No es una definición de economía que ha prevalecido, pero es muy importante y es la que se refiere al enfoque «sustantivo» de la economía, planteado por Karl Polanyi. Es decir, la economía está para plantear y resolver la cuestión del sustento de la especie humana.
En lo anterior juegan un rol central las materias primas que surgen de la naturaleza, y en especial las vinculadas con proveer la energía humana a través de los alimentos, así como la energía que surge de los recursos no renovables (hoy en cuestión), de los renovables y de los minerales para la manufactura.
Si lo anterior escasea o es abundante, si su precio es alto o bajo, ello tendrá un gran impacto en el desarrollo económico.
En esta excelente nota de Eugenio Diaz Bonilla hace un recuento de los principales efectos económico-sociales, políticos y geopolíticos que ha tenido en el mundo en los últimos cincuenta años. La misma concluye diciendo que «la historia de nuestra región muestra que mientras que no seamos capaces de construir economías diversificadas y con amplia inclusión social, aprovechando nuestros enormes recursos humanos y naturales, vamos a seguir sufriendo con las alzas y bajas de las materias primas. Ojalá que aprendamos para el incipiente ciclo que está insinuándose».
Por su parte en esta reflexión de David Kohn se hace una reseña de las últimas dos décadas de los precios de las commodities y su volatilidad en los países emergentes y concluye diciendo que «algunas economías productoras y exportadoras de commodities, como Australia, Nueva Zelanda, Noruega o Chile, han implementado fondos de estabilización soberanos y reglas fiscales con el objetivo de moderar la ciclicidad de los ingresos del gobierno y atenuar los efectos de cambios en precios de commodities en sus economías. En el caso de Chile, en el año 2006 se creó el Fondo de Estabilidad Económica y Social, que reemplazó al Fondo de Compensación del Cobre creado en 1987, para acumular ingresos fiscales en tiempos de alto precio del cobre y usarlos para financiar gastos en los períodos de menor crecimiento. Dichas políticas pueden contribuir a la estabilidad macroeconómica y ser especialmente útiles en países muy dependientes de los precios de commodities, como es el caso de Argentina que en 23 de los últimos 60 años ha sufrido una caída de su producto interno bruto –más que cualquier otro país en el mundo en ese periodo–.»
Ambas conclusiones son muy pertinentes ante un mundo tan cambiante e incierto, y con grandes desafíos como el cambio climático y los efectos del acelerado cambio científico-tecnológico.