Ética convergente, visiones plurales convergentes, razón y sentimientos convergentes…

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En una interesante nota de Jorge Fontevecchia, donde se muestra la imagen del libro (similar a la de esta entrada) de Ricardo Maliandi, «Ética convergente», expresa, entre otras cosas, que «en el primero de los tres tomos de Etica convergente: fenomenología de la conflictividad, del filósofo Ricardo Maliandi, que ya cité la semana pasada, se menciona explícitamente que el problema de la conflictividad siempre es moral porque no se trata de elegir entre lo bueno y lo malo sino entre lo bueno y lo bueno (o lo malo y lo malo) porque distintos grupos de personas tienen principios y valores distintos del bien y del mal… Ricardo Maliandi defendió hasta su muerte la idea de que la ética convergente era la herramienta esencial para resolver los conflictos porque si los principios (la moral) fueran los mismos, no habría conflicto».

Lamentablemente no he podido leer los tres tomos de Maliandi, pero voy a tomar de referencia esta nota y este reportaje (1). De los mismos infiero que si queremos acotar o reducir la conflictividad (sabiendo que no la podemos suprimir) (2) debemos promover un diálogo sincero sobre nuestra pluralidad de principios y valores, basado en la razón sobre las implicancias concretas de sus procedimientos y resultados en cuanto a que -en el marco de su complejidad-, contemplamos al «otro», lo valoramos y respetamos en su humanidad (3). Si el diálogo es sincero y cada uno aporta «su» verdad relativa e incompleta, se puede converger éticamente como sostiene Maliandi.

Podemos agregar que «no todo es razón o principios éticos» sino que también tienen gran importancia los sentimientos (como paso siguiente a las emociones). Si en ellos predomina la rivalidad, no como un «juego» para superarnos y ser mejores, sino basada en el egoísmo y la envidia, esto teñirá nuestra razón e invalidará -en la práctica- nuestros valores declarados. Por lo tanto «los planetas» del super-yo, el ello y el yo (si compartimos este lenguaje) deben estar alineados en esa dirección para converger hacia un mundo mejor (4).

(1) En este reportaje se refiere, al comienzo, en que él defiende «un pluriprincipialismo y veo que el primordial problema ético se plantea como conflictos entre principios, y de lo que se trata, en definitiva, es de indicar cómo, y hasta qué punto, es posible la convergencia entre las exigencias contenidas en tales principios. Estos no provienen de otra instancia que la razón misma, la cual de ese modo revela su conflictividad intrínseca». Más adelante dice que «la posibilidad de convergencia gradual entre principios es posible porque los principios mismos son complejos: en cada uno de ellos se puede cumplir aspectos de su exigencia que resultan compatibles con el cumplimiento de aspectos de las exigencias de otros. Lo que no es posible, o lo es muy excepcionalmente, es un cumplimiento óptimo. La ética convergente alude, en tal sentido, a una “incomposibilidad de los óptimos”. Dicho de otro modo: los principios son imprescindibles, pero no hay que hacerse sobre ellos demasiadas ilusiones; lo decisivo no es su cumplimiento pleno, sino su indemnidad. Si se los reconoce como principios, lo coherente es no dejarlos nunca fuera de consideración. Su admisión teórica implica presunción de aplicabilidad, y ésta compromete al agente a intentar su aplicación concreta»

(2) En la nota de Fontevecchia hay un recuadro que indica que «el primado ontológico de la unidad en una síntesis sería un prejuicio idealista del racionalismo romántico». Aquí podríamos agregar que, la búsqueda de la unidad en la perspectiva cristiana, se basa en la práctica del amor, y de la compasión como en el caso de la mujer adúltera. El concepto de «pluralidad de principios» de Maliandi se complementa en la vivencia de una una pluralidad de carismas, que requieren -para perdurar- de estar unidos a Jesucristo, tomando como metáfora «la vid y los sarmientos«. Si tenemos en cuenta parábolas como la del sembrador, sabemos que -lamentablemente- la palabra de Dios no fructifica en todos. Por lo tanto la unidad plena en este mundo, basada en el amor, lamentablemente no parece posible de alcanzar, al menos en este estadio evolutivo y de sabiduría humana. 

(3) incluyendo al conjunto de la Creación (desde una perspectiva cristiana), o en términos -más comunes y acotados- al «medioambiente».

(4) Como se ha planteado en la página de inicio de este blog, se utiliza el término “mundo” en su acepción corriente, y no en términos filosóficos como el planteado por Markus Gabriel en su obra “El mundo no existe” y cuya reseña se puede visualizar en este link.

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