Acerca del transhumanismo

image_pdfimage_print

En el Evangelio de Juan 1-1 se señala que «en el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios». Por su parte en el Capítulo I del libro del Génesis se señala como la Creación se crea con «dijo Dios» y le va poniendo nombre diferente a cada parte de la misma. De lo anterior podemos colegir que Dios es lenguaje y su creación también es lenguaje.

Los seres humanos, en nuestra evolución, hemos intentado descifrar este lenguaje. Los místicos han renunciado a poder comprender la infinitud y profundidad de Dios señalando que sólo se puede estar en silencio y en actitud de oración frente a Él. Los científicos, en cambio, han buscado comprender el lenguaje de la Creación (o del Universo). Entre los primeros han estado Galileo Galilei e Isaac Newton que comenzaron a explicar -a través del lenguaje matemático- a la Naturaleza. En esa línea también se han expresado Albert Einstein y Michio Kaku (ver su relación  con Dios en este video). El psicoanálisis se planteó analizar científicamente el lenguaje del inconsciente, y también ha sido muy relevante el haber podido decodificar el genoma humano (ADN) que nos demuestra que «somos lenguaje». Todo esto nos ha animado a pretender «ser como dioses» no solo conociendo, sino editando ese lenguaje, transformándolo y generando nuevos lenguajes (tanto por parte de los seres humanos como por parte de la IA), con las grandes posibilidades (1) y los graves peligros de manipular algo que no terminamos de conocer del todo, y las implicancias que se pueden desencadenar.

En este excelente artículo (2) se plantea la posibilidad de un futuro transhumano. Comienza diciendo que «el transhumanismo es un movimiento intelectual que propone superar los límites naturales de la humanidad mediante el mejoramiento tecnológico y, eventualmente, la separación de la mente del cuerpo humano. Si bien ha sido históricamente marginal y sectario, sus planteos de medicina mejorativa, su materialismo radical, incluso sus controvertidas ideas de eugenesia, inmortalidad y singularidad adquieren creciente interés en un momento en el cual la tecnología amenaza con avanzar sobre esferas de la vida humana hasta ahora en apariencia intocables.

En noviembre de 2018, el científico chino He Jiankui anunció en Hong Kong que había editado genéticamente a dos gemelas para inmunizarlas contra el virus de inmunodeficiencia humana (vih). El experimento no había sido publicado por ninguna revista especializada ni autorizado por la Universidad de Shenzhen, en la que He investigaba. La comunidad científica reprobó en bloque la práctica y el gobierno chino condenó a He, que estuvo desaparecido unos meses y hoy se sospecha que cumple arresto domiciliario sin cargos en su oficina de Shenzhen.

Como 20 años atrás con la clonación, el escándalo de He reeditó la discusión sobre los límites de la ciencia, pero el contexto mundial es otro. Aquel optimista consenso liberal de los años 90 dio lugar al estancamiento occidental y a la emergencia de China como amenaza, pero también como modelo exitoso de capitalismo iliberal. La tentación de rebasar tecnológicamente las barreras humanistas para gobernar más o producir mejor es hoy mayor. Sin ir más lejos, el biólogo molecular ruso Denis Rebrivok ya pidió autorización a tres agencias científicas para repetir el experimento de He. Hay una corriente de pensamiento que viene predicando esa superación tecnológica de la humanidad hace al menos medio siglo: el transhumanismo. Conocer sus argumentos, sus matices y sus políticas parece necesario para afrontar un debate que viene a nuestro encuentro». Luego explica en detalle las distintas corrientes que forman parte del enfoque del transhumanismo (3) y termina diciendo que «si no pensamos el futuro, alguien lo hará por nosotros».

