¿Es posible: comunitarismo, emprendedurismo comercial y ambiental? Un caso exitoso

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La isla de Fogo, al norte de Canadá, tiene un clima horrible y con la llegada de las pesqueras noruegas, en un quinquenio depredaron todo el bacalao que había (1) y los pescadores artesanales no tenían más de que sobrevivir. La muerte socioeconómica del lugar parecía asegurada. Pero….

En esta nota se cuenta cómo tres hermanos, Zita, Tony y Alan Cobb, «crecían en un suburbio de esta isla aislada, de la que los propios canadienses desconocían el nombre. Llegada la adolescencia, los tres partieron a Toronto a edificar sus destinos. Egresados universitarios, trabajadores de la industria fármaco-tecnológica, los tres ingresaron en el circuito laboral sin inconvenientes. Los tres se independizaron y cada uno creó su propio emprendimiento. Llegando a los 50, Zita se convirtió en multimillonaria. Mientras el camino del éxito alumbraba a los hermanos Cobb, Fogo agonizaba…

Zita, por su parte, ya no encontraba desafíos en su quehacer profesional. “¿Cuánto más arriba podía ir? –me relata en el restaurante del Inn 5 estrellas que corona el pueblo–. ¿Por un par más de millones? Estaba justo en el momento en que uno vuelve a sus orígenes. Y los míos estaban muriendo. Era suficiente para mí. Decidí vender mi empresa (2) y volverme a casa (a comienzos de la década del  2000), a recuperar el sitio de mi niñez”…

El primer paso fue entender que si no estaban todos incluidos, la epopeya no sería posible. “Convencer uno a uno de que necesitábamos cada compromiso particular nos llevó un par de años –explica Alan–, pero el hecho de que fuésemos locales, exitosos y hubiéramos regresado predisponía amablemente a los que habían crecido con nosotros o eran hijos de ellos”…

Nuestro trabajo es encontrar formas de pertenecer al todo manteniendo la especificidad de las personas y el lugar. Ese fue el lema que nos imbuyó para comenzar”. Fue bajo este prisma que concibieron la idea de que todas las empresas pueden ser comunitarias. “Los negocios son un sistema, un instrumento social y económico y una herramienta que se puede utilizar para apoyar el lugar y dar forma a las relaciones –indica Alan–. Si se hace bien, los negocios nos permiten a todos aportar nuestras capacidades individuales y colectivas a la sociedad”…

Los hermanos fundaron «Fogo Island Fish con el objetivo de proporcionar el mejor producto y “desde los inicios recalcular con un aumento significativo el precio que se paga a los pescadores por su captura”, cuenta Alan. Esta fue la primera la empresa social de Shorefast y el 100% de sus excedentes de operación se redirigen a la Fundación. Ahora, el bacalao se pesca solo en otoño, momento en que está en su máximo desarrollo. El modelo artesanal no tiene daños colaterales ni en la población pesquera ni en el medioambiente»…

Preservamos los trabajos locales y organizamos sociedad cooperativa de propiedad comunitaria, que filetea, deshuesa y congela rápidamente la pesca para garantizar la máxima frescura. La falta de intermediarios y la excepcionalidad del producto terminado nos permite pagar muy por encima de la tarifa del mercado”.

Más adelante la nota sigue diciendo “recuerdo el primer día que sugerí en la reunión comunitaria que teníamos que crear un hotel de lujo –relata Zita–. El silencio duró un minuto que parecieron diez”. ¿Quién va a viajar decenas de horas para quedarse en un pueblo de pescadores con clima inclemente y con poco que hacer? Esa era la pregunta más sintética. Bajo el concepto de posada lujosa, involucrada con el paisaje, sustentable y sostenible, con capacidad para dar espacio a la mano de obra artesanal de la madera, la gastronomía que viene del mar y la tradición de anfitrionar de los isleños, se pensó en un albergue diseñado en el exterior y con producción local: todo debía resolverse con recursos de a pie.

El Fogo Island Inn se convirtió en el segundo emprendimiento 100% social. No hay inversores, no hay ganancia privada. Fue diseñado a pedido por el arquitecto de Terranova, Todd Saunders, y fue llevado a cabo por manos foguenses bajo un diseño contemporáneo audaz, reflexivo y humanista. “Simplemente, el objetivo era encontrar nuevas formas con las cosas viejas para preservar y estimular la producción cultural en la isla”, indica Saunders».

También hicieron un programa de residencias artísticas.“El empleo de fabricantes y artesanos locales de Woodshop contribuye a la promoción de la capacidad de recuperación económica de uno de los asentamientos más antiguos de Canadá”, añade Alan. La etiqueta social es otro de los hallazgos del negocio: enumera cada materia y valor agregado con su costo detallado, incluido el margen de ganancia, lo que permite trasparentar los precios y comprender la distribución que tiene el precio que se paga. La tienda digital es una realidad destinada, sobre todo, a los huéspedes de la posada que no pueden irse sin llevarse alguna de las piezas exclusivas con las que conviven durante su estada», y otros detalles interesantes que menciona la nota.

