¿Se pueden articular virtuosamente los grupos de interés?

A quienes les interese esta temática en general, y en particular en el caso argentino, se los invita a leer esta nota. Siempre son bienvenidas críticas, comentarios y aportes.

PD: Sobre casos particulares de reconversión, como puede ser el de la provincia de Tierra del Fuego, es interesante esta nota.

¿Cuándo se jodió la Argentina y qué hacer?

El término vinculado a ¿cuándo un país se jodió? surge del texto de Mario Vargas Llosa, Conversación en La Catedral, donde Santiago Zavala se pregunta “¿En qué momento se había jodido el Perú?”, un país que, a través de los ojos de su autor, describe como sumido en la corrupción, el pesimismo y la apatía de una sociedad frustrada.

El «joderse» sin duda puede tener muchas apreciaciones diferentes, desde las muy puntuales (por ejemplo cuando se cometen actos de corrupción) hasta las vinculadas con la no vigencia de las reglas del sistema democrático (1). Sobre esto último es interesante esta reflexión de Natalio Botana. Allí plantea -entre otros conceptos, refiriéndose a la democracia y a la figura de Raúl Alfonsín- que «la república italiana fue fundada en 1946. Cuando cumplió 50 años, Norberto Bobbio dijo que la democracia italiana todavía era muy joven y que le faltaba mucho. Yo diría que la nuestra es una democracia de larga duración. Si uno toma los ciclos del siglo XX, la primera democracia la inicia Sáenz Peña con la reforma de 1912 y dura apenas 18 años. La restauración de la década del 30 son 13 años. El primer peronismo son nueve años. El periodo que viene después del 55, que son las presidencias civiles azotadas por el pretorianismo militar, dura 11 años. De modo tal que los ciclos políticos en Argentina han sido muy cortos y el presente es un ciclo largo. Claro, en el contexto más amplio de las democracias en el mundo, todavía seguimos siendo una democracia relativamente joven».

Sabemos que es importante, para la vigencia del sistema democrático y su ethos, que exista una sistema económico que le dé sustento de bienestar compartido y estabilidad. Sobre esto último las visiones liberales dirán que ello se perdió luego de la crisis de 1930, donde se planteó un modelo proteccionista, justificable en ese difícil contexto y desde una perspectiva de corto plazo, pero no se pudo transformar en un algo con viabilidad de mediano y largo plazo. Con ese mismo enfoque -o similares- otros señalarán que el radicalismo y el peronismo no pudieron resolverlo. Finalmente, y con el objetivo de ponerle una «fecha precisa» muchos han afirmado que fue con el golpe militar del año 1976, cuando se quebró gravemente un futuro económico sustentable y con inclusión. Sobre las distintas miradas que hubo -a partir de mediados de los años cuarenta del siglo pasado-  en el campo político y económico, nos referiremos sintéticamente en esta nota.

Ello ha sido abordado, en especial y aunque no solo, por  Tulio Halperín Donghi, Luis A. Romero (2), Pablo Gerchunoff y Roy Hora, Eugenio Diaz Bonilla… y la segunda parte (respecto de ¿qué hacer?) por diversos economistas, políticos e intelectuales. Así mismo ha sido encarada por ensayistas como Alejandro Katz, en particular en una reciente nota publicada en la revista Ñ titulada “Horizonte de un colapso sistemático”. En ella parte de un concepto central de Charles Taylor que define “la construcción de una comunidad política, entendida como aquella conformada por agentes sociales dispuestos a colaborar en paz para su beneficio mutuo”.

Es claro que este beneficio mutuo se logró -en gran medida- para una parte importante de la población y del territorio con el modelo agroexportador (1880-1930), aunque con graves exclusiones. También durante los gobiernos radicales (para los sectores medios) y en los inicios del peronismo para la clase trabajadora y sectores de la burguesía. Lamentablemente un sector importante de la élite económica del momento no lo consideró de mutuo beneficio, como se muestra en el excelente film “Cita con Perón”. Este germen de la discordia inicial no se pudo resolver en un contexto de polarización (por momentos violento) y no le alcanzó el tiempo político para virar exitosamente luego de 1952, así como en su planteo de 1974 con el “Modelo Argentino para el proyecto nacional”, acompañado de su abrazo con Balbín. Esta nueva actitud y enfoque fue efímera en el tiempo y no tuvo la posibilidad de madurar en instituciones y políticas estables.

