¿Qué mundo nos espera después del coronavirus?

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La velocidad de propagación y contagio del COVID-19, y su letalidad (en particular en adultos mayores o con patologías subyacentes), sin duda ha tenido múltiples impactos no sólo en la salud física, sino también en lo psicológico (1), en los vínculos humanos, en la economía mundial y de los distintos países.

Respecto de la pregunta del encabezado de esta nota, aún es prematuro arriesgar pronósticos y seguramente será un «mundo distinto«. De todos modos,van surgiendo distintas respuestas -en un mundo de gran incertidumbre y perplejidad-, entre las que se destacan las siguientes:

  1. Hay que ir volviendo a «la normalidad» porque el daño en la economía, y por lo tanto en el trabajo, puede ser mayor al de las pérdidas humanas derivadas de este virus. En en ese sentido van notas como esta. Si extrapolamos a futuro esto de «volver a la normalidad», significaría que, además de lamentar las muertes y las pérdidas económicas, no cambiará nada sustancial a futuro. Ello tendrá de «bueno» poder reactivar la actividad económica y el trabajo, pero tendrá de «malo» no revisar aspectos como los que hacen a la sustentabilidad ambiental o la equidad de nuestras acciones. Podríamos decir que este enfoque tiene «una alta probabilidad» de suceder, aunque -posiblemente- con variantes (como mayor teletrabajo en servicios, educación a distancia, y similares).
  2. Tarde o temprano se abrirán puertas a algo nuevo, como sostiene esta nota. Lo «nuevo» -en cuanto a la escala macro- debería conciliar una globalización indetenible con nuevas instituciones a nivel global (en sintonía con las nacionales y locales) que busquen, al principio remediar las causales de males que afectan a la salud humana (como el caso del coronavirus, por citar lo más reciente) hasta aquellas vinculadas con la falta de equidad, la pobreza y -en general- los bienes y servicios básicos cómo la educación, la infraestructura sanitaria y en general poder alcanzar concretamente los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas. Entre los instrumentos a considerar está la cuestión de la renta básica o el ingreso universal, lo que conlleva armonizarla con la situación fiscal de los distintos países, o con reasignaciones de recursos globales (como los que se dedican al armamentismo) o de instrumentos como la tasa Tobin (resistidos hasta el momento).
  3. La importancia de las culturas asiáticas (a diferencia de las occidentales) y el peligro del mayor control social por parte de las nuevas tecnologías. Es el planteo de Byung-Chul Han en esta nota.
  4. Tratar de cambiar nuestras culturas (en signos como este), ser más solidarios y priorizar el cuidado y la prevención. Es lo que reflexiona Harari (alertando sobre el peligro de un mayor control social señalado en el punto anterior) y también Zizek en esta nota (2). Respecto de este último entendemos que para «lo deseable» utiliza una expresión como «comunismo reinventado» que no es la más feliz desde el punto de vista comunicacional para la mayor parte de la sociedad actual. Tal vez serían más adecuados enfoques como este, y ello conlleva desde cambios actitudinales hasta cambiar nuestra forma de ejercer el poder.

entre los principales enfoques.

Parecen difíciles, aunque no imposibles saltos evolutivos en nuestra conciencia, también que los gobernantes sean sabios como postulaba Platón o lo que sigue esperando Dios de nosotros (3) según la imagen de la entrada. Ojalá que podamos aprender de esta dura experiencia e ir convergiendo hacia un mundo mejor. En esta nota se nos invita a ser «prudentemente optimistas».

(1) Al respecto es muy interesante este cuento de Carl Jung sobre el rol de la privación en una cuarentena (agradezco a Luciano Gerardi la referencia).

(2) Agradezco a H. Guerrieri las referencias y el intercambio.

(3) Para el cristianismo ello está expresado en el cumplimiento de la parábola de los talentos, en la práctica del amor en todas sus dimensiones y en estar unidos a Dios como señala esta parábola. En el marco de lo que se viene de mencionar, en este link se presenta el mensaje del Papa Francisco el 27/03/2019.

 

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