Wishfull Thinking

La frase en inglés del título de esta nota significa un pensamiento que confunde deseos con realidad. Sería equivalente a ser «iluso», o tener razonamientos ilusorios. También se lo utiliza para expresar que determinada persona «cae en lugares comunes», es decir que expresa consignas, ideales u objetivos inalcanzables.

Shakespeare en la frase de la imagen de la entrada va en dirección a tener una buena actitud de amar a todos y no hacer daño a ninguno. Si la interpretación fuera la correcta podría significar que el «amar a todos», en principio, conlleva tener un primer gesto de confianza hacia el prójimo y hacia uno mismo. Pero, si somos realistas, la confianza hay que construirla y «ganarla» con hechos concretos diferenciando sueños de factibilidades y siendo conscientes de nuestra fragilidad -y a veces mezquindad- humana. Por eso, y hasta que esos gestos se efectivicen y revisen periódicamente, se concreta –en la práctica- en pocos.

Es un buen interrogante, por ejemplo, para lo que se escribe y reflexiona en general en este blog. Tal vez la mejor respuesta sea esta nota con la frase de Galeano acerca de la utopía que trata de reflejar lo que se busca en el horizonte pero no se la confunde con la realidad presente. No sólo ideales para un mundo mejor que nos ayuden a salir de escenarios distópicos o realidades angustiantes, sino también cambio de actitudes (condición necesaria pero no suficiente) expresadas en pistas de posibles caminos y procesos, a fin de alcanzar resultados que nos ayuden a ser más felices (equivalente a un mundo mejor). Todo ello en un proceso crítico de evaluación que no nos haga caer en lo ilusorio e impracticable. Ojalá que la crítica y contribución de los lectores nos ayude a lograrlo.

Prevención de Accidentes

El accidente, según la Wikipedia, se define (del latín accĭdens, -entis) como  un suceso no planeado y no deseado que provoca un daño, lesión u otra incidencia negativa sobre un objeto o sujeto. Para tomar esta definición, se debe entender que los daños se dividen en accidentales e intencionales (o dolosos y culposos) (Robertson, 2015). El accidente es la consecuencia de una negligencia al tomar en cuenta los factores de riesgo o las posibles consecuencias de una acción tomada.

Hay distintos tipos de accidentes, como los que se producen en el hogar, en el trabajo (ver frase de la imagen de la entrada), de tránsito y de otros tipos de transporte, en la naturaleza o en el campo, en la infancia, en la escuela, entre los principales ámbitos. Por lo tanto hay distintos tipos de prevenciones o cuidados a tener para que no se provoquen. De modo general podemos decir que tiene que haber una infraestructura (caminos, edificios, etc.) y equipamiento (vehículos, muebles, redes, etc.) adecuados, una organización con normas y procedimientos claros con personas preparadas para su uso, cuidado y mantenimiento, y un control por parte del Estado.

Se han realizado manuales de prevención de accidentes para niños, normas de prevención de accidentes laborales y marco internacional de la OIT, normativas y prácticas de escuelas seguras (por ejemplo Ciudad de Buenos Aires), prevención de accidentes de tránsito (incluidas acciones realizadas por ongs), prevención de accidentes en el medio rural, etc.  El rol de cada uno, de las familias, de la educación, la salud, de las empresas (si sólo cuenta el lucro no habrá cuidado), de los sindicatos, de las religiones, asociaciones y ongs, de la política y del Estado (en lo legislativo, judicial y de control ejecutivo) deberá articularse armoniosamente en una cultura del cuidado con esta finalidad.

También hay que tener en cuenta los componentes psicológicos que influyen en las causas de los accidentes como señala esta nota, vinculada con las «crisis del cambio». Para más elementos se puede visualizar este documento sobre la teoría psicoanalítica del accidente.

Lo anterior tiene como implícito la importancia de la conciencia y el amor a uno mismo, a los demás y a la naturaleza, llevándolo a la práctica de modo de evitar el sufrimiento, los daños o la muerte por no tener el necesario cuidado. Si somos consecuentes con esto, nos ayudará a ser más felices y construir un mundo mejor.