Si bien hubo etapas económicas muy esperanzadoras como las de Frondizi e Illia, ellas no tuvieron el respaldo político-social suficiente. Más adelante vino la barbarie del terrorismo de estado de 1976, donde el proyecto de Martínez de Hoz quiso volver al modelo agroexportador y borrar la industrialización sustitutiva (y con ella a los sindicatos), pero fracasó en lo económico y en lo político-militar con la derrota de Malvinas. El periodo de Alfonsín, con el retorno a la democracia, fue muy exitoso en cuanto a su política de derechos humanos y en el Plan Austral, pero el contexto nacional e internacional no lo ayudó para que este último se sostuviera en el tiempo.

Menem-Cavallo lo intentaron resolver también, y durante un tiempo fueron airosos (en cuanto a estabilización y aspectos puntuales de modernización), pero no lograron hacer una completa y buena reconversión de los sectores perdedores de ese modelo de la convertibilidad, que se extendió en el tiempo más allá de lo aconsejable y colapsó en el gobierno de la Alianza. La dolorosa transición pudo ser procesada por Duhalde-Remes Lenicov, y el diálogo argentino. Néstor Kirchner no supo tener la grandeza de estadista para darle continuidad a su excelente comienzo de gobierno (donde tuvo un rol relevante Lavagna), y cayó en el cortoplacismo populista al igual que su esposa.

Macri generó muchas esperanzas, pero tuvo diversas fallas como no explicar bien la herencia, generar expectativas infundadas en cuanto a lograr un rápido descenso de la inflación o metas como pobreza cero, así como poder articular y explicar bien un plan de estabilización deficiente (originalmente advertido por Carlos Melconian) con una agenda o plan estratégico de desarrollo de mediano y largo plazo. Al momento de redactar esta nota estamos sin un plan de estabilización, con alta inflación (por consiguiente con incremento de la pobreza, la desigualdad y la conflictividad social), y distintos parches que tienen un éxito relativo de corto plazo, pero no se visualiza un sendero sostenible y creíble de mediano y largo plazo (la oposición -de manera orgánica- todavía no lo ha explicitado), en un contexto de fuerte crispación y polarización.

Tal vez este intento de explicación sintética, y a grandes trazos, pueda agregar algún elemento adicional actualizado en el discernimiento de los distintos momentos de cuando “nos fuimos jodiendo” (en particular en lo económico-institucional), así como los intentos de salida que no se pudieron sostener en el tiempo. Respecto de ¿qué hacer? para superar nuestra grave declinación como país, sin duda no es dejarnos llevar por el desaliento, y peor aún por una ira descontrolada queriendo dinamitar todo o exiliarnos. Posiblemente lo primero, y más difícil que deberíamos hacer es tomar lo mejor de cada uno de los ciudadanos destacados de nuestra historia, y por ende de cada período, como ha escrito recientemente el historiador Luis Alberto Romero, y poder proyectarlo de manera perseverante en el futuro, con los aportes generosos de cada quien (o sector). Esto debería ser acompañado de los distintos ajustes necesarios para poder evolucionar hacia una Argentina mejor.

(1) Cabe destacar que quienes más «se joden» son los pobres, quienes no tienen una alimentación y una educación de calidad, quienes sufren por la inseguridad (o son parte de ella, en la cadena del narcotráfico), quienes viven en la informalidad, quienes consideran que no tienen destino en su patria (y emigran), quienes no cuentan con reglas claras para desarrollar sus tareas e invertir (por lo tanto para generar más trabajo), entre muchos factores (como no tener una vivienda digna y sus servicios básicos asociados, acceso a una salud de calidad, los jubilados que no cuentan con una buena cobertura de servicios, etc.).

(2) En esta nota lo analiza desde el paradigma de la complejidad.

Ajustar para equilibrar y desarrollar de manera inclusiva y sustentable

La idea del ajuste tiene que ver con el equilibro, y con que este, de manera dinámica y con una adecuada gestión de las políticas públicas, promueva el desarrollo. En este artículo se reflexiona sobre esta temática. Dado que puede haber personas que no pueden visualizarla se la transcribe a continuación.