No es fácil trasladar experiencias de un lugar a otro, aprender de ellas y encontrar personas multimillonarias que tengan una identidad sensible al ver morir su lugar de origen y redireccionar sus fondos para generar iniciativas como esta. Sin embargo tengamos presente que en Argentina hay fuera del sistema unos $ 250.400 millones que se podrían aplicar –si tuviéramos la estabilidad institucional de Canadá– al desarrollo productivo. Aún sin esto, hay localidades del interior donde sus habitantes colocan sus ahorros para el desarrollo local y que sus hijos/as no emigren, como es este caso. Ello se puede extender a la economía cooperativa y a las modalidades comunitarias de la economía popular (3).

Esta experiencia de Fogo desmiente el enfoque liberal de que no es posible un comunitarismo (4) con una sociedad abierta y democrática que genere emprendedurismo comercial y desarrollo económico sustentable ambientalmente. Se puede, y sólo hay que tener acuerdos básicos políticos, sociales y económicos, sensibilidad bien orientada y la mente abierta con una visión de que es una forma concreta de construir un mundo mejor.

(1) En 1992 se decretó el cese de la pesca y el bacalao tardó cinco años en ir resurgiendo.

(2) Un dato no menor es que la empresa estaba valuada en U$S 41.000 millones. Está relacionado también a una visión de «emprender» más amplia.

(3) Agradezco a Julieta Alvarellos la referencia a la temática de los mercados territoriales en la economía popular.

(4) Entre los intelectuales que están en esta perspectiva de incompatibilidad entre lo comunitario y experiencias de una sociedad abierta y emprendedora, se encuentra Loris Zanatta. La diferencia de lo que se entiende por «comunidad» y por «sociedad» (dándole a la primera un enfoque premoderno e incompatible con una «sociedad abierta», así como con la idea de «progreso»), lo ha tratado la sociología. A partir del siglo XIX (sin excluir aportes anteriores), a través de pensadores como Max Weber, que trataron de construir «tipos ideales» para tratar de caracterizar o aprehender los rasgos esenciales de ciertos fenómenos sociales. Una aplicación de esto se ha dado con lo que serían las características principales de lo que pueden «representar» el vínculo entre lo individual agrupado «socialmente» y lo personal  agrupado bajo forma o modalidad «comunitaria». De la literatura consultada quien distinguió por primera vez entre “societas” y «communitas” fue Ferdinand Tönnies. Los rasgos principales de estos fenómenos serían los siguientes:

  • Comunidad: Es tener “en común” un pasado, un presente, un futuro, una identidad, intereses, valores, visiones, prácticas, proyectos compartidos… Según Tönnies está caracterizada por homogeneidad, igualdad, ausencias de status, y anonimidad (asociado a lo pre-moderno). Se puede afirmar además que el uso de “comunidad” también refiere a la posibilidad de que un “padre” o una “madre” (reales o simbólicos) sean quienes lideren la misma, o a que los hermanos/as (antiguamente fratrias) se roten en el liderazgo (muchas veces predominando una forma de “mayorazgo”),
  • Sociedad: Es un concepto que aparece en la “modernidad” (a diferencia del comunitarismo) y se expresa a través de la heterogeneidad, inequidad, diferenciación de status, y nominatividad. El liderazgo en lo “moderno” está asociado, aunque no siempre (por ejemplo Hitler), a formas “democráticas”.

Sobre esta temática han opinado también otros pensadores como Talcott Parsons y particularmente Émile Durkheim. Según este autor la diferencia principal entre el enfoque de comunidad y el de sociedad es lo relativo al tipo de vínculo de solidaridad que hay en ellas. «En las sociedades primitivas, la solidaridad surge de la conciencia colectiva y la denomina solidaridad mecánica: la identificación con un grupo social se produce por las condiciones de igualdad, está en boga la idea de comunidad en tanto los individuos tienen «cosas en común», que producen un fuerte compromiso. En cuanto a la división del trabajo, no hay especialización, pero sí ascenso (Durkheim da dos ejemplos de sociedades primitivas en un contexto moderno: la Iglesia y el Ejército, ambas fuertemente verticalistas). En las sociedades modernas, esa conciencia colectiva es más débil y la solidaridad que existe en ellas es orgánica, puesto que surge de las diferencias producidas por la división social del trabajo, que es en general la respuesta que el siglo XIX da a la pregunta sobre el origen de todo hecho social. La solidaridad es, más particularmente, por necesidad en este tipo de sociedades, en las que las pasiones son reemplazadas por los intereses».

 

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