En una nota de Peter Singer, sobre «¿cuan honestos somos?» plantea lo siguiente: «imagínese que pierde la billetera; dentro tiene tarjetas de presentación con su dirección de correo electrónico. ¿Cuán probable es que le escriban para avisar que la encontraron? Si la billetera contiene dinero, ¿es más probable, o menos, que la recupere con el contenido intacto?…El mes pasado, investigadores de Estados Unidos y Suiza echaron algo de luz sobre la cuestión, al publicar los resultados de un inmenso e ingenioso estudio en el que más de 17.000 billeteras “se perdieron” en 40 países. Auxiliares de la investigación se presentaron en las recepciones de bancos, teatros, museos, hoteles y oficinas públicas de 355 ciudades y entregaron allí una billetera, diciéndole a la persona detrás del mostrador que la habían encontrado en la calle y que tenían prisa. Luego le pedían “hacerse cargo” de ella y se iban sin dejar datos de contacto o pedir un recibo.»
Más adelante sigue diciendo «previsiblemente, la tasa de devolución tendió a ser mayor en los países más ricos. Suiza, Noruega, Países Bajos, Dinamarca y Suecia encabezaron la lista de devoluciones: más del 65% de los supuestos dueños de billeteras recibieron el aviso. Polonia y República Checa terminaron un poco más atrás, y por delante de países más ricos como Australia, Canadá y Estados Unidos. Hay quien sostiene que los creyentes religiosos son más propensos a obedecer normas morales que los no creyentes, pero los resultados del estudio no corroboran esta idea, al menos en la medida en que el grado de creencia religiosa de los habitantes de un país pueda juzgarse por sus respuestas a una encuesta. En Suecia, Dinamarca, Noruega y la República Checa, al menos el 75% de la población dice no darle importancia a la religión, pero todos estos países tuvieron altas tasas de devolución. Por otra parte, más del 80% de los habitantes de Perú y Marruecos dicen que consideran la religión muy importante, pero ambos países tuvieron tasas de devolución por debajo del 25%.» (1)
Finalmente concluye que la mayoría de «estos hallazgos son alentadores. Oímos a menudo decir que vivimos en una era de interés propio y derrumbe de las normas morales, en la que poca gente piensa en los demás y muchos robarían si pudieran hacerlo impunemente. Pero este estudio ofrece pruebas sólidas de que el mundo no está ni por asomo tan mal».
Podemos decir que valores «declarados» -como decir que «se es religioso»- no garantiza nada, sino más bien como esto está practicado en obras e introyectado en las personas y y en las culturas. Los países del norte de Europa -así como otros- han ido incorporado valores religiosos, humanistas y ciudadanos que, junto a un bienestar material, los hace ser más honestos (según esta investigación empírica). Así mismo podríamos afirmar que situaciones de gran escasez, o como sentirse «invadidos» (por ejemplo por migrantes), genera contextos de «sálvese quien pueda«, reduce sustancialmente el peso de los valores (como la honestidad, la generosidad o el compartir) por el miedo a perderlo todo o por aquello de que «la necesidad tiene cara de hereje». Debemos construir simultáneamente una base material de bienestar y promover -en lo cultural y en lo individual- valores de honestidad, justicia y solidaridad para converger hacia un mundo mejor.
PD: este enfoque es similar a las experiencias que se mencionan en especial en el Capítulo 10 del libro «Psicología Social» de John Lambert. Ed. Pirámide, Madrid, 1980
(1) Ignacio Warnes me ha aportado el comentario de que estas sociedades, además de ricas, son sociedades con poca desigualdad y con una fuerte conciencia de respeto por el otro, lo que tiene fuerte incidencia en esta temática.