La ley obliga, pero una cultura de la empatía va más allá y se complementa

La ley es algo necesario para ordenarnos como sociedad (a través de instituciones) y como personas (en este caso, según en el psicoanálisis, alojada internamente en el super-yo). En distintos enfoques de la economía, el papel de las normas e instituciones tienen un rol central debido a la función que ellas tienen para resolver los problemas de coordinación. A partir de Douglass North, se definen a las instituciones como un juego de reglas, formales o informales, que los actores generalmente siguen para motivos normativos, cognitivos, materiales y organizacionales -como entidades duraderas- con miembros formalmente aprobados. Dentro de este contexto se han desarrollado normas privadas (ej. ISO, EFQM, etc.) que plantean un «deber ser» vinculado a lo que se define como «calidad» y otros tópicos. De allí su importancia en el funcionamiento socioeconómico.

Hay distintas corrientes estudiadas en la filosofía del derecho, y también hay autores que la consideran «ficciones» como en el libro de Harari,  «De Animales a Dioses» (Ed. Debate, Bs.As, 2017) que las relaciona con «las culturas» (en la página 5 del texto mencionado), y les da un enorme valor simbólico que tiene su correlato en prácticas y acciones concretas.

También sabemos que los seres humanos tenemos un desarrollo evolutivo, en un contexto socio-ambiental determinado, según autores como Piaget (El criterio moral en el niño, Ed. Fontanella, España,1974) y Kohlberg (Psicología del desarrollo moral, Ed. Desclee De Brouwer, 1992). Este último va a plantear tres niveles y seis etapas del desarrollo moral del individuo, siendo la última la vivencia de principios éticos universales (posteriormente sugirió una séptima etapa vinculada a una moral trascendental).  Esta «vivencia» es una etapa superior en el desarrollo moral superior a la de comportarme porque hay una ley externa que «me obliga» (también llamada «la amenaza del garrote») o por un «incentivo» (en el sistema actual por un interés -en general «material»- también llamado «la zanahoria»).

Si hemos tenido un contexto personal donde hemos sido amados y socio ambiental de cuidado, seguramente hemos «aprendido» a ser empáticos. Daniel Goleman (Inteligencia Social, Kairos, 2006) emplea la palabra empatía en tres sentidos diferentes:

  • «conocer los sentimientos de otra persona,
  • sentir lo que está sintiendo y
  • responder compasivamente ante los problemas que la aquejen,

tres variedades diferentes de la empatía que parecen formar parte de la misma secuencia 1-2-3, es decir, le reconozco, siento lo mismo que usted y actúo para ayudarle”.

Como hemos dicho más arriba la empatía se «aprende» al igual que se «aprende la ley». Además del aprendizaje en el núcleo familiar, también lo podemos aprender en instituciones educativas. Ellas pueden ir desde situaciones muy difíciles como las realizadas por Reuven Feurestein con los niños que habían sobrevivido del holocausto, hasta las escuelas confesionales (donde la práctica del amor es central), las escuelas estatales de Finlandia -como se muestra al final de la película «Demain«-  o «transformadoras» impulsadas por Ashoka.  Otra forma de expresar esto sería bajo la modalidad de «amistad social» o lo que plantea Jesucristo en el Evangelio de Mateo 5, 17 a 33 sobre la plenitud de la ley (que es el amor) como plantea esta reflexión.

Sabemos que la ley y las instituciones «son un piso necesario» que formalizan derechos y obligaciones para nuestra convivencia y superación pacífica de nuestros conflictos, en especial cuando la escala humana, la rivalidad y la complejidad se agigantan, así como para poder coordinar eficazmente nuestras acciones. A ello se agrega que han jugado (y juegan), en el desarrollo civilizatorio, un rol fundamental en cuanto a inducir a un «deber ser» (en cuanto a derechos y obligaciones) que una sociedad democrática desea fomentar (allí habrá que compatibilizarlo con su viabilidad). Por ello se los debe valorar, cuidar y fomentar. Pero lo que aquí se quiere destacar es que, partiendo de la base anterior y articulada y complementaria con ella contar con una cultura de la empatía y del cuidado (al respecto ver esta nota). Por lo tanto es importante también trascender el ser «esclavos de la ley» (tomando la expresión de Cicerón) y la «mera automaticidad» para ser eficientes y eficaces (con los peligros de «robotizar» y burocratizar nuestros comportamientos) en las que se puede caer. Por ello se considera fundamental evolucionar en «ser empáticos» y jugar nuestra libertad positiva en un sentido de una mayor densidad, profundidad y sostenibilidad armoniosa a nuestros vínculos y nos ayudará a construir «esperanza» de cambios culturales que nos permitan ser más felices y evolucionar en línea con un mundo mejor.