Karl Marx no sólo se preocupó por comprender el mundo en qué vivía, y en especial en diseccionar el modo de producción capitalista, sino que se planteó su transformación (ver imagen de la entrada). Según su enfoque, y podríamos decir su visión, se iba a dar a través de la lucha de clases (protagonizada en especial por el proletariado) y la instauración del socialismo. Este último iba a emerger por la eliminación de la institución de la propiedad privada y una evolución de la conciencia que posibilitara la instauración de otra institución: la socialización de los medios de producción. A su vez esto iba ser posible por un partido (el comunista) que instauraría la dictadura del proletariado y por lo tanto terminaría concentrando el poder en la dirección de este partido y en una burocracia («colectivismo burocrático») que lo implementaría en el denominado «socialismo real».
Luego de la implosión de la Unión Soviética, y que más allá de que no quedó casi nada de esa experiencia (tal vez una de las pocas es Cuba), el intento de extirpar -por medio de una revolución violenta- la explotación del hombre por el hombre no pudo articularse con resultados positivos en términos de progreso económico y social sostenido para la mayoría, así como de combinarse con lo que en occidente se denomina «sistema democrático».
En un reportaje que le hace Jorge Fontevecchia a Slavoj Zizek, en una parte del mismo, este último expresa que «nuestra fórmula no debería ser la tesis N° 11 de Marx sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Deberíamos darla vuelta. En el siglo XX, tal vez hayamos tratado de transformar el mundo demasiado rápido, sin saber qué estábamos haciendo».
Siguiendo con el reportaje Zizek comenta que «me gusta citar a un compañero de la Escuela de Frankfurt, Walter Benjamin, que dice “todo fascismo es señal de una revolución fallida”. No hablo de derribar el capitalismo con la propiedad común (ningún antiguo modelo comunista funciona) (1), pero sigo siendo muy pesimista. Si no encontramos una tercera vía, no la de Tony Blair, pero sí una tercera vía entre el capitalismo liberal y estas reacciones fascistas, estamos perdidos. Claro que no creo en una revolución clásica y todo eso sería una locura. Solo juego con ideas. No sé lo suficiente de economía, pero ¿qué le parece endurecer los controles financieros? No sé qué se puede hacer ahí, sé que donde se aplicó, puede funcionar. Mire la crisis de 2008. ¿Por qué China la sobrevivió bastante bien? Porque, como tenían un Estado autoritario, pudieron imponer controles financieros. Quizás éste pueda ser el primer paso».
Según nuestra modesta opinión la tercera vía (de la que habla Zizek) ha tenido muchas expresiones, además de la que menciona de Tony Blair, y la más exitosa en términos de articulación de democracia, con crecimiento, distribución de la riqueza («acotar la desigualdad») y buscar implementar un estado de bienestar que se fue «aggiornando», ha sido la de los países escandinavos (hemos mencionado el caso de Suecia). Al respecto consideramos que, aprendiendo de sus limitaciones o errores históricos -que se pueden corregir-, y con las adaptaciones a cada caso particular, las políticas públicas deben estar enmarcadas en el corto y mediano plazo en esta visión y enfoque socialdemócrata (o socialcristiano como el de Alemania de Angela Merkel) (2) si queremos ir hacia un mundo mejor. En esta línea hemos escrito algo sobre la importancia de redefinir el «estado de bienestar«. Por supuesto esto no agota todas las alternativas como las planteadas en «otras economías» (como la economía del bien común y otras mencionadas en esa sección), así como tampoco las políticas sobre desigualdad (ver en esta nota el caso del Japón) o las distintas dimensiones hacia un cambio profundo y un postcapitalismo.
Respecto de regulaciones de control, coincidimos con los ejemplos que menciona como es el caso del capital financiero (ver esta nota), pero para eso es importante que los gobiernos representen a la mayoría de los ciudadanos (en el marco de un gobierno abierto y con mucha transparencia) y no privilegien a grupos de interés con alto poder económico que financian campañas políticas e incluso colocan a sus representantes.
En cuanto a China, en otra parte del reportaje Fontevecchia le pregunta: ¿cuál es el sistema de China? ¿Es capitalismo? Respuesta: ¡No, es algo genuinamente nuevo! No es capitalismo en el sentido clásico, pero tampoco es un régimen autoritario cualquiera.» Al respecto hemos intentado hacer una nota crítica en este link y hemos valorado lo que están haciendo para revertir el cambio climático. Para una mejor caracterización nos animamos a decir que el sistema económico en China, si bien se denomina «socialismo moderno chino para la nueva era»:
- tiene rasgos de capitalismo de estado con empresas estatales que buscan transformarse en empresas mixtas con capital privado. De hecho entre las 500 empresas más grandes lideran las del estado. Esto hace que puedan orientar su inversión en base a decisiones estratégicas que este les fija, como es el caso de orientarse hacia las energías renovables.
- un fuerte desarrollo de empresas privadas (por ejemplo un caso muy notorio es el del consorcio Alibaba) de un capitalismo competitivo pero con apoyos y regulaciones del mercado por parte del estado (3). Deberíamos tener mayor información sobre las características de la burguesía china y de su diversidad. Es de suponer que, al igual que los millonarios rusos, muchos de ellos emergieron de los cuadros del partido comunista cuando la mayoría de los emprendimientos eran del estado. Más allá de que ahora son empresarios privados, se supone que son «sensibles» a las indicaciones del gobierno chino así como al cumplimiento de las normas que se fijan.
- hay ejemplos (ver esta nota) donde se combina la política pública gubernamental en pequeños pueblos con incentivos morales para las familias (con un sistema de puntuación con estrellas) más cooperativas (economía social) más asignación de presupuesto público (fondos del estado) para obras vinculadas al bien común.
En síntesis, tal vez la visión y enfoque de las políticas públicas que nos lleven a un mundo mejor deberían tomar las mejores prácticas de los países escandinavos y aprender del rol de un estado inteligente que hacen uso países como China, pero sin caer en el autoritarismo o sin respetar un sistema democrático. Este último tendrá que contar con los consensos y decisión necesaria para ir en esa dirección sin caer en variantes populistas o -en el otro extremo- neoliberales.
(1) nota al pié sobre lo señalado por Zizek: cabe destacar que el planteo de Elinor Ostrom sobre los bienes comunes sí es posible si se cumplen determinadas reglas como las que se muestran en la Tabla 1 de este documento, en la página 355.
(2) Pensadores como Boaventura de Souza Santos señalan que el bienestar de estos modelos no hubieran sido posible sin un pasado de colonialismo y de intercambio desigual entre países centrales y periféricos.
(3) agradezco comentarios, como los del Lic. José Beckinstein, quien menciona que detrás del estado, está el partido que «está al comando», donde el mercado es (sólo) un instrumento de estrategia de poder. Ella se expresa, por ejemplo, sacando del mercado todo lo que es considerado estratégico, incluso servicios financieros, donde la participación privada y extranjera está muy limitada. De allí la presión de los EE.UU.