El impacto del Covid-19 en la salud humana, las muertes (en especial en adultos mayores, personas con afecciones previas o muy expuestas -como el personal de salud-, y fundamentalmente familias pobres que viven hacinadas), la destrucción de empleo y el consiguiente enorme crecimiento de la pobreza que abarcará no solamente a los sectores informales, sino también a los sectores medios que no han podido reanudar sus actividades (o lo han hecho en un mínimo porcentaje), nos presentan un panorama muy oscuro y desalentador hasta que finalmente se difunda masivamente una vacuna eficaz (al parecer, se está bastante cerca de ello) y la vida tome un nuevo cauce.
En este blog hemos planteado la importancia -en particular en este contexto- de la resiliencia así como comentado en esta nota que es posible, a mediano plazo, que esta profunda crisis pueda dejarnos enseñanzas positivas como humanidad. Ello no es seguro, pero es urgente abordar a corto plazo todas las posibles medidas y ayudas -tanto de los estados como de la sociedad civil- para mitigar los múltiples impactos de la pandemia -hasta que aparezca y se difunda mundialmente una vacuna eficaz- así como una efectiva coordinación internacional que, por ahora, no se concreta.
De lo anterior surge la pregunta de esta reflexión, acerca de si «¿es utópico ser constructores de esperanza en esta etapa tan aciaga?». Sin duda la respuesta está en nosotros, en nuestros grupos humanos, en su agregación social nacional e internacional, en los estados, en las organizaciones de la sociedad civil…., aprendiendo de las medidas más inteligentes y eficaces, así como de un altruismo efectivo y con iniciativas concretas de solidaridad.
Desearíamos finalizar esta nota con algunas reflexiones (1) sobre el significado y sentido de la esperanza. Al respecto la Real Academia Española define la esperanza como «estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea» y la esperanza cristiana se expresa en su doctrina como la virtud teologal por la cual se espera que Dios dé los bienes, Su presencia y acompañamiento que ha prometido a quienes han amado de verdad en las múltiples dimensiones (a Dios, al prójimo así como a nosotros mismos). El sacerdote Hugo Mujica dice que «esperar es trabajar para evitar nuestros sueños». Podríamos traducir esto en que la confianza le gane al miedo, en dejar de mirar el cielo y actuar aquí en la Tierra (en consonancia con la oración del Padre Nuestro).
Existen también enfoques en el área educativa que incorporan el concepto de pedagogía de la esperanza. Paulo Freire se refiere a esta como una necesidad ontológica, lo que nos mueve, lo que nos marca una dirección. Esto se relaciona con lo que hemos reflexionado acerca del sentido.
La esperanza aparece en la mitología griega en la historia de la Caja de Pandora. Prometeo robó el fuego de Zeus para dárselo a los hombres, lo que enfureció al dios supremo. En venganza, Zeus creó un pythos (tipo de jarrón) que contenía todos los males y se la dio junto a Pandora al hermano de Prometeo. Esta, creada por los dioses con una curiosidad innata, abrió la caja prohibida y todos los males fueron liberados al mundo; solo Elpis permaneció en el fondo, el espíritu de la Esperanza.
Para terminar transcribiremos el poema «Esperaré a que crezca el árbol», de Benjamín González Buelta (España, 1942) que dice así: «Esperaré a que crezca el árbol, y me dé sombra. Pero abonaré la espera con mis hojas secas. Esperaré a que brote el manantial y me de agua. Pero despejaré mi cauce de memorias enlodadas. Esperaré a que apunte la aurora y me ilumine. Pero sacudiré mi noche de postraciones y sudarios. Esperaré a que llegue lo que no se y me sorprenda. Pero vaciaré mi casa de todo lo conquistado. Y al abonar el árbol, despejar el cauce, sacudir la noche y vaciar la casa, la tierra y el lamento se abrirán a la esperanza».
PD: Agradezco al amigo Paco del Campo la reflexión del mensaje del P. Ignacio de la Parroquia Santa Isabel de Hungría (Plátanos, Decanato de Berazategui, en el gran Buenos Aires), del 24 de mayo de 2020, vinculado a la Ascensión del Señor, del que se han tomado muchos elementos para la redacción de esta nota como el «mirar al cielo», la definición de esperar del sacerdote Hugo Mujica, el poema de González Buelta, así como otros conceptos que desarrolla relacionados con los riesgos y peligros de la acedia (el desánimo, el bloqueo a actuar, a emprender…) y, en el extremo opuesto, la impaciencia, que plantea el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica «La Alegría del Evangelio». Agregamos que, en este blog, se han escrito reflexiones complementarias sobre la desesperanza creativa así como ¿impotentes, escépticos o constructores esperanzados?«, por si fueran de utilidad.