Prevención frente a Catástrofes Naturales

Los cambios bruscos en la naturaleza, en presencia de seres humanos y cuando no ha habido prevención, se transforman generalmente en desastres. En esta línea se refiere la Oficina de las Naciones Unidas para Reducción de Riesgo de Desastres (UNISDR por su siglas en inglés) que se creó en diciembre y se estableció para asegurar la aplicación de la Estrategia Internacional para Reducción de Desastres (resolución 54/219 de la Asamblea General). Esta organización tiene una página sobre prevención y en el año 2015 presentó un Informe.

También el Banco Mundial realizó un Informe (denominado «Natural Hazards, UnNatural Disasters: The Economics of Effective Prevention») en noviembre de 2010. En el mismo se estimó que, entre 1970 y 2008, hubo 3.3 millones de muertes y daños por 2.300 billones de dólares (en dólares de 2008). Más recientemente publicó este Informe que prevé que el cambio climático llevará a 17 millones de personas al migración interna en América Latina hasta 2050.

En esta breve nota presentaremos algunas posibles preguntas sobre estos fenómenos y si se puede hacer algo al respecto. Quedará para equipos interdisciplinarios de especialistas evaluar la pertinencia de las mismas y la factibilidad de mejorar la prevención frente:

  • al movimiento de placas tectónicas y los consiguientes sismos y terremotos. Sin duda el Japón es uno de los países más avanzados en esta temática (ver esta nota, así como esta y posibles ciudades futuras en el mar) y debería analizarse si en los demás países se están tomando medidas similares, además de la construcción antisísmica y los ejercicios de simulación preventiva,
  • a sequías e inundaciones por cambios climáticos. Más allá de los ciclos de la naturaleza, en general hay coincidencia que la deforestación y desertificación tienen una alta contribución en la generación de estos fenómenos, por lo que su monitoreo, evitar que las mismas continúen y promover la forestación y un adecuado manejo del agua serán claves. En este sentido habrá que revalorizar culturas de la prevención como la incaica que no construía ciudades cerca de los cursos de agua o que en la agricultura cultivaba en andenes o terrazas (que además evitaban deslaves de las montañas) y con importantes sistemas de riego, del mismo modo el manejo del agua en el antiguo Egipto, los acueductos romanos que transportaban agua a las ciudades, o más recientemente los trasvases de agua entre cuencas -de superativarias a deficitarias (*)- (que deben ser acompañados de estudios de impacto ambientalcriticado desde la ecología y considerado como última opción), la recuperación de agua contaminada, o la gran experiencia y desarrollo hídrico de países como Holanda. Un capítulo especial es la relación de los cambios climáticos y las posibles soluciones futuras para el caso de los huracanes,
  • a el cambio de la polaridad (o inversión geomagnética) de la Tierra, y según algunas fuentes este podría ser un evento relativamente cercano lo que provocaría un debilitamiento temporal -pero significativo- del campo magnético de la Tierra, con lo que las infraestructuras eléctricas y los sistemas de telecomunicación podrían ser más vulnerables, así como la agricultura a efectos de la radiación solar y cósmica. Al respecto ¿se está previendo algo ante esta eventualidad?,
  • a la posible caída de asteroides y sobre su posible prevención. Es importante el seguimiento de las medidas concretas que se tomarían si ocurriera un fenómeno de este tipo,
  • a la actividad volcánica a su monitoreo en el marco de un programa global y nacional, y las necesarias medidas de prevención,

entre las principales.

No es fácil abordar estas situaciones dada la envergadura o dimensión de estos fenómenos, pero es un desafío para una humanidad que asigna enormes recursos a la defensa y guerra entre países o a explorar el espacio extraterrestre, mientras que no valora las grandes amenazas que se ciernen sobre la plataforma en la que estamos asentados y las catástrofes humanitarias que se derivan o pueden derivar de las mismas.

(*) Por ejemplo las inundaciones en la Cuenca del Plata (o de algunas regiones de Argentina) mientras que en otras hay graves sequías e incendios. Una de las dimensiones de esta cuestión es que la prevención y mitigación de estos fenómenos tiene un fuerte impacto en la producción agrícola y por lo tanto en generar más alimentos y -en países como Argentina- en poder exportar mucho más.

 

Prevención de Catástrofes Humanitarias

Muchas crisis humanitarias cuando no se previenen, atienden o resuelven, desembocan en catástrofes humanitarias. Según la Wikipedia las causales pueden ser múltiples como «crisis políticas (guerra internacional o civil, persecución de una minoría), crisis ambientales, que a su vez pueden ser previsibles (malas cosechas por sequía, plagas o en todo caso mala planificación, que pueden producir hambrunas), poco previsibles (huracanes, monzones) o totalmente imprevisibles (terremotos, tsunamis). Cabe destacar que, las mayores causas de crisis humanitarias en el mundo son productos de crisis políticas donde no sólo destacan acciones que no generar el repunte de la economía sino cuyos gobiernos se encuentran plagados de burocracia y corrupción».

En la imagen de la entrada se ha intentado mostrar geográficamente algunas de ellas y su visualización cuantitativa de la población en sus lugares de origen y en los lugares de destino. Según ACNUR la cantidad desplazados en el mundo en 2016 alcanzó la cifra récord de 65,6 millones de personas (una vez y media la población de la Argentina). El desarraigo de ella y la sensación de invasión en los lugares de destino provoca -en estos últimos- múltiples reacciones desde las positivas (solidaridad) pero fundamentalmente negativas de xenofobia, racismo y crisis políticas con giros hacia políticas de derecha o extrema derecha.

¿Es posible prevenir este tipo de crisis y catástrofes? Hasta el momento parece que no, y puede parecer como utópico un enfoque de este tipo. Sin embargo dado el horror que significa que tantos millones de personas padezcan esto, y que ello no es una fatalidad, podemos plantearnos -al menos conceptualmente- que si quisiéramos prevenir las causas de estas crisis deberíamos tener en cuenta algunos de los siguientes aspectos:

  • las crisis políticas están relacionadas fundamentalmente a la cuestión del poder que muchas veces deriva en autocracia y en definitiva a que no sabemos canalizar nuestra energía y vínculos con sabiduría,
  • lo anterior también conlleva una mala gestión de la economía y a desencadenar hambrunas como en la Rusia de Stalin, en la China de Mao o en la Venezuela de Maduro, por citar algunas de ellas, derivadas -entre otros elementos y además de lo que se viene de mencionar- de un mal abordaje del tema del mercado,
  • también las crisis políticas derivan en guerras civiles o en guerras entre países, planteando el desafío impostergable para la humanidad de la construcción de la paz ante un mundo preocupante,
  • las causales de las crisis ambientales (y sus múltiples derivaciones, una de las cuales son las hambrunas), y la importancia de la lucha contra el cambio climático en su cuanto a su generación, así como las catástrofes naturales, que deben ser tenidas en cuenta,

entre las principales.

No es fácil -como expresáramos anteriormente- modificar este tipo de situaciones, pero es un desafío para la humanidad actuar con urgencia y persistencia dada la gravedad de estas situaciones y sus múltiples implicancias, transformando la civilización si queremos perdurar y desarrollarnos en este planeta. Cambios de culturas, consensos amplios y transversales e instituciones adecuadas y eficaces son un buen comienzo para converger hacia un mundo mejor.