Desde los orígenes de la Argentina, hemos tenido liderazgos muy valiosos comenzando por San Martín y Belgrano. En el siglo XX, sin duda, dos de los más relevantes han sido Yrigoyen y Perón.
En esta breve nota no se pueden analizar todas sus características, así como lo que se considera importante valorar de ellos. Sólo queremos detenernos en algo que en su momento fue muy importante, pero consideramos que, para el siglo XXI y en concordancia con una democracia pluralista y republicana, es fundamental evolucionar.
Para ello nos remitiremos a una opinión de Luis Alberto Romero, que expresara -entre otros conceptos- en una nota del diario La Nación del año 2018, lo siguiente: «La democracia que floreció en el mundo en los años de la entreguerra se fundaba en la voluntad popular -la condición democrática mínima- pero imaginaba un pueblo homogéneo y unánime, expresado por una doctrina y un líder. Las diferencias entre los dos grandes líderes, Yrigoyen y Perón, fueron enormes: uno creía en la Constitución y el otro no. Pero Yrigoyen identificaba la «causa radical» con la «causa nacional», y pensaba que fuerzas superiores a las urnas le habían otorgado un mandato regenerador. En ese aspecto, las ideas de Perón y su movimiento eran en el fondo bastante parecidas: basta con repasar la «Marcha peronista» (1).
En suma, era una democracia legitimada en el pueblo, ratificada en elecciones aceptables, pero que valoraba muy poco las instituciones republicanas, la representación y el pluralismo, y privilegiaba el conflicto frontal.».
El radicalismo, luego de Yrigoyen, retornó hacia posiciones del liberalismo político y fue evolucionando hacia posiciones socialdemócratas (como ha sido el caso de Raúl Alfonsín, aunque no pudo superar graves obstáculos socioeconómicos e ir hacia un sendero de desarrollo sustentable). En el peronismo ha habido un poco de todo en su historia, y con distintas corrientes en su seno (2) pero consideramos que sería muy fructífero que no se considerara a sí mismo como «el único o verdadero» representante del pueblo.
Una mirada crítica y veraz de nuestra historia nos debería hacer valorar todos los aspectos positivos de estos grandes líderes, pero si realmente creemos en las características y valores de la democracia, entendemos deberíamos evitar toda simplificación y pretendida unanimidad, aceptar el pluralismo y además consensuar una visión común de una estrategia de desarrollo con equidad para nuestro país. Ello nos posibilitará ser «razonables» y salir de una decadencia socioeconómica (3) que nos permita superar la creciente pobreza y falta de trabajo y oportunidades. Por lo tanto ir hacia una Argentina mejor.
PD: Esta nota fue escrita a raíz de este artículo de Vicente Palermo y de un intercambio con Enrique Bianchi.
(1) Se podría agregar, por ejemplo, que la ley aprobatoria del 2do Plan Quinquenal establecía,, en su art. 3°, «A los efectos de una correcta interpretación y efectiva ejecución de la presente ley, defínese como «doctrina nacional», adoptada por el Pueblo Argentino, la doctrina Peronista o Justicialismo...»
(2) Algo se expresa en esta nota.
(3) Del mismo modo remontar una menor participación ciudadana en las elecciones, y de no respaldar expresiones radicalizadas de derecha e izquierda. Es un gran desafío de la dirigencia política revertir esta situación y tener mayor credibilidad.