«Una de las definiciones que da el diccionario de la RAE sobre la palabra ajuste, es el “encaje o medida proporcionada que tienen las partes de que se compone algo”. En un mecanismo, donde hay procesos o tornillos que están flojos, su ajuste conlleva a que los mismos puedan volver a funcionar bien. En economía, esta palabra tiene mala prensa para un sector de la sociedad, dados sus costos iniciales para los sectores afectados, y también a que se lo asocia a una política neoliberal que promueve el empobrecimiento y la desigualdad.

Para otros, depende de cómo se haga el mismo, y está vinculado al reequilibrio de distintas variables como ser la relación entre ingresos y egresos fiscales, monetarias cambiarias, tarifarias y de precios y salarios, entre las principales. Cuando se encara desde el estado, usualmente se utiliza el término “plan de estabilización”. En la Argentina el ministro Sergio Massa ha vuelto a utilizar la palabra ajuste, y no sabemos aún si su accionar se dirige a encarar un plan de estabilización integral, si el mismo sería aceptado por su coalición de gobierno, o si son solo parches para que la economía no se termine de desbarrancar y posibilite finalizar sin grandes sobresaltos el actual período de gobierno.

Hay otra dimensión que es la variable temporal y la sustentabilidad del reequilibrio en el tiempo. Por ejemplo, si no se corrige el desequilibrio entre aportantes activos y lo que reciben los pasivos del régimen previsional, esta será una fuente de inestabilidad en el tiempo. Del mismo modo se puede mencionar el desequilibrio entre los que están en la informalidad y la formalidad laboral, y sus implicancias con lo que se viene de mencionar. Otro ejemplo, es si la gestión y escala de los distintos organismos del estado (en sus diferentes niveles) no guarda relación con una función eficaz (en cuanto al logro de objetivos con adecuados niveles de calidad) y eficiente (en cuanto a su costo), también será un elemento inadecuado para la sociedad a la que se propone servir.

El ajuste debería también estar relacionado con las medidas a encarar con una agenda de desarrollo sustentable en el tiempo. De nada servirá un equilibrio de las cuentas públicas y de los organismos del estado, si no tenemos un horizonte que de un sentido de bienestar y prosperidad compartida.

Se pueden dar muchos ejemplos virtuosos de países donde esto se encaró, como los europeos luego de la Segunda Guerra Mundial o Israel luego de su fundación, y en especial a partir del gobierno de coalición encarado por Shimon Peres. La baja sostenida de la inflación le fue dando popularidad en el tiempo.

En la Argentina es claro que hay muchos sectores con gran potencial de desarrollo y de oportunidades de mayor valor agregado, como ser la bioeconomía y los alimentos, el turismo, la minería y la energía (en la medida que se haga de manera sustentable ambientalmente) y la economía del conocimiento, en tanto mejoremos nuestra educación. Ello no alcanzará para incorporar toda la población informal y debería complementarse con una industria de la construcción orientada al reordenamiento territorial, la economía circular (en particular del reciclaje), y servicios como la economía del cuidado, de la cultura y el esparcimiento -con sus cadenas asociadas-, por citar solo algunos casos.

Sería deseable que la dirigencia política, que tenga una visión que vaya más allá de ganar una elección cada dos años y del asistencialismo, haga acuerdos programáticos parlamentarios (reflejados en presupuestos plurianuales) así como de gestión ejecutiva multinivel, que renueven la esperanza colectiva, posibilitándonos dejar un sufrimiento autoinfligido sin sentido. Todo esto conlleva sensatez, apertura mental (dejando de lado relatos anacrónicos) y una temporalidad que, luego de comenzada, tendrá que sostenerse con constancia y paciencia durante varias generaciones. No es fácil, pero otros seres humanos lo pudieron hacer. ¿Nosotros no?»

 

La relevancia de ser conscientes para poder cambiar

La frase de Cortazar, de la imagen de la entrada, ha sido tomada de esta nota de Marcelo Rabossi, donde hace una introducción general y al final nos habla de la decadencia argentina, en particular en el ámbito educativo (1).

Tal vez sea mejor cambiar -si se nos permite- la palabra «proclamar» por «tomar conciencia» de la complejidad de nuestra realidad (y de su trayectoria histórica), a fin de darle mayor precisión al sentido profundo de la expresión de Cortazar. Ello constituye el primer paso, dejando de lado enfoques fanáticos o integristas (a veces pseudo religiosos) en lo ideológico y en lo político, que nos impiden buscar -con humildad y buena voluntad- soluciones consensuadas. No es sencillo, pero tampoco es imposible. Nos permitiría construir un mundo y una Argentina mejor.

(1) También ha sido abordado por Guillermina Tiramonti, Jaime Correas y otros especialistas e instituciones.

La relevancia de no idealizar y discernir sobre las mejores maneras para concretar los ideales

En esta nota se desarrolla esta temática y se trata de ejemplificar con un caso reciente de Argentina.

Para quienes no tienen acceso a la publicación, aquí se hace una transcripción, respetando la fuente. Se expresa que «intelectuales como Julia Kristeva sostienen que los seres humanos tenemos la necesidad de creer. Esta necesidad se puede canalizar de distintos modos hacia lo trascendente, a corporizarlo en personas específicas de nuestro prójimo (algunas de ellas bajo la forma de arquetipos) y hacia nosotros mismos.

Cuando las creencias guardan relación con la razón nos permiten discernir la diferencia entre idealizar una persona o una situación, de lo que son las evidencias o hechos de sus actos, en cuanto a los “cómos” de los mismos y a sus resultados.

En tradiciones religiosas, como el cristianismo, es central el tema de los resultados alcanzados, como está expresado en el evangelio de Mateo 7, 15-20 sintetizado en “por sus frutos los conoceréis”.

Las intenciones y los relatos son importantes, quienes lideran también, pero lo más relevante son las consecuencias de nuestras acciones en resultados o frutos concretos.

Esto se puede aplicar a distintos hechos. Uno de ellos es el reciente gesto de un grupo de religiosos (sacerdotes y religiosas) que fueron al Senado a expresarle su solidaridad frente al repudiable atentado que sufrió la Vicepresidenta.

A nadie se le escapa que el acto de ciudadanos revestidos del orden sagrado del cristianismo tiene no tiene un sólo significado público (como es el repudio a lo sufrido), sino también su adhesión más general a una figura relevante de la política argentina.

Esta figura relevante despierta rechazos (según las encuestas: mayoritarios) y adhesiones. Estas últimas seguramente ligadas a su imagen de una Evita aggiornada, de sus explícitas intenciones de luchar por los pobres, la justicia social y la independencia de los pueblos. Todo ello, teóricamente, muy bueno. El problema es que los cómos, y en particular su cuestionamiento a los poderes republicanos y los resultados de muchas de sus políticas -en especial en lo económico- no concuerdan con estos valores declarados.

Si no salimos de la idealización de las personas, y no utilizamos la razón para discutir los mejores medios y procesos para alcanzar resultados que articulen ideales con mejores realidades, no iremos hacia una Argentina mejor»

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Acerca del odio

En esta entrada, al pié, hemos puesto un link a la primera parte de una interesante reflexión de Jorge Fontevecchia sobre el tema del odio. Comienza diciendo que “el odio se incrementa con un odio recíproco y, en cambio, puede ser destruido por el amor (…). Quien quiere vengar las ofensas mediante un odio recíproco vive, sin duda, miserablemente”, escribió sabiamente Baruj (Benedicto) Spinoza en el siglo XVII.

El odio integra las pasiones tristes de Spinoza: el miedo, la cólera, el resentimiento y la envidia. La alegría surge del amor porque “el amor es una alegría acompañada de la idea de una causa exterior”, y la tristeza surge del odio porque “el odio es una tristeza acompañada de la idea de una causa exterior”. En su Tratado teológico-político, Baruch Spinoza escribió: “La servidumbre humana reside en la impotencia de moderar y reprimir las pasiones”.

Más adelante agrega que «la doctrina de las pasiones de Spinoza arranca en su disquisición de la idea griega sobre que el ser humano era pasivo (esclavo) frente a sus pasiones. Ellas impedían el correcto funcionamiento de la razón. Esto último es percibido todos los días cuando personas inteligentes interpretan el mismo hecho de forma tan contradictoria. Nuestra famosa grieta es un túnel de viento perfecto para ver esas imperfecciones del pensamiento de manera agigantada», menciona otros autores y hace una vinculación al contexto actual de Argentina. La misma se complementa con esta y con esta, y podríamos agregar -entre otras- esta reflexión de Ernesto Tenembaum en Infobae.

Si queremos ir hacia una Argentina mejor tenemos que desmontar la crispación creciente (con manifestaciones concretas al respecto como símbolos de muerte, insultos muy graves…) que se ha venido instalando, sin confundir por ello odio con impunidad ni alentando leyes cuestionables al respecto (1).

(1) Sobre la penalización del odio es interesante esta nota y también tener en cuenta que una ley «mordaza» (como las que existen en países como Venezuela, Cuba, Nicaragua…por citar sólo algunos casos),  lo que buscan es generar una especie de «Ministerio de la verdad» que silencie toda opinión crítica del gobierno de turno, o que pretenden que sólo es un tema de la oposición.

Hoy, y como siempre, es fundamental la paz social

En la noche del 1/09/2022 se produjo un intento de asesinato a la Vicepresidenta. Si bien los móviles de esta acción están bajo investigación (1), cualquiera sean ellos, es fundamental condenar todo tipo de violencia y enfatizar que, en democracia, los conflictos se deben dirimir por la vía pacífica. Sino iremos a un mundo peor.

(1) Según esta nota o esta parece ser la acción de un desequilibrado mental, instigado por su novia– que había elaborado un plan. Hay indicios de que participaron algunos más, y -en el marco de una noticia en desarrollo- se detuvo al jefe de la banda de los copitos.  En este sentido es interesante esta reflexión. Respecto de la temática del odio es interesante esta nota y más polémica esta.  Más en general esta reflexión de Carlos Pagni.

Borges, el modo factofóbico, la educación y otras cuestiones

En esta nota de Jaime Correas, a partir de una anécdota de Borges, dice que «sumergido en estos devaneos urinarios recordé una vieja sabiduría criolla. Un gaucho increpa a un vecino porque su perro le mea a cada rato la pared del rancho. El aludido le dice que no puede ser y en ese momento ambos observan como el pichicho levanta la patita y comienza a hacer lo suyo. Los dos miran el mismo cuadro: un chorrito une al can con la pared. El dueño del animal, sin inmutarse, arremete con la convicción de los macaneadores: «Ve que no era como usted dice, la pared está meando a mi perro».

«Vivimos un tiempo de «relato» y profusión de fake news funcionales a esos macaneos que circulan entre las feligresías y en las redes. Las ideologías para autoconvencerse de los catecismos están pobladas a más no poder por paredes meonas…», luego continúa refiriéndose al caso específico de la educación y sintetiza su pensamiento expresando: «este modo factofóbico de ver los hechos, donde las evidencias y los datos no importan, ha llegado a un punto alto en estos días con el conflicto docente.» (1)

Ojalá que no caigamos en el modo factofóbico, y podamos diferenciar creencias de evidencias. Ello nos podría permitir dar lugar a la razón, además de los sentimientos y emociones. Sino la pasión arrasará todo e iremos a un mundo peor.

(1) Podríamos extenderlo a las cuestiones judiciales, que deben tramitarse en ese ámbito (buscando refutar las evidencias planteadas por los fiscales) y no en la calle apelando a presuntos santuarios y a un enfoque religioso de la política. 

La llegada de Massa como Ministro

En función de que la llegada de Silvina Batakis al Ministerio de Economía no sólo no resultara efectiva, sino que acelerara la crisis, la coalición de gobierno terminó decidiendo que fuera Sergio Massa a dicho Ministerio, pero con facultades mucho más ampliadas.

Posiblemente se espera un milagro (aunque el nuevo Ministro lo niegue) y deberá afrontar importantes dificultades como sugiere esta nota. Ojalá que, para el bien del país, tenga suerte en su nueva misión. Aunque así no lo fuera, o lo sea parcialmente, se considera que es un hecho relevante -desde el punto de vista político y cultural- caer en la cuenta que así como veníamos íbamos hacia a una Argentina mucho peor.

Nueva Ministra de Economía

En el día de hoy, el Presidente de la Nación le ha tomado juramento a Silvina Batakis (1), como nueva Ministra de Economía. En esta nota se describe como es, en general, su enfoque o lo que piensa en esta materia.

Tendrá que hacer frente a desafíos como los que se comentan en este artículo, así como a una desconfianza inicial de los mercados. En los próximos días, seguramente habrá más información sobre su política económica. Allí habrá más elementos para saber si la misma será viable y consistente para lo que el país necesita, así como si el  actual gobierno pueda culminar sin sobresaltos su período hasta fines del año próximo.

(1) Hay notas como esta, que sintetizan su trayectoria. En lo que se refiere al contexto general, y desde una perspectiva crítica, se pueden ver artículos como este.