Lo difícil que es amar a los enemigos

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Sabemos que los vínculos entre las personas son «complejos» y que las diferencias de visiones, intereses y posicionamientos en juego y -fundamentalmente- la cuestión del poder han jugado un rol central en enfrentarnos unos a otros, y considerarnos «enemigos».

En esta nota hemos puesto una irónica reflexión de Walt Kelly («hemos conocido al enemigo, y somos nosotros») infiriendo que nosotros «somos parte del problema«, pero es difícil reconocerlo así como poder practicar el mandato de Jesús de «amar al enemigo» (ver imagen de la entrada). Ello conlleva un salto evolutivo en la conciencia que -todo indica- estamos lejos de haber dado.

Cuando reflexionamos sobre la construcción de la paz, hicimos referencia -entre otras- a la experiencia de “Leaders for Peace“, nacida en Rondine, Ciudad de la Paz. Entre sus propuestas está la de no utilizar o eliminar la palabra «enemigo», dado que ello insta a la violencia y a eliminar «al otro».  La palabra «adversario» o similares, nos abren una puerta a el diálogo, a la tolerancia y -en todo caso- a la acción «no violenta» como planteó Ghandi. Los seres humanos tenemos cada vez más poder, para bien o para mal, y si no canalizamos nuestra energía de manera positiva terminaremos de manera apocalíptica.

En general, en nuestros vínculos, tratemos de construir una base de amistad, y en las relaciones sociales y políticas (al interior de los países y a nivel internacional) ojalá podamos de generar una «amistad cívica«. Ello nos puede conducir a un mundo mejor.

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