En esta nota de John Carlin, titulada El «Yvosquéismo», o cómo evadir verdades, señala que se trata de un intento de desviar la atención de un daño al señalar supuestos daños del acusador. Comienza diciendo: “Pablo, ¡dejá de pegar a tu hermanito!” “¡Pero mamá! ¡El otro día le pegaste vos!” La respuesta del chico a la madre es un clásico de la astucia infantil y un clásico del cinismo adulto. Tiene un nombre en inglés, “Whataboutism” (1), cuya traducción al castellano sería algo así como “yvosqué”, más un “ismo” al final.
La definición del fenómeno sería la siguiente: un intento de desviar la atención de un daño, agravio u ofensa en el presente con un episodio del pasado, de crear una engañosa equivalencia moral, de señalar al acusador como un hipócrita. Lo vemos todos los días en todos los contextos, pero de manera especialmente notoria en la política. Lo típico es que el portavoz de un partido acusado de robar o de mentir o de no cumplir promesas responda, “Ah, ¿y ustedes qué? ¿Quiénes son para criticarnos? ¿Se olvidan de aquella vez cuando…?”
Esta es exactamente la táctica que emplea hoy Donald Trump, imputado esta semana por enésima vez, en esta ocasión por el intento de subvertir la democracia de Estados Unidos cuando ocupaba, ni más ni menos, la presidencia de la nación.
La respuesta de Trump es: “Y el hijo de Joseph Biden, ¿qué?” Hunter Biden vive bajo sospecha de haber explotado el nombre de su padre para conseguir contratos comerciales en el extranjero. Aún no hay pruebas contundentes contra el hijo del actual presidente, pero eso no ha impedido que Trump acuse al padre en las redes sociales de ser un corrupto, a la familia Biden de ser “criminal”.
El “yvosquéismo” le sale por naturaleza a Trump. No olvidemos que uno de sus varios secretarios de defensa, el general James Mattis, dijo que el expresidente tenía la edad mental de un chico de diez años. Trump imita a su vez a su amigo Vladimir Putin, cuya respuesta a las críticas por la invasión de Ucrania es, por su naturaleza soviética, “¿Y el intervencionismo de Occidente, qué?”.
En la Argentina se ha utilizado el «ahh… pero…» para tal dirigente o fuerza política, o acciones determinadas. Es un mecanismo defensivo de trayectoria muy larga, que podemos encontrar, por ejemplo, en el texto evangélico que plantea que se mira la paja en el ojo ajeno y no la viga o el tronco en el propio.
Desde el punto de vista ciudadano, es muy interesante esta reflexión de Jaime Correas, donde señala que Alfonso Berardinelli, en su libro “Leer es un riesgo”, relata una anécdota que puede ser leída en clave de la coyuntura argentina actual: “Y en 1900 el sindicalista revolucionario Arturo Labriola escribió una carta a Benedetto Croce: ‘En la actualidad, para los italianos que, como nosotros, vivimos al margen de las grandes corrientes de la historia (¡lo único verdaderamente histórico para nosotros es el Papa!), que lo único que ofrecemos al mundo son mafiosos, camorristas, gobernantes ladrones, procesos escandalosos, impotencia administrativa, ignorancia política, dotes de charlatán, un populacho ignorante, unos politicastros de café (incluidos casi todos los socialistas), es casi imposible orientarse sobre el estado del mundo’”.
“Palabras a las que Croce respondió con este estoico y antihistórico propósito: ‘Continuar haciendo nuestro trabajo como si estuviéramos en un país civilizado.’”
Tener buenas actitudes y acciones, aún sabiendo que somos imperfectos y que hay contextos muy difíciles o adversos, nos puede conducir a un mundo mejor que el presente.
(1) La imagen de la entrada muestra, en inglés, como es una forma o modalidad particular de no diálogo.