¿Qué podemos concluir respecto de esta realidad y de «pensar el futuro»?:

  • es un fenómeno nuevo, y en desarrollo acelerado, que requiere de mucho debate serio y discernimiento donde la ética (y en especial la bioética) juega un rol fundamental,
  • la medicina regenerativa (en particular con células madre) y los avances en rejuvenecer el cuerpo humano se están presentado de manera acelerada. Ello conlleva grandes desafíos socioeconómicos y ambientales, que no han sido resueltos (4),
  • más allá de al articulación entre cuerpo humano y la IA, la autonomización de la inteligencia artificial es una cuestión aún no resuelta de manera satisfactoria, no sólo por los escenarios que plantean textos como el de Harari en «Homo deus«, sino por fenómenos concretos que le han surgido a empresas como Facebook. Parece fundamental que los robots -al menos- tengan un código de ética inserto (las tres leyes de Asimov y coincidente con la opinión de Ellon Musk),
  • si no ha podido -en general- predominar un «humanismo con sabiduría» donde prevalezca de manera decisiva y sostenida el bien y la vida ¿podremos ir hacia un transhumanismo que no termine apocalípticamente?,
  • si no hemos podido revertir -hasta el momento- el proceso de calentamiento global y daño ambiental, ¿podrá quedar en pie algún ser humano vivo? ¿la inteligencia artificial, y las máquinas, podrán resistir las grandes temperaturas, la falta de energía (salvo la solar), las inundaciones y cataclismos?, ¿el transhumanismo terminará sirviendo sólo para quienes puedan emigrar del planeta hacia Marte, la Estación Experimental u otro destino galáctico? ¿ese será el «aporte del transhumanismo», es decir «exiliarse» de la Tierra?

entre las principales dudas que nos surge de este ambicioso enfoque. Terminaremos con una pregunta: ¿no será mejor canalizar, de manera prioritaria, nuestras energías y desafíos en disminuir la desigualdad, la pobreza, el armamentismo y la reversión de la destrucción del medio ambiente, así como mejorar la salud humana y desarrollar vacunas que nos prevengan de las pandemias? La conciencia individual y social, las culturas, los centros de investigación y las empresas tecnológicas, y fundamente los estados de manera coordinada, tendrán un rol central para que podamos evolucionar sabiamente.

(1) Siguiendo con la tradición cristiana, en la parábola de los talentos se nos da el mandato de implementar nuestras capacidades (naturales y adquiridas), como co-creadores, para potenciar el bien y la vida, y disminuir o mitigar el mal y la muerte (como «muerte física» dado que el alma o espíritu cambia de lugar y no muere, según el cristianismo y otras cosmovisiones). Por lo tanto la cuestión a dilucidar es el sentido de nuestras acciones y el «cómo» las realizamos de manera ética. Será muy importante la conciencia social, sus expresiones culturales y fundamentalmente el rol de los estados (muy importante la coordinación internacional) para promover determinadas acciones y limitar o prohibir otras.

(2) Se agradece a Alejandro Razé por haberlo referenciado.

(3) De todas ellas nos identificamos más con fuentes como el artículo «Del prehumano al ultrahumano», publicado por el paleontólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin en 1951, que traza la futura evolución de la humanidad hasta alcanzar un estado transhumano. El evolucionismo de Teilhard incluye variables tecnológicas como «una red telefónica y televisiva que permita la sintonización directa entre cerebros», pero está inscripto en un finalismo dualista que, en última instancia, confía toda trascendencia a Dios. Del mismo modo se reseña (en la nota de referencia) la opinión del filósofo belga Gilbert Hottois, quien señala que Huxley, un eugenista convencido que repudió todas las formas de racismo, es el padre de un transhumanismo progresista heredero de la tradición humanista clásica. Hottois opina que el transhumanismo debe ser leal al legado humanista: universalismo, libertad, igualdad, justicia, pluralismo, empatía y pensamiento crítico, si no quiere devenir en un pensamiento tecnomístico o apocalíptico.

(4) Ya se ha logrado prolongar la vida de ratones en un 50%. Si esto se alcanza a implementar exitosamente en seres humanos, nuestra horizonte de vida biológica o esperanza de vida promedio pasaría en países desarrollados como Alemania de 81 años (aunque hay personas que viven mucho más) a algo más de 120 años, aproximadamente. Si el crecimiento demográfico sigue como hasta el presente, cabe preguntarse la viabilidad de la vida en un planeta cada vez más superpoblado y de los sistemas de seguridad social para hacer frente a este escenario. ¿Se resolverá de manera darwinista o con planteos como los de Malthus, o podrá haber una coordinación internacional que implementará mecanismos de redistribución (por ejemplo con la tasa Tobin y su orientación a un ingreso universal) con impresoras 3D que produzcan alimentos de manera autosuficiente e individual o grupal?