En un texto de Gilles Deleuze sobre el punto III de la Etica de Spinoza, expresa que este singular filósofo “sigue paso a paso el encadenamiento terrible de las pasiones tristes: primero la tristeza misma, después el odio, la aversión, la burla, el temor, la desesperación, el morsus conscientiae, la piedad, la indignación, la envidia, la humildad, el arrepentimiento, la abyección, la vergüenza, el pesar, la cólera, la venganza, la crueldad…” Más adelante comentó que “la Ética dibuja el retrato del hombre del resentimiento, para quien toda felicidad es una ofensa y que hace de la miseria o la impotencia su única pasión. Y los que saben desanimar en lugar de fortificar los espíritus se hacen tan insoportables para sí mismos como para los demás”.
La temática del resentimiento es abordada por psicoanalistas como Luis Kancyper en su libro “Resentimiento terminable e interminable. Psicoanálisis y Literatura” (Ed. Lumen, Tercer Milenio, Buenos Aires, 2010). Al comienzo del primer capitulo de este libro expresa que “Albert Camus (1913-1960) encuentra en El Malentendido una forma original para exponer una tragedia universal: un mundo privado de sentido, en donde la trascendencia, la solidaridad y la amistad no tienen lugar”. Otra forma de abordaje puede ser a partir del lado oscuro o de «la sombra» (ensayo de Carl Jung, mencionado por Sergio Sinay en el diario Perfil).
Podemos afirmar, de manera simple, que todo esto emerge –en general- de la falta de amor, de haber sufrido discriminación, dominación, mal trato, agresión por parte de una o más personas, o de falta de conciencia y sabiduría (1). Hay situaciones producto de un sistema, de graves conflictos o guerras (en particular Irak y Siria, pero no sólo sino que abarca también situaciones nacionales de odio), de creencias o de prejuicios culturales, que –lamentablemente- promueven o generan estas situaciones.
Ultimamente hemos visto, entre otras cosas, violencia racista en Estados Unidos, atentados con vehiculos en Barcelona, Niza, Londres o Estocolmo, sin mencionar conflictos que hoy continúan como en Siria o en determinados países de Africa, por citar sólo algunos. El odio al diferente (al negro, al «infiel») o el considerar de «segunda» o de «cuarta» al inmigrante (por más que se le de un lugar de trabajo y vivienda) retroalimenta situaciones de resentimiento y de odio. Esto ha sido analizado en una multiplicidad de notas periodísticas como, por ejemplo, ver desde el minuto 8 al 32 de este programa o en este reportaje a Carlos Beristain que se sintetiza con el título «usar el odio es una forma de generar poder y control«.
Estamos “condenados” a convivir con estas situaciones? Podremos tratar de objetivar las múltiples causas que las generan e ir encarándolas de manera positiva tanto a nivel micro como macro? La cuestión del poder y la agresividad? Es posible generar dinámicas sociales y educativas como las de países que han abordado exitosamente el fenómeno del bullying en las escuelas o la interculturalidad y trasladarlos al fenómeno de la segregación y las causas originarias que las produjeron? Es imposible hacer esto con sectores de las minorías que puedan estar resentidos? Los líderes religiosos y sociales pueden jugar un rol importante, así como los líderes políticos y económicos para que re-orienten las visiones y acciones agresivas y bélicas hacia la paz.
(1) Es muy interesante lo que dice al respecto el libro del Eclesiástico, 27, 33 – 28, 9:
«Rencor e ira también son detestables, el pecador los posee.
El vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de sus pecados.
Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados.
Si un ser humano alimenta la ira contra otro, ¿cómo puede esperar la curación del Señor?
Si no se compadece de su semejante, ¿cómo pide perdón por sus propios pecados?
Si él, simple mortal, guarda rencor, ¿quién perdonará sus pecados?
Piensa en tu final y deja de odiar, acuérdate de la corrupción y de la muerte y sé fiel a los mandamientos.
Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo; acuérdate de la alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa».