Trabajo colaborativo, trabajo cooperativo….

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Hemos tratado de definir el concepto de trabajo, lo que es trabajo individual o independiente para terceros, lo que es el trabajo individual para el autoconsumo y el concepto de prosumidores, en grupo….pero ahora quisiéramos profundizar un poco más en la temática del trabajo colaborativo y el trabajo cooperativo, y sus eventuales similitudes y diferencias según distintos enfoques (1).

Primero deberíamos aclarar que el hecho de estar o “coincidir” en un espacio juntos, no implica ninguna de las dos cosas que expresa el título. El ejemplo más claro es el tipo de trabajo en serie que se hace en una fábrica (por ejemplo bajo el esquema taylorista o cómo se muestra en la película “Tiempos Modernos”). De todos modos sobre esto último habría que hacer una diferencia importante cuando lo anterior implicó constituir “círculos de calidad” donde quienes participan de la cadena productiva analizan juntos los yerros así como las mejoras a realizar. Ello conlleva “trabajar en equipo” para la mejora continua.

En cuanto al trabajo cooperativo un enfoque pretendidamente institucionalista diría que si el mismo se hace en una cooperativa, ya está consumado. Un eminente sociólogo de la cooperación, como Henrik F. Infield, ha demostrado a través de un test de potencial cooperativo (2) que -lamentablemente- una cosa no lleva necesariamente a la otra, y es mucho más compleja. Ello requiere de actitudes personales, grupales, del aprendizaje y de la construcción de una cultura de la cooperación que se debe concretar en la práctica, más allá de la formulación jurídica de la organización.

En cuanto al trabajo colaborativo, en esta fuente se menciona que «el término fue acuñado por Yochai Benkler, catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard. Está basado en los principios filosóficos del bien común y del altruismo y en unos cuantos principios operativos, con enfoque por resultados, que guían al proyecto, y que comparten quienes toman parte en él, generalmente voluntarios, que son expertos o al menos conocedores de la información que ponen de manera abierta, es decir a disposición de quien la quiera. Yochai Benkler describe al trabajo colaborativo como «el sistema de producción, distribución y consumo de bienes de información que se caracteriza por acciones individuales descentralizadas, ejecutadas a través de medios ampliamente distribuidos y ajenos al mercado y a sus estrategias». 

En esta otra se dice que «el trabajo colaborativo, como sostienen Johnson y Johnson (1999) y Pujolás (2002) tiene una larga data. Ya Commenuis en el siglo XVI creía firmemente en esta estrategia y en el siglo XVIII, Joseph Lancaster y Andrew Bell utilizaron los grupos de aprendizaje colaborativo que más tarde exportaron a Estados Unidos. En este país Francis Parker se encargó de difundir esta estrategia y John Dewey introdujo el aprendizaje cooperativo como un elemento esencial de su modelo de instrucción democrática. Sin embargo, hacia fines de los años treinta, la escuela pública empezó a enfatizar el uso de la competencia interpersonal. A mediados de los años sesenta los hermanos Roger y David Johnson empezaron a formar docentes en el uso del aprendizaje colaborativo en la Universidad de Minnesota. La fundamentación teórica del aprendizaje colaborativo se fundamenta en cuatro perspectivas teóricas, la de Vygotzki, la de la ciencia cognitiva, la teoría social del aprendizaje y la de Piaget. Como sostiene Felder R, y Brent R (2007), Vygotzky y Piaget promovieron un tipo de enseñanza activa y comprometida, al plantear que las funciones psicológicas que caracterizan al ser humano, y por lo tanto, el desarrollo del pensamiento, surgen o son más estimuladas en un contexto de interacción y cooperación social. Según Johnson y Johnson (1999), la más influyente teorización sobre el aprendizaje cooperativo se centró en la interdependencia social. Esta teoría postula que la forma en que ésta se estructura determina la manera en que los individuos interactúan, lo cual, a su vez, determina los resultados. La interdependencia positiva (cooperación) da como resultado la interacción promotora, en la que las personas estimulan y facilitan los esfuerzos del otro por aprender. La interdependencia negativa (competencia) suele dar como resultado la interacción de oposición, en las que las personas desalientan y obstruyen los esfuerzos del otro. La interacción promotora lleva a un aumento en los esfuerzos por el logro, relaciones interpersonales positivas y salud psicológica. La interacción de oposición y la no interacción llevan a una disminución de los esfuerzos para alcanzar el logro, relaciones interpersonales negativas y desajustes psicológicos. Según Zañartu (2003) el aprendizaje colaborativo está centrado básicamente en el diálogo, la negociación, en la palabra, en el aprender por explicación. Comparte el punto de vista de Vygotszy sobre el hecho de que aprender es por naturaleza un fenómeno social, en el cual la adquisición del nuevo conocimiento es el resultadode la interacción de las personas que participan en un diálogo. El aprender es un proceso dialéctico y dialógico en el que un individuo contrasta su punto de vista personal con el otro hasta llegar a un acuerdo. Este diálogo no está ajeno a la reflexión íntima y personal con uno mismo. El aprendizaje colaborativo aumenta la seguridad en sí mismo, incentiva el desarrollo de pensamiento crítico, fortalece el sentimiento de solidaridad y respeto mutuo, a la vez que disminuye los sentimientos de aislamiento (Johnson y Johnson, 1999)… Zañartu (2003) hace una distinción entre aprendizaje cooperativo y aprendizaje colaborativo, a diferencia del resto de los autores que tienden a homologar ambos términos. Según la autora, citando a Dillenbourg (1996) y a Gros, (2000), el aprendizaje cooperativo requiere de una división de tareas entre los componentes del grupo. Citando a Brufee (1995), la autora sostiene que el enfoque colaborativo es el que requiere de una preparación más avanzada para trabajar con grupos de estudiantes. El aprendizaje colaborativo cambia la responsabilidad del aprendizaje del profesor como experto, al estudiante, y asume que el profesor es también un aprendiz. Citando nuevamente a Bruffee (1995), considera los dos enfoques como si fueran lineales, y sostiene que el aprendizaje colaborativo está diseñado para entrar justo cuando el cooperativo sale o termina. Esta transición puede verse como un continuo que se desplaza desde un sistema muy controlado y centrado en el profesor a un sistema centrado en el estudiante, donde el profesor y los estudiantes comparten la autoridad y el control del aprendizaje».

Tal vez el más impresionante ejemplo de trabajo colaborativo y cooperativo es el que nos proporcionan las hormigas (ver imagen de la entrada) y las abejas, por citar sólo dos ejemplos que se pueden extender a los delfines y a otros animales. Son enfoques y prácticas que, en tanto se apliquen con un sentido del bien y la vida, sin duda nos llevan a un mundo mejor.

(1) Se agradece a Graciela Messina los documentos sobre la  temática educativa y a Mirta Vuotto por el texto de Infield y la referencia al test del “potencial cooperativo”.

(2) Ver libro «Cuadernos de la Cooperación No. 30, Sociología de la Cooperación, Henrik F. Infield, Buenos Aires, Interccoop, 2021, en particular del Capítulo 3 en adelante.

 

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