La temática planteada en la imagen de la entrada la hemos abordado, de alguna manera, cuando nos hemos referido a la cuestión del sentido. Ahí decíamos que tiene múltiples respuestas, según cada quien, y pueden ir desde que «no sabemos» hasta que estamos aquí para ser co-creadores y buscar una felicidad plena vinculada al amor en todas sus dimensiones.
Entre las posibles respuestas vamos a introducir una más: «la de ser reconocidos o valorados«, que puede interpretarse como narcisista o también que somos seres sociales que tenemos la necesidad y el deseo de ser valiosos para otros en esta Tierra. Según esta fuente «para Hegel, la realidad humana se condensa en lo que llamamos historia universal. A su vez, lo que ha marcado esa historia es la relación desigual entre los seres humanos. Entre tiranos y tiranizados. De este modo, la dialéctica histórica es la dialéctica del amo y el esclavo. Lo que ha movido la historia es esa contradicción entre unos y otros y ha dado lugar a una desigualdad en la autoconciencia de los seres humanos…En la dialéctica del amo y del esclavo de Hegel, el deseo tiene una posición muy relevante. Este filósofo señala que los animales tienen un deseo que se satisface con un objeto inmediato. El animal no es consciente de que desea. En el ser humano, en cambio, las cosas son diferentes. Para Hegel, la historia es la historia de las relaciones sociales. Esta se inaugura cuando hay dos deseos humanos enfrentados. Lo que el ser humano desea es ser deseado por otro ser humano. En otras palabras, ser reconocido por el otro. Entonces, el deseo humano es fundamentalmente deseo de reconocimiento. El ser humano quiere que los demás le den un valor autónomo. Esto es, un valor propio, que diferencie a cada uno de los otros. Esto es lo que define la condición humana. Por lo tanto, según Hegel, lo propio del ser humano es imponerse sobre los demás. Solo cuando el otro lo reconoce como alguien autónomo se crea la autoconciencia. A su vez, las autoconciencias libran entre sí una lucha a muerte»(1).
De lo anteriormente expresado podríamos discrepar en que «la única opción para ser reconocidos o valorados» es que «lo propio del ser humano es imponerse a los demás«. Si bien la cuestión del poder forma parte de la condición humana -como lo podemos constatar cotidianamente-, no es la única forma de canalizar nuestra energía como hemos reflexionado en esta nota. La evolución humana implicaría salir de «la lógica o dialéctica de amo y del esclavo» dado que al tener el ser humano cada vez más poder -como «dominio»- , esta dialéctica nos llevaría a la extinción como especie.
Para finalizar quisiéramos posicionarnos desde una creencia: la cristiana que surge de los Evangelios, y relacionada con «ser valiosos«, es decir, que «somos talentosos» en el marco de la diversidad y singularidad de personas y contextos. La parábola de los talentos expresa (en cursiva agregado interpretativo): «Porque el reino de los cielos es como un hombre (Dios) que yéndose lejos (Dios que se aleja, nos deja en libertad), llamó a sus siervos (nosotros los humanos) y les entregó sus bienes (la Creación)…» A continuación el texto sigue con «a uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos….(2). La fructificación de los talentos tiene que ver con obrar con amor y responsabilidad en dirección del bien y la vida.
En la cita que haremos mención en este párrafo, emerge de que para ser valorados por Dios, esto conlleva a actuar concretamente como humanos en re-equilibrar las situaciones donde hay privaciones y carencias graves, dolores, odio y diferentes formas de mal (la libertad conlleva a que puede existir el mal, pero este no es «deseable» para nadie y en particular para Dios). En la reparación y regeneración que, como humanos hagamos de estas situaciones, es donde se responde la pregunta ¿donde está Dios? En el Evangelio de Mateo 25-31-46, que se refiere al Juicio de las Naciones, en el punto 34 expresa: «entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis».
Hay otras tradiciones y creencias (3) que también convergen en enfatizar el amor, la empatía, lo bueno (como «lo noble») y jugar positivamente nuestra conciencia y libertad en la construcción de un mundo mejor y más feliz. Es muy relevante que las podamos vivir.
(1) La dialéctica del amo y del esclavo -entre otras derivaciones-, Jorge Fontevecchia la aplica en esta nota al proceso electoral argentino.
(2) El texto continúa así: «Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes».
(3) Por ejemplo las de un humanista y escéptico, como Miguel de Montaigne, que entre sus pensamientos está que «para juzgar cosas grandes y nobles, es necesario poseer un alma igual de grande y noble«. Recordemos que la palabra «noble» -según el diccionario- se refiere a «que actúa de buena fe, sin ninguna maldad o doble intención». Si se fomentara el enfoque o la creencia de «cultivar un alma noble» sería un gran paso «evolutivo» en la conciencia humana. También hay otras tradiciones como la indo-oriental y el saludo del Námaste o Namasté (palabra de origen sánscrito). Esta palabra es el resultado de dos términos:“namas” que podríamos traducir como “saludo” o “reverencia”, y que tiene su raíz en “nam”, que significa “postrarse” o “inclinarse”, y “te”, que vendría a ser un pronombre personal para configurar la expresión “me inclino o me postro hacia ti”. Pone en evidencia una postura opuesta a la del dominio, y si se vive -más allá de la palabra y el gesto- también nos conduce a un mundo mejor