Friedrich Nietzsche ha expresado que «los hechos no existen, sólo existen las interpretaciones«. Según esta fuente «el autor de esta frase, Friedrich Nietzsche, postulaba que no existen suficientes interpretaciones para poder agotar un hecho, un acto, siempre alguien más podría ver algo diferente. No hay una verdad absoluta, sino interpretaciones múltiples de la realidad. Esto nos invita a reflexionar acerca de cómo cada uno accede al mundo que nos rodea. Las personas, a partir de nuestro bagaje de intereses, emociones, esquemas, creencias e historia personal, entre muchos otros factores, captamos los estímulos del entorno de una forma peculiar, única, generando nuestros propios recortes del ambiente y, en función de ellos, interpretamos. A partir de estas interpretaciones, intentamos explicar o echar luz sobre algo, un evento, una circunstancia. De este modo, nos apropiamos de ello, lo quitamos del mundo externo para unirlo a nosotros, es decir, lo subjetivamos. Ahora bien, ¿cómo repercute esto en nuestra vida cotidiana? Constantemente estamos realizando interpretaciones sobre la realidad, que son en general acordes con la sociedad y la cultura en la que estamos inmersos, la cual nos atraviesa e influye constantemente».
Por lo tanto, como expresa la imagen de la entrada, no es que los hechos no existan sino que hay múltiples interpretaciones de los mismos cruzadas por distintas cuestiones como las emociones, los sesgos cognitivos, no soportar que se nos caigan determinados ideales (convertidos en idealizaciones de personas o situaciones sobre la que se basan nuestras creencias o nuestra fe), la desmentida, entre otras (1). La disciplina que estudia la interpretación es la hermenéutica, y hay enfoques como los derivados de la psicología y el psicoanálisis, donde las hipótesis interpretativas tienen una gran importancia para acercarse a una verdad (aunque sea parcial dentro de la complejidad humana) que pueden ayudar al paciente a comprender una situación y tratar de modificarla.
Sobre lo que venimos de mencionar, en la fuente citada más arriba, se da el siguiente ejemplo: «una viñeta referida por V. Frankl también nos permite ver con claridad lo expresado anteriormente: un viejo doctor en medicina consultó debido a que padecía una fuerte depresión al no poder sobreponerse a la pérdida de su esposa que había muerto dos años atrás. El terapeuta lo hizo reflexionar al preguntarle qué hubiera sucedido si él hubiera fallecido en lugar de su esposa. A partir de allí pudo pensar en cuanto hubiera sufrido su esposa. El terapeuta lo hizo ver que había ahorrado ese sufrimiento a su esposa, pero debía pagar por ello sobreviviendo y llorando su muerte. Al encontrar un sentido a aquello que le estaba pasando, el sufrimiento dejó de ser vivido como tal, se le encontró un sentido, en este caso el sacrificio».
Tomando el ejemplo que se viene de mencionar ojalá que cada uno/a no niegue la realidad, pueda reconocer las múltiples posibilidades de interpretación de un hecho concreto (por ejemplo la muerte de una esposa) (*) y pueda darle un sentido sanador o reparador. Ello nos puede conducir a un mundo mejor.
(1) Al respecto es interesante este texto de Jean-Leòn Gerome (1896).
(*) se puede extender al campo de la política, de hechos delictivos o traumáticos, etc.