Ferocidad y Estupidez Humana

En otra entrada hemos comentado una parte del libro de Harari (Sapiens, De animales a dioses). En una parte (página 91) dice: «no crea el lector a los ecologistas que afirman que nuestros antepasados vivían en armonía con la naturaleza. Mucho antes de la revolución industrial, Homo sapiens ostentaba el récord entre todos los organismos por provocar la extinción del mayor número de especies de plantas y animales. Poseemos la dudosa distinción de ser la especie más mortífera en los anales de la biología».

Sin poner en duda lo anterior, podemos preguntarnos si la agresividad humana -como una determinada forma de energía– ¿tiene posibilidad de evolucionar? ¿sublimarse? ¿canalizarse en co-crear y cuidar? o ¿estamos condenados fatalmente a nuestra extinción por rivalizar entre nosotros y con el medio ambiente, depredando toda forma de vida?. En este blog se sostiene que el final «está abierto» y depende de cómo juguemos nuestra libertad positiva asociada con otros valores.

Hay algunos que son fundadamente pesimistas. Tanto el autor de la frase de la imagen de la entrada, como algo similar expresado por Albert Einstein («hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro»), resaltan este aspecto muy limitado y alejado de la sabiduría, como es la estupidez. Asociado a esto hay intelectuales como Stephen Hawking que sostiene que «los días de la Tierra están contados». En esta misma línea, pero a más largo plazo, es el enfoque del reconocido científico y futurólogo estadounidense Michio Kaku, expresando que, en algún momento, la humanidad estará obligada a dejar el planeta si es que pretende seguir existiendo.

Lo anterior, por ahora, se expresa enviando misiones a Marte para una posible colonización humana futura. ¿Puede ser una opción «atractiva» la atmósfera de Marte frente a la atmósfera de la Tierra? O ¿es un acto de sabiduría o una demostración narcisista y estúpida enviar un auto al espacio? ¿En cambio de pensar en emigrar o huir de este planeta, no podríamos abocarnos con humildad a mejorarlo y tratar de construir un mundo mejor? Si triunfa la estupidez y la ferocidad seguro que no.

Agradezco a César González la referencia sobre la ferocidad en el libro de Harari. Este autor también ha opinado sobre la estupidez humana en este link o en este.

El trabajo desplazado por la IA

En otra entrada hemos planteado la posibilidad de la complementariedad del trabajo humano con la inteligencia artificial (IA). En esta entrada plantearemos la posibilidad de que el trabajo humano sea desplazado definitivamente por la IA (ver la temática de robotlución) y, más en general, que el ser humano sea desplazado y «las máquinas tomen el control» (por ahora sólo en la ciencia ficción). Un sitio que se puede consultar sobre este tema es este.

Hay una línea argumental de que en la historia de la humanidad se ha ido avanzando en lo científico-tecnológico y que, si bien han habido resistencias como con la aparición del maquinismo (ver el caso del ludismo), al final la destrucción de trabajo humano en determinados sectores ha generado nuevos trabajos en otros sectores que posibilitaron la inserción laboral y el progreso. Hoy este enfoque está en crisis (no tanto para un plazo cercano y a nivel «agregado», sino para el mediano y largo plazo), dado que -por lo que estamos viendo- este cambio es mucho más profundo y radical (al estilo de un «nuevo Neolítico» y que excede una nueva revolución industrial «más»). Y viene a pasos acelerados.

Científicos como Stephen Hawking y otros están alertando sobre la posibilidad que la autonomización de los robots los convierta en asesinos (la cuestión de «la ética» en el software de los robots, ya planteada en las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov), empresarios exitosos en la aplicación comercial de la IA -como Elon Musk– hacen un fuerte señalamiento sobre la necesaria supervisión humana sobre este fenómeno, Facebook tuvo que desconectar a los robots Bob y Alice porque habían desarrollado autónomamente  y aplicado un lenguaje entre ellos que los humanos no podemos entender, la aplicación de drones autónomos para matar, Harari en su libro «Homo Deus» nos plantea un futuro inquietante con el «dataísmo», al igual que el último libro de Amy Webb (y también esta entrevista en CNN), esta entrevista con Santiago Bilinkis, y así podríamos seguir (la imagen de la entrada va en esa dirección). Algunas notas y autores comienzan a hablar de «robocalipsis«. Otra de las dimensiones es la señalada por Eric Sadin, en esta nota del diario La Nación donde plantea los peligros del «tecnoliberalismo».

Podemos hacer algo? Una primera respuesta, a corto y mediano plazo, puede ir en línea con iniciativas que se están haciendo en universidades de Estados Unidos que han comenzado a enseñar ética y regulación de la inteligencia artificial, a priorizar las actividades humanas relacionadas con la habilidades blandas (como la empatía), las actividades vinculadas al cuidado (más en general la economía del cuidado), a la cultura, al ocio….como señalan intelectuales como Eduardo Levy Yeyati, a generar un nuevo contrato social vinculado con lo digital como sostiene Gustavo Beliz y esta nota, entre otras.

