El Dinero

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Empezando por «lo obvio» sabemos que el dinero es necesario en la sociedad que vivimos y que se lo define -desde el punto de vista económico- a todo activo o bien que sirve como unidad de cuenta, reserva de valor y medio de cambio. También conocemos que cuando éramos recolectores y cazadores no existía el dinero, y que -con la aparición de un excedente- comenzó el trueque. Según Heródoto, los lidios (en el siglo VII antes de C.), fueron los primeros en introducir monedas de oro y plata.

Desde esa época a la actualidad hay un largo camino donde surge el papel moneda hasta distintas formas de dinero electrónico, criptomonedas o monedas locales (como el caso del «Bristol pound«) (que se plantean como alternativas a las respaldadas por el Estado, pero -en la práctica- son complementarias a las de curso legal y de difícil generalización), la gran relevancia que tiene -en el sistema económico actual- el dinero bancario, los distintos enfoques sobre sus características, la oferta y demanda de dinero en general, su cotización (en términos de distintas monedas y metales como el oro), la inflación, y el rol de la autoridad monetaria, entre los principales.

Más allá de las visiones económicas sobre este fenómeno se considera también interesante plantear otros enfoques. Por ejemplo para Aristóteles, el dinero por el dinero mismo (y su acumulación) está relacionado con lo que denomina «crematística» que deshumaniza a quienes la practican.

Respecto de la moneda y su relación con el pago de impuestos al estado, en el Evangelio se plantea el «dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», señalando la autonomía de ambas esferas. En otra parte se resalta que «no se puede servir a la vez a Dios y al dinero» (un breve desarrollo sobre este tema en la Iglesia Católica se puede encontrar aquí y en lo que se refiere al dinero en este sitio). En este ultimo link se menciona que en el Gran Catecismo de Lutero el dinero es “el ídolo más común en la tierra” y en la comunidad cristiana debería ser un ámbito donde no rigen las leyes de la economía monetaria. En esta línea va la carta a Timoteo 6-10 (escrita por San Pablo) que expresa «porque la raíz de todos lo males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores»(1). También hay que reconocer que, según Max Weber en su obra «La Etica Protestante y el espíritu del Capitalismo«, hubo referentes como Calvino donde el éxito (en particular económico) es una marca de la elección divina y glorificación a Dios. Hoy esto es retomado por algunas corrientes como los neopentecostales y su teología de la prosperidad.

Para el caso de la Iglesia Católica, y hasta bien avanzada la modernidad, hubo distintas expresiones como San Agustín («ten siempre presente que la obsesión por el dinero es veneno que mata toda esperanza») o Santo Tomás de Aquino. Este último se remonta al Antiguo Testamento y a la posición de Aristóteles, respecto de que el dinero es estéril y por lo tanto no se puede generar dinero con dinero. Esta posición es compartida con el Islam.

Además de Marx (y su análisis sobre la interrelación entre el dinero y las mercancías), autores tan disímiles como Keynes y Freud se refirieron también al dinero. En el caso de este último lo consideraba como algo sucio. En esta línea el Papa Francisco considera que -cuando se absolutiza el dinero- se lo transforma en «ídolo» y -retomando una antigua tradición- lo considera como «estiércol del diablo».

El tema del dinero y lo económico en la familia se ha abordado desde distintos enfoques -como en lo académico- por el Premio Nobel de Economía de 1992 así como a nivel personal, por ejemplo, con «la economía de la felicidad«. En este último se demuestra que, luego de determinado nivel de ingreso, más dinero no conlleva más felicidad (sino que comienza a haber una relación inversa). Así mismo cabe destacar que también hay muchos libros y videos referidos a cómo hacerse rico o millonario (es decir a «un tipo de elección en la vida») su relación con el poder (como se plantea en la imagen de la entrada). En esta línea se valoriza el éxito en la vida (el prestigio) por la cantidad de dinero, su capacidad de inversión y reproducción, así como relacionado con el poder (como ilustra la imagen de la entrada). A la vez, en varias ocasiones se desvaloriza la relación de dependencia (o ser de clase media) y la pobreza (asociada también al desapego y a la austeridad). Este «imaginario» tiene mucho «atractivo» hoy en día (y en particular en determinadas culturas) dado que está asociado a la cuestión del progreso material individual (no importa la desigualdad, el bien común y si esta acumulación es sostenible para el Planeta), y alejarse -al máximo- de la precariedad material (por lo tanto de las penurias de la privación y -al extremo- de la escasez para la subsistencia).  No entra en otro tipo de consideraciones que los alejen de la perspectiva de la maximización de los beneficios de su negocio y que el tiempo es dinero. El centro de la vida es esto (todo lo demás se subordina a este fin)  y no hay mayor trascendencia.

Para finalizar vemos que, en los extremos, hay un enfoque que no absolutiza el dinero (es un componente necesario de sosteniblidad) donde la motivación principal de emprender (no es «hacerse rico» como lo demuestra la encuesta que menciona esta nota). Otro que sí (en particular en el marco de determinadas variedades del sistema capitalista). De acuerdo a los valores que cada uno tiene, optará por alguno de ellos. Tal vez coincidamos que el primero nos acerca a un mundo mejor para todos en tanto tiene en cuenta dimensiones que el otro enfoque no tiene. Por otro lado, a mediano plazo, si el cambio climático (con la influencia de los que solo piensan en su negocio) y las guerras no terminan antes con la Humanidad, tal vez -como hemos mencionado en otra entrada- si nos transformamos en prosumidores (con poderosas y sofisticadas impresoras 3D «hogareñas») el dinero y su «acumulación» pasará a ser un arcaico recuerdo de una etapa histórica. Veremos cómo sigue la historia y cual es nuestro papel en la misma.

(1) Agradezco la referencia a Francisco del Campo.

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