Las distintas ideologías, filosofías y religiones han buscado la mejor forma de transmitir su mensaje. En el caso del cristianismo, Jesucristo usó mucho las parábolas para que el público al que Él se dirigía lo comprendiera. Posteriormente un caso muy relevante ha sido el Apóstol Pablo que tuvo que dirigirse a distintos públicos (más allá de los judíos: es decir a «los gentiles»). Se pueden mencionar numerosos ejemplos de ello, como cuando se paró al lado de la estatua al «dios desconocido» y allí predicó sobre quién el consideraba Dios verdadero.
De todas las cartas de Pablo quisiéramos rescatar -para esta reflexión- la muy conocida Primera Carta a los Corintios, que expresa lo siguiente:
«1. Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. 2 Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. 3 Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
4 El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, 5 no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, 6 no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. 7. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; 9 porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. 10 Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. 11 Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, 12 pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. 13 En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.»
Hoy, también hay públicos muy diversos, así como culturas, creencias… muy respetables en esta globalización. Si acotáramos el público al occidental, y coincidiéramos con enfoques como los de Bauman, o a la caracterización de sociedad posmoderna de Gilles Lipovetsky, tal vez la mejor forma de comunicación -desde el punto de vista cristiano- sería partir de «abajo hacia arriba», es decir desde «lo individual» y concreto a lo más «aparentemente» lejano (1) y trascendente, en lo que se refiere al amor. Es decir partir «del amor a uno mismo», para luego ir al «nosotros» que formamos parte de la naturaleza y un ecosistema (2), un prójimo y de allí a Dios. Sería el orden inverso al que Jesucristo le respondió a un fariseo (basado en Quién es, realmente, «más importante»).
El amor a uno mismo (3) es relevante porque está relacionado en la evidencia de la existencia del «yo» (en el marco de un proceso evolutivo), que el cuerpo es el templo del Espíritu, a una sana autoestima y a la vivencia de una dimensión trascendente. Todo esto -en general- no es posible (o muy difícil) si estamos en un contexto de degradación material y de violencia, en cambio de tener el sustento básico asegurado, un adecuado bienestar material (4) y social, donde predomine la armonía y la paz. Por lo tanto tenemos que bregar, luchar y buscar los mejores caminos de una libertad positiva, con equilibrio entre equidad y libertad, para lograr esto último.
Ello conlleva a que nuestro prójimo no sea sólo nuestra familia y comunidad de amigos o local, sino también incorporar al más frágil o excluido como hizo el Buen Samaritano. En el más necesitado está presente Dios y de allí la importancia de que demos testimonio por nuestras obras de que le dimos de comer al hambriento, de beber al sediento….
La comunidad debería ser de gran ayuda para realizar todo lo anterior. Desde la más cercana como la familia o las amistades, hasta la comunidad eclesial (para los creyentes) cuya cabeza es Cristo. Es bueno tener presente, a fin de no idealizar, que está formada por seres humanos frágiles, con grandes gestos de grandeza y santidad pero también de debilidad. Para tomar sólo un ejemplo, podemos ilustrarlo con el Apóstol Pedro (primer liderazgo humano de la Iglesia) que entre sus deficiencias estuvo el negar a Cristo tres veces y el tratar de eludir su crucifixión en Roma (que finalmente asumió).
Lo anteriormente expuesto se ha manifestado a lo largo de los más de 2000 años de cristianismo de distintas maneras, donde han habido innumerables santos/as y personas buenas, así como personas superficiales, vanidosas, buscadores de poder o depravadas (como los casos de pederastia en muchos países, como este, entre tantos). Como todo esto es «muy evidente y difundido», no parece muy apropiado dirigirse al heterogéneo público actual partiendo de dogmas o enfoques como el de «extra Ecclesiam nulla salus» («fuera de la Iglesia no hay salvación») (5) sin discernir adecuadamente lo qué llamamos «Iglesia» (en particular lo que «la gente entiende por tal») y en parábolas como «la vid y los sarmientos«.
Centrarse en la vivencia del amor en su triple dimensión (6), es lo que nos puede dar una «felicidad verdadera y profunda» que es lo que -finalmente- aspiramos todos los seres humanos, alejándonos de toda tentación de poder como dominio, tratando de construir un futuro mejor y aspirando a la vida eterna.
PD: Quien redactara esta nota es tributario de sus diálogos con su hermano Alejandro, su prima Betty, Mirta, sus amigos José, René, Daniel, Luis, Nito y Ana, Orlando, Gilberto y Patricia, Paco y Gladys, Alicia, Agustín y Florencia, Leopoldo, Juan Diego y Pepe, Eugenio, Norberto y Marcela, Margarita/s, Jorge/s, Carlos, Horacio, Pablo, Enrique, José Luis… entre muchos otros amigos y amigas (sería injusto no nombrarlos a todos, por lo que se pide disculpas de este corto listado) por quienes siente gran estima…. y distintas reflexiones como esta.
(1) Ver el «efecto mariposa» y los enfoques sobre la omnipresencia de Dios.
(2) Tan evidente, claro y dramático a través del cambio climático.
(3) Hemos hecho referencia en esta nota. Una deformación o limitación de esto sería hacerlo solamente sobre «la baldosa en la que estamos parados» nosotros (el «selflove» se transformaría en «selfish» o «egoísmo») y -a lo sumo- extensivo a nuestros seres queridos, y no importarnos «nada» del resto de los seres humanos así como de «ponernos en su lugar».
(4) El «exceso de lo material» tampoco es bueno, y sería deseable tratar de vivir con una actitud de desapego, en línea con reflexiones como las de «Tener o Ser» de Erich Fromm.
(5) En esta nota nos estamos refiriendo, en particular, a la Iglesia católica. En otras expresiones del cristianismo hay similitudes y también diferencias.
(6) Se ha sugerido, humildemente, comenzar por el «yo» o «la persona concreta», y de allí encarar las otras dimensiones. Al final del proceso, debería quedar claro que, si bien todas son importantes, la «mayor» es Dios.