Una segunda respuesta, y más a mediano plazo, podría ser: depende. De qué depende?: de que los seres humanos, además de la inteligencia limitada que tenemos, seamos «sabios». Qué sería ser «sabios»: canalizar nuestra energía positiva (agressiveness) en tratar de construir un mundo mejor, y no nuestra energía negativa (agressivity) en el dominio de unos sobre otros y en lucha de poderes y vanidades. La IA es resultado de la IH (inteligencia humana), es nuestra «hija» y si le transmitimos lo peor de nosotros mismos terminaremos devorados por ella. En esta línea reflexiona Gerd Leonhard y lo expresa en una nota de Lorena Oliva, del suplemento Ideas del diario La Nación del 1/7/18, donde dice que «harán falta sabiduría y previsión para manejar en forma adecuada el poder que le darán al hombre los próximos avances tecnológicos».

Un tema que viene emergiendo con fuerza es el de la inteligencia artificial generativa, y qué habrá que ir abordando en sus riesgos y aspectos negativos, así como en su potencialidad con un buen uso de la misma.

Si tomáramos conciencia de esta temática podríamos canalizar a la IA en complementarnos hacia un mundo mejor.

El Mundo fue y será una Porquería

El tango argentino “Cambalache” fue escrito en 1934 por Enrique Santos Discépolo, y comienza con la frase “que el mundo fue y será una porquería…”. Fue compuesto durante la llamada “década infame” de Argentina (1).

El pesimismo, el escepticismo absoluto y una visión negativa del mundo evidentemente está ligada a la percepción y un estado de ánimo que tenemos de la realidad en un determinado contexto (las grandes ciudades, grandes conflictos como guerras, desastres…). Se basa en un conjunto de evidencias (por lo tanto “realistas”) parciales negativas que se generalizan.

Hay científicos, como Stephen Hawking, que –desde una perspectiva “realista”- nos advierten sobre los riesgos que tenemos como humanidad (en tanto no las tengamos en cuenta pasará a ser una perspectiva muy pesimista) 

Otros científicos como Daniel Khaneman (Premio Nobel de Economía 2002) en una entrevista con Andrés Oppenheimer en el minuto 25,40 en adelante de este video: https://www.youtube.com/watch?v=c2MBuvdf_MM, hace mención a su “pesimismo” (vinculado a la temática de la felicidad) y considera que es genético y tiene que ver con la “disposición”.

Según la Wikipedia: “Pesimismo (del latín pessimum, «lo peor»), es un estado de ánimo y una doctrina filosófica que sostiene (invirtiendo la tesis leibniziana) que vivimos en el peor de los mundos posibles, un mundo donde el dolor es perpetuo (Schopenhauer) y nuestro destino es tratar de obtener lo que nunca tendremos. El pesimismo niega el progreso de la civilización y de la naturaleza humana. Desde el punto de vista psicológico, constituye uno de los rasgos o síntomas más señalados de la enfermedad conocida como depresión”.  También está relacionado con lo que, en neurociencias, se denomina la «desesperanza aprendida»  y con las pasiones tristes de Spinoza.

Podremos vencer al “pesimismo”, la «desesperanza aprendida» y las «pasiones tristes», que el mundo “no sea una porquería”, que no terminemos “apocalípticamente” (riesgos que plantea Hawking), sino que cada día vayamos construyendo más fraternidad, amistad social (2) y un mundo un poco mejor?

(1) Discépolo, en su poesía, va más allá de denunciar la década infame o un régimen político, sino que en una entrevista -que recuerda Rogelio Alaniz (a quien agradezco su referencia vinculado con otro tango: «Yira Yira«)-, expresa que «hay un hambre que es más grande que el hambre de pan. Y es el hambre que genera la injusticia, la incomprensión. Y lo producen siempre las grandes ciudades, donde uno lucha solo, entre millones de hombres indiferentes al dolor que uno grita y ellos no oyen. Londres gris, Nueva York gris, Buenos Aires… todas deben ser iguales. Y no por crueldad preconcebida, sino porque en el fárrago ruidoso de su destino gigante, los hombres de las grandes ciudades no pueden detenerse para atender las lágrimas de un desengaño. Las ciudades no tienen tiempo para mirar el cielo. El hombre de las ciudades se hace cruel. Caza mariposas de chico, de grande no, las pisa…».

(2) Muchos lo logran, además de en una relación de pareja o en el seno familiar (aunque no siempre), en vínculos de amistad, de pequeñas comunidades, clubes, cultos (donde además de lo comunitario se plantea la relación con Dios) y otras expresiones de la cultura.