Platón por su enfoque de la propiedad común (o comunidad de bienes) y propone combinar la propiedad privada y la mancomunidad (entre quienes tienen propiedad). Según Aristóteles «las explotaciones, estando todas ellas separadas, no darán origen a contiendas; prosperarán más, porque cada uno las mirará como asunto de interés personal, y la virtud de los ciudadanos arreglará su aplicación, de conformidad con el proverbio: «entre amigos, todo es común». Aún hoy se encuentran rastros de este sistema en algunas ciudades, lo cual prueba que no es imposible; sobre todo en los Estados bien organizados o existe en parte o podría fácilmente completarse. Los ciudadanos, poseyéndolo todo personalmente, ceden o prestan a sus amigos el uso común de ciertos objetos…»
En la modernidad, para autores como J. Locke , Dios creó el mundo, Dios dispuso de la propiedad común, y por ende Dios define la propiedad particular de cada individuo según el “trabajo” que realice sobre el estado común de la naturaleza.
Además del avance de la propiedad privada en la modernidad, hay un enfoque que retoma «lo común» bajo una de forma de propiedad (2) y de gestión de «economía social» (en particular el cooperativismo, y hoy en día otras modalidades de economía solidaria). Es el caso de los Pioneros de Rochdale y Robert Owen. Según la Alianza Cooperativa Internacional en la actualidad hay -aproximadamente- mil doscientos millones de personas que pertenecen a algún tipo de cooperativa y más de tres millones de cooperativas.
En esta etapa histórica, y desde la izquierda, tenemos el debate entre uno de los padres del anarquismo, como Pierre-Joseph Proudhon, a partir de su libro «¿Qué es la Propiedad? Investigaciones sobre el principio del derecho y del gobierno”, (donde menciona la famosa frase acerca de que «la propiedad es un robo»), y Carlos Marx, donde en su texto «Miseria de la Filosofía». entre otras cosas, dice“… Por lo tanto, el señor Proudhon reconoce su incapacidad de comprender el origen económico de la renta y de la propiedad. Confiesa que esta incapacidad le obliga a recurrir a consideraciones psicológicas y morales, que, estando en efecto remotamente relacionadas con la producción de la riqueza, guardan, en cambio, una conexión muy estrecha con la exigüidad de sus horizontes históricos. El señor Proudhon afirma que el origen de la propiedad tiene algo de místico y de misterioso. Ahora bien, ver misterio en el origen de la propiedad, es decir transformar en misteriosa la relación entre la producción misma y la distribución de los instrumentos de producción, ¿No equivale acaso, hablando con el lenguaje del señor Proudhon, a renunciar a toda pretensión en ciencia económica?…” Aquí se observa, en el contexto de la modernidad, la insistencia de Marx por «objetivar» los fenómenos.
Sobre esto último, y en base a la nota de Eduardo Fidanza mencionada al final de la llamada (1), este dice: «…Me detendré brevemente en dos de estos desprejuiciados: Joseph Proudhom, el socialista devenido anarquista, y John Stuart Mill, el liberal utilitarista. No pudieron tener un origen más desigual: uno fue hijo de una humilde pareja de campesinos franceses; el otro, tuvo un padre intelectual y nació en una acomodada familia londinense. Ambos, sin embargo, poseyeron una pasión común: el profundo amor a la libertad y la convicción de que en torno a ella se construiría una sociedad mejor. La posición de Proudhon sobre la propiedad privada no le hace justicia. Su célebre proclama “la propiedad un robo” sepultó para la posteridad el discernimiento con que enfocaba el asunto. En realidad, su preocupación fue el equilibrio entre la posición privada y el derecho colectivo, que la propiedad irrestricta e improductiva alteraba. Debía garantizarse la propiedad privada de la tierra y aun la herencia, pero solo para los que la hicieran proliferar. Con Saint Simon, Proudhon creía que la sociedad debía organizarse en base al trabajo, no a la especulación. Stuart Mill, un liberal de frontera como se lo ha llamado, no estaba lejos del francés. Reformista, defensor del cooperativismo y la educación popular, arremetió contra la idea esencialista de la propiedad –“la propiedad es sagrada”– para puntualizar que era un derecho