Desertificación y cambio climático: ¿se puede hacer algo?

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Sabemos que el manejo de suelos y la deforestación son causas relevantes en el proceso de desertificación. A ello hay que agregar las consecuencias del cambio climático con el proceso de incremento de la temperatura promedio a nivel global y la paulatina desaparición de los glaciares y cumbres nevadas. Ello tiene gravísimas consecuencias «aguas abajo» en el proceso de desertificación de los suelos. Un caso que ya aparece como extremo en Australia o también en Chile.

En una interesante nota de Silvia Naishtat sobre el caso específico de la meseta patagónica señala «la falta de agua, los pastos no crecen, las ovejas son cazadas por pumas y zorros colorados y hay millones de de hectáreas de campos abandonados….Sólo en Santa Cruz se calculan 9 millones de hectáreas abandonadas sobre 22 millones de hectáreas destinadas a la ganadería. Otro tanto ocurre en Chubut». Entre las distintas consecuencias económicas señala que «de acuerdo con Carlos Epper, CEO de a Asociación de Criadores de Merino, la Patagonia llegó a contabilizar 80 millones de ovejas.En 2019 no llegan a 12 millones. Eran 14,5 millones en 2003. Así las cosas, el país no tiene stock suficiente y puede perderse una oportunidad única. La lana representa el 3% de la fibra textil que se utiliza en el globo, por lo que tendría mucho margen para crecer en participación ante consumidores cada día más amigos de las fibras naturales».

Según esta nota y frente a la desertificación de 650.000 has por año, se destaca «que desde el Estado se ha desarrollado un Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación (que depende del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación), cuya finalidad es cuantificar la naturaleza y la severidad de los impactos de estos fenómenos para construir capacidades de intervención que permitan atenuar estas consecuencias». Para ello este Observatorio fija «siete aspectos centrales en el Manejo Sostenible de Tierras: la conservación del suelo; la regulación hidrológica y la conservación de la calidad del agua; la conservación de la biodiversidad; la fijación de emisiones de gases con efecto invernadero; contribuir a la diversificación y belleza del paisaje; conservar la identidad cultural; y evitar la contaminación». Entre sus actividades viene desarrollando una serie de talleres.

Entre las preguntas que podemos hacernos es si el cambio climático sigue avanzando -como todo parece que será así-  y el panorama será cada vez peor (1) ¿se puede hacer algo más «radical» o significativo al estilo de los proyectos de obras públicas que se planteó Sarmiento, o la regulación de las cuencas propuestas por Ameghino, en el siglo XIX? ¿o países como Holanda con el manejo del agua? (2) Entre las ideas a explorar (3) sería la de realización de estudios para evaluar la factibilidad ambiental y económico-social de construir acueductos de la cuenca del Paraná (4) hacia las zonas en proceso avanzado de desertificación de Argentina. Algo también ha evaluar, en especial en cuanto a monto de la inversión, tecnología accesible y capacidad de repago de la misma, son iniciativas como esta de China que combinan energía solar y riego en zonas áridas, o esta.

Si lo anterior fuera factible, nos permitiría poner en valor vastos territorios actuales así como generar repositorios de agua en economías regionales que pueden estar amenazadas en el futuro (por ejemplo las que producen vino, frutas, legumbres, etc.) por la falta de agua que fluye del deshielo de lo alto de la cordillera de los Andes. Sería una medida sensata a encarar -además de políticas a distintas escalas- y nos puede ayudar a no ir hacia un mundo cada vez peor (5).

(1) Ver por ejemplo los incendios en Australia, la costa oeste de EEUU o en la provincia de Córdoba hacia finales de septiembre de 2020. También se debe incorporar que, en el caso de la región y de Argentina, el corrimiento -hacia el oeste- de la isohieta de 600 mm. hace que -cuando no hay sequía- se puedan producir productos como soja o similares, que antes no era posible. 

(2) Por no citar antecedentes históricos más antiguos como la maravilla en ingeniería de los acueductos romanos, a través de los cuáles se proveía del agua necesaria a las ciudades e industrias del Imperio; el Acueducto de Kávala o el Túnel de Eupalino en Grecia y más cercano a nosotros, en el Cusco, Perú, los acueductos construidos por los Incas,  para recuperar e irrigar de forma subterránea y también superficial a través del Valle de Nazca.

(3) Que podrían realizarse por parte del Consejo Federal de Inversiones, o en el marco del acuerdo con Holanda, así como con fondos internacionales o privados. Estos últimos podrían articular el costo de los estudios y la ejecución de las obras con el cobro de regalías por puesta en valor de las tierras irrigadas (se podría pagar en productos como kilos de lana u otros, al igual que se hace con el plan canje cereales en otras regiones, o asociándose con la cadena de valor de los productores favorecidos). También habría que estar atentos a cambios tecnológicos como este.

(4) Cuenca, en general, superavitaria de agua y que genera inundaciones cíclicamente en las Provincias del litoral. De todos modos no es el caso en el año 2021 y posiblemente en 2022. También habría que hacer una revisión de la calidad de esa agua para eliminar la posible existencia de pesticidas o elementos perjudiciales para la vida. La alternativa de usar agua desalinizada del mar se considera -a priori y hasta el momento- más costosa que la alternativa señalada de bombear agua dulce. De todos modos ha surgido un invento que ha generado expectativas y que habrá que ver su costo cuando se produzca a gran escala.

(5) Una actualización de esta temática, y en especial sobre paliativos a emprender, se puede visualizar en esta nota.

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