El Prejuicio

En un programa de la televisión argentina (en el minuto 8,15 en adelante) el sociólogo Eduardo Fidanza reflexionó -a partir de un hecho puntual- acerca de la naturaleza del prejuicio. Allí mencionó un texto del psicólogo norteamericano Gordon Allport y uno de sus libros: «La Naturaleza del Prejuicio» (Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1971).

En la Introducción de este texto se menciona que no tiene una sola causa, y más adelante se plantea que surge como resultado de la necesidad que tiene el ser humano de tomar decisiones firmes y concretas de manera rápida, tomando información generalizada de la que se tiene hasta el momento para emitir juicios, y sin verificar su veracidad.

El texto de Alport tiene 575 páginas y 31 capítulos. La Wikipedia hace una buena síntesis del libro (aunque solicita nuevas referencias para aumentar su verificabilidad) cuando señala que «el prejuicio hace referencia a lo infundado del juicio y al tono afectivo. Allport señala que la frase «pensar mal de otras personas» debe entenderse como «una expresión elíptica, la cual incluye sentimientos de desprecio o desagrado, de miedo y aversión, así como varias formas de conducta hostil, tales como hablar en contra de ciertas personas, practicar algún tipo de discriminación contra ellas o atacarlas con violencia». En las prácticas cotidianas de los sujetos, el prejuicio opera a partir de presupuestos valorativos basados en costumbres, tradiciones, mitos y demás aprendizajes adquiridos a lo largo de los procesos de conformación de las identidades. Allport no incluye la posibilidad de calificación positiva en su definición.

El prejuicio surge por una conveniencia, para discriminar, descartar o dominar a otras personas o aceptarlas preferentemente, sin tener remordimientos y sin reflexionar si eso es bueno o malo, o si es una opinión objetiva o subjetiva. Comúnmente es una actitud hostil o, menos frecuentemente, favorable hacia una persona que pertenece a determinado grupo (social, étnico, sexual, político, socioeconómico, ocupacional, religioso, deportivo, etario, de salud o de enfermedad o de cualquier índole, incluso territorial o geográfica) simplemente por el hecho de pertenecer (voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente) a ese grupo, en la presunción de que posee las cualidades negativas o positivas atribuidas por muchas personas al mismo. La opinión se produce primero respecto del grupo prejuiciado y después incorpora al individuo».

Volviendo a Fidanza, marca la relación de este fenómeno con la «posverdad«, y podríamos decir también que tiene cierta relación con el concepto de «sesgo cognitivo«.

Poder estar «más abiertos y libres», y no caer en el prejuicio, sin duda nos ayudará a ir develando una verdad siempre incompleta y compleja de asir en cualquier tema que abordemos, y por lo tanto nos pueda ayudar a discernir aquellos caminos que nos pueden llevar a un mundo mejor.

 

El mundo en trincheras, lo binario y el abuso del enfoque comparativo

La lucha entre lo que consideramos “bien” y lo que consideramos “mal” puede tomar diferentes características.

Comenzaremos por las que eliminan “los matices”, los “grises”, la complejidad… Por lo tanto son “absolutos”, y generalmente van acompañados de un enfoque integrista y religioso, de lucha contra “los infieles” o personeros del mal. Entonces hay que colocarse en trincheras (no hay términos medios) entre una y otra parte del conflicto (como diría Laclau o Carl Schmitt) y en función de esto –por ejemplo- “si criticás al chavismo” es porque “estás con el imperialismo y el neoliberalismo” (y se nomina a los que se consideran sus representantes). Sólo hay “dos lados” y por lo tanto “¿de qué lado estás?”.

Lo binario o mundo sólo dual tiene que ver con enfoques antiguos como el “maniqueismo” (derivado del sabio persa Mani o Manes, c. 215-276), que gozan de buena salud en pleno siglo XXI.

Otro enfoque que se utiliza para “defender la trinchera” es “universalizar las comparaciones”. No se puede, por ejemplo, criticar en qué ha derivado la revolución bolivariana, sin hablar de México, Brasil, Argentina, Estados Unidos…. y por lo tanto equiparar situaciones (a veces muy disímiles y puntuales). La conclusión que se derivaría sería: “esto se da en todas partes, y a veces peor, por lo tanto no critiquemos o no exageremos”. De ahí que matar a más de cien civiles desarmados en un país sería equiparable a reprimir con gases lacrimógenos a movimientos sociales que bloquearon una avenida en otro país. Entendemos que esto esconde “un sesgo cognitivo” y una “desmentida o renegación” que no posibilita poder admitir que algo noble y bien intencionado haya derivado en una tragedia (y por lo tanto hay que «relativizar su análisis»).

Tampoco el «enfoque de trincheras» binario, religioso (con mistica revolucionaria) y transformando ideales en idealización, permite analizar los distintos aspectos que componen las políticas públicas en los distintos países, porque no se está razonando tratando de buscar una verdad compleja sino que se está en guerra (o conflicto muy acentuado) de ideas para que “triunfe el bien sobre el mal”

Si no podemos debatir con cierta racionalidad, asumiendo que podemos tener visiones diferentes, no convergeremos hacia un mundo mejor.