¿Impotentes, Escépticos o Constructores Esperanzados?

En una nota del diario La Vanguardia, Zygmunt Bauman, entre otras cuestiones expresa: «hoy hay una enorme cantidad de gente que quiere el cambio, que tiene ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para los demás, más hospitalario. Pero en la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente”.

A pesar de la frase de este pensador, su historia personal ha sido de un cambio «para mejor«. También hay cuestiones a nivel macro o mundial que han sido para mejor, como la disminución de la pobreza y la ampliación de derechos. Sin duda todo ello coexiste con un mundo preocupante, con el incremento de la desigualdad y los riesgos derivados de una carrera armamentista y un acelerado cambio tecnológico y climático.

Sin embargo, el mayor riesgo para un cambio profundo es que las personas que operamos como agentes no actuemos con la sabiduría como la que señala Lao Tse en la imagen de la entrada (o de las distintas religiones y corrientes sapienciales), y no seamos lo suficientemente hábiles para trasladarlo a «instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente».

Hay motivos para ser escépticos, y que la amenaza y el miedo como forma de convivencia predomine y nos lleve a un final apocalíptico, dado que no direccionamos nuestra energía para el mutuo cuidado y del medio ambiente, sino como dominio de unos sobre los otros. Está en cada uno decidir si el escepticismo se transformará en cinismo y parálisis, o si persistirá la búsqueda (con aciertos y errores) de una construcción esperanzada de un mundo mejor en nuestros vínculos más cercanos así como en la cultura, la economía, la sociedad y la política.

 

La amenaza y el miedo como forma de convivencia

John von Neumann fue un genio de las matemáticas, y con múltiples facetas como ser: la mecánica cuántica, la computación, las máquinas autoreplicantes, la teoría de los juegos…, entre otras muchas. En un documental del sábado 26/5/18, del Canal Encuentro de la televisión argentina, denominado: «John von Neumann, un profeta para el siglo XXI» (*) se narra su historia. De ella sólo nos focalizaremos en una parte práctica o dimensión aplicada de su inteligencia: su involucramiento profesional en la lógica de la teoría de la destrucción mutua asegurada y su derivación concreta en el Proyecto Manhattan y en el programa atómico estadounidense a partir de la segunda guerra mundial.

Su hija señaló entre sus características personales, que además de su gran inteligencia y ser una persona divertida, era también muy pesimista sobre la naturaleza humana, que lo hacía caer -por momentos- en el cinismo. Otros que lo conocieron señalaron que, en el ya mencionado involucramiento en la teoría de la destrucción mutua -y en la capacidad de disuasión nuclear norteamericana-, tuvo mucho que ver lo que vivió en su infancia y juventud en Hungría, y su temor y odio a los rusos (desde la época soviética en adelante). Estas experiencias y emociones habrían jugado un rol central en direccionar su gran inteligencia a esta temática.

Si bien esta teoría ha funcionado hasta el momento (en línea con lo planteado por Tony Judt en su libro «Posguerra») -o sea: no hubo una nueva gran guerra mundial– desde el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, pero podríamos preguntarnos ¿que pasaría -como se explica en el video que hace mención a la teoría- si en uno de los países hubiera algún «falso positivo» de una amenaza nuclear?, o ¿faltara racionalidad en alguno de los actores, en particular de alguno de los líderes (en el video de la teoría se menciona por ejemplo el caso de Hitler, o -podríamos agregar- algún fanático o «inestable» psicológicamente)?, ¿se puede seguir con esta lógica y correr el riesgo de la desaparición de toda forma de vida? (**).

Nuestra inteligencia promedio, sin duda, es mucho menor a la de von Neumann. Ahora bien, ¿podremos incorporarle sabiduría dándole una direccionalidad diferente a la del mutuo terror o el espanto?

En línea con la sabiduría, en la imagen de la entrada se toma una frase de Aristóteles vinculando la superación del miedo con la plenitud de la libertad. En el cristianismo, San Pablo en su carta a los romanos (8, 14-16) expresa que «todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!. El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios«. Esto lo dice en el marco de que «sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto (22)».

El sufrimiento de los dolores de parto de la creación, a los que se refiere San Pablo, ¿serán un motivo de reflexión en línea con jugar nuestra libertad positiva en vencer al temor, y -al menos- permitirnos una convivencia pacífica e ir buscando la felicidad? ¿o predominará el pesimismo de von Neumann -y de tantos otros- que consistirá en vivir con el cuchillo entre los dientes (como Rambo) y terminaremos desdentados o con un final apocalíptico? En este último caso la evolución del Universo (o del multiverso) seguirá por otros caminos que no serán -lamentablemente- en el planeta Tierra.

(*) Este documental no se ha subido en la web. Una versión similar en francés se puede visualizar en este video. El legado de von Neuman y dimensiones de su personalidad también ha sido presentado por su hija en este video en inglés.

(**) Esto también puede darse de avanzar el cambio climático hasta este extremo.