Exploradores de esperanza: un caso vinculado a salir de la pobreza y mitigar el daño ecológico

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La imagen de la entrada ilustra sobre cómo reciclar plástico y transformarlo en un insumo útil para una huerta orgánica que no sólo sirva para la autosubsistencia sino también para vender vegetales a terceros y generar un ingreso a personas pobres. Está tomada de la acción de la ong Proyectar y de esta nota del diario La Nación.

En la nota mencionada, entre otras consideraciones, se expresa que «en los Centros Comunitarios Resilientes (CCR), las familias, especialmente las mujeres, aprenden a amasar y cocinar panes y pizzas para después venderlos, y a cultivar sus propias frutas y verduras orgánicas a partir de plantines que consiguen y reparten los organizadores en los barrios, con el fin de generar recursos y mejoras del ingreso después de meses de altibajos y algunos parates.

En tanto, los chicos participan de algunas actividades, juegan y se alimentan en comedores, mientras sus hermanos, la mayoría preadolescentes, forman grupos de scouts para recolectar PET, o Tereflalato de Polietileno; un plástico que pasó de ser algo “descartable” y ajeno en lo cotidiano a ser cien por ciento valioso, reciclable, por el que hoy ganan dinero (por cada kilo que recolectan reciben $35 y ya llegaron a reunir una tonelada) y hasta fabrican ladrillos ecológicos.

En este sentido, refuerzan la gestión de residuos y separación de origen que Barrio Limpio encabeza desde el principio para cuidar al medio ambiente y reducir así el nivel de contaminación de puntos críticos de la Provincia. “La gente ya no tira más basura en el volquete y se la da a los chicos”, señala a LA NACION Ruth, encargada del merendero El Rincón de Leoncia, en Fuerte Apache, Ciudadela, al hablar de los cambios de hábitos y de higiene que trajo esta iniciativa.  Alan, su compañero y aliado en toda esta cruzada, refuerza: “Ahora sacan el plástico que se estanca en las cloacas; antes para ellos todo era desecho”

La construcción de hornos de barro de material y el armado de huertas,además de la logística presente en las plantas de reciclaje -manejadas por cooperativas y montadas en las comunidades- recae en los hombres de las familias, aunque no se trata de tareas excluyentes. Más adelante, en línea con el “espíritu verde” del proyecto, prevén sumar cocinas solares y que su diseño permita hacer un uso racional del material combustible…»

Es una experiencia de «exploradores de esperanza» (1) que buscan y encuentran caminos concretos para ayudar a salir de la pobreza y mitigar el daño ambiental vinculado al reciclaje del plástico. Son iniciativas que nos llevan a un mundo mejor.

(1) Aquí el concepto de «explorador» está tomado en el sentido que le da Gregory Bateson  (agradezco la referencia que me diera -en su momento- Ana Santos y me recordara Ernesto Gore sobre este gran intelectual) y, en particular, a su libro «Ecología de la mente«.

PD: Sobre el reciclaje inclusivo se puede leer esta nota.

 

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