individual que sin embargo no podía entorpecer la equidad social. La cuestión para Mill como para Proudhon fue la ecuanimidad entre libertad y justicia que posibilitara una sociedad armónica. Un socialista libertario y un liberal con ideales sociales modelados antes por la sensibilidad que por la ideología. El desequilibrio entre libertad individual e interés social, anticipada por estos clásicos, posee otra manifestación que quisiéramos mencionar aquí, acaso para ayudar a pensar a los que con cierta ingenuidad proclaman en las calles la defensa irrestricta de la república. Hablamos del desfasaje entre las cuestiones constitucionales y el orden económico. O, con más precisión, de la vigencia de las constituciones políticas en contextos signados por severas desigualdades económicas…»
Uno de los que va a «subjetivar» este fenómeno es Erich Fromm, en su libro » Tener o Ser«. Pone relevancia en «ser» (destacando, por ejemplo, al Maestro Eckhart) y diferencia un «tener existencial» (todo lo que nos permite el desarrollo de una vida digna, y podríamos decir feliz) del «tener caracterológico» (relacionado con la posesividad y el dominio). En esta línea, y vinculado al papel del deseo (de consumo, de apropiación, de seguridad vinculado al tener…) expondrá Christian Arnsperger en su «Crítica de la Existencia Capitalista». Ligado a este último enfoque está la cuestión del desapego y la «no propiedad» (en el sentido del «tener caracterológico»). El marxismo no visualizó la significativa relevancia de esta dimensión y consideró que «tomando el Palacio de Invierno», aboliendo la ley de la propiedad privada y estatizando todo (bajo el nombre de «socialismo»), iba a resolver definitivamente la cuestión de «la propiedad». Terminó creando una nueva clase, burocratizando el sistema y generando nuevas variedades de capitalismo.
Volviendo al tema inicial todos tenemos un mismo origen humano, con distintos aportes genéticos, como lo demuestra el avance en los análisis del ADN (actualmente existen muchas compañías que hacen este rastreo). Es importante conocer nuestros orígenes, y valorarlos, pero también poder armonizar el origen con un destino común. Este último si podemos hacer realidad la fraternidad y de la amistad social. Además debemos incorporar la cuestión «del uso» que hacemos de aquello que poseemos y por lo tanto la modalidad, destino y efectos de la gestión (o el «cómo»). A los efectos prácticos, referentes como Elinor Ostrom señalan que no importa tanto el quién detenta la propiedad, sino el cómo ella se gestiona.
Ojalá podamos pasar del tener caracterológico al tener existencial, así como converger a un postcapitalismo del cuidado y del compartir que nos permita cada día «ser más», tanto en lo personal así como Humanidad. Ello nos conducirá a un mundo mejor.
(1) A octubre de 2020, con motivo de la toma de un campo en la provincia de Entre Ríos (a raíz de un conflicto familiar), en la provincia de Buenos Aires (entre ellas la de localidad de Guernica), además de otras provincias, se escribieron notas como esta por parte de Rogelio Alaniz (entre otros temas aborda la cuestión de la propiedad) y esta por parte de Eduardo Fidanza.
(2) Karl Polanyi señala que la diferencia entre una economía capitalista y una economía socialista es la forma de institucionalizar el capital, es decir si la propiedad de ese capital se ha institucionalizado bajo forma privada (accionistas) o social en el caso del socialismo. Esto último habría que desagregarlo en dos: en la corriente socialdemócrata y de experiencias cooperativas se expresa como «propiedad social» (algunas corrientes lo expresan como «economía del trabajo» o bajo formas de cooperativas de trabajo (autogestionados) o de productores asociados, o «de los usuarios» cuando son cooperativas de servicios públicos o de consumo), en cambio en el caso del «socialismo revolucionario» es a través del Estado (con la excepción de un período de la experiencia de la ex Yugoslavia y de Tanzania, con la «autogestión») y, por lo tanto, como expresión de propiedad pública, colectivismo burocrático y similares (que incluyen el capitalismo de Estado). El tema de la propiedad común lo hemos abordado también en esta nota (ya mencionada más arriba).