La vida, además de poder disfrutarla y satisfacer nuestras necesidades, está abierta a la posibilidad de añadir valor a lo que pensamos y hacemos. Nuestro esfuerzo (o valor trabajo) en tanto también sea valorado subjetivamente (en términos de necesidad, deseo y utilidad), además de por nosotros, por otros, dará lugar a un intercambio. Si este es monetizado -como viene sucediendo desde el origen de la moneda, y en particular desde el mercantilismo y el capitalismo- dará lugar al modo de intercambio que denominamos mercado, en tanto el demandante pueda pagar lo que nosotros ofrecemos (demanda «efectiva»).
Esta temática es abordada en economía por la teoría del valor, por el enfoque de cadenas de valor, y está relacionada a la nota que hicimos sobre la economía del conocimiento, a la referida al significado del trabajo y a poner en valor nuestros talentos y ser competentes. Es muy relevante el enfoque de la economista Mariana Mazzucato que se puede visualizar en este video (*) en la Universidad de Oxford. Allí se analizan las distintas teorías y enfoques sobre el valor, se plantea como el valor se genera de manera colectiva, y como es de fundamental importancia el rol de un estado inteligente y eficaz que impulse la innovación, una economía productiva (y no la financiarización) vinculada con lo sustentable social y ambientalmente. Este debería ser el propósito que tenga como “fin la economía” según esta intelectual. Ella finaliza su alocución deseando que esta sea una “economía de la esperanza”.
La definición más usual de valor agregado en economía es la del «valor adicional que adquieren los bienes y servicios al ser transformados durante el proceso productivo. El valor agregado o producto interno bruto es el valor creado durante el proceso productivo. Es una medida libre de duplicaciones y se obtiene deduciendo de la producción bruta el valor de los bienes y servicios utilizados como insumos intermedios. También puede calcularse por la suma de los pagos a los factores de la producción, es decir la remuneración de asalariados, el consumo de capital fijo, el excedente de operación y los impuestos a la producción netos de los subsidios correspondientes». Por lo tanto, en toda economía contemporánea hay valor agregado, aunque no se contabilizan, por ejemplo, las tareas del hogar y del cuidado de menores y adultos mayores en las familias (mayormente a cargo de mujeres).
Además de incorporar a la estimación del valor agregado lo que venimos de mencionar, es fundamental que una economía impulse la creación de valor con los recursos naturales, materiales y humanos que posee, en el marco de una economía sustentable en lo social y en medioambiental. Al respecto deseamos plantear algunas pistas e hipótesis, teniendo como telón de fondo el caso argentino y partiendo de lo posible (lo más mínimo, básico o un alcance casi inmediato) hacia lo deseable (los bienes y servicios muy diferenciados y de alto valor agregado):
- lo más básico: el reciclado (de papel y cartón, vidrio, plástico….), la recolección de verduras y frutas en los bordes periurbanos (desde paltas en árboles hasta verduras y frutas), la música (trovadores urbanos en transportes y sitios de mucha circulación) o el arte (teatro callejero), la puesta en valor de fachadas con arte urbano, relacionada con diversas actividades de la economía popular y del fomento del trabajo en las personas en situación de pobreza, entre otros,
- lo más deseable: los egresados de ciencias exactas, biológicas o del programa 111.000 de formación de programadores y su empleabilidad en empresas de vanguardia tecnológica, la innovación aplicada al desarrollo de nuevos productos y servicios, y también a diferenciar los existentes (nexo entre Universidades y programas científicos-tecnológicos con empresas), sólo como algunos ejemplos,
- en lo intermedio lo que podamos darle valor agregado a la minería (como el litio), a los granos (producción avícola y de porcinos), a los limones, a la uva (como el vino) y otras frutas, el desarrollo de cultivos ancestrales como la quinoa, la industria de la alimentación en general, y otras ramas de bienes y servicios como el turismo, las industrias culturales o vinculadas al cuidado de personas (menores, adultos mayores, frágiles en cuanto a su salud y condición socioeconómica, o con adicciones), y del medio ambiente, etc.
entre otros. Todo ello requiere de un marco macroeconómico apropiado, reglas estables (seguridad jurídica) y capacidad de gestión de quienes están al frente de las empresas, como expresa esta nota.
Deberíamos pasar de una concepción industrial a una de agregar valor a todo lo que podamos, que -por supuesto- incluye a la industria pero va más allá. Todo ello en un contexto nacional e internacional (a junio de 2018) que está bajo un paradigma VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), en un mundo preocupante. De todos modos, deberíamos ser realistas que tenemos esperanza en un mundo mejor y que se debería construir paso a paso desde la educación y la familia, hasta las demás esferas de la sociedad, la economía y la política, con las instituciones y estímulos adecuados correspondientes.
PD: Agradezco a Alejandro Peyrou el planteo de esta inquietud y este texto.