Hace un tiempo escribimos una nota sobre «evolucionar«. Conversando con un amigo, Miguel Mascialino, me aportaba el enfoque de Teilhard de Chardin y, en particular, la formulación de la ley de complejidad-conciencia. Según este último link es «un intento de abarcar, mediante un mismo principio, tanto a la teoría cosmológica de la gran explosión (big bang, ver imagen de la entrada), que da origen a la materia, como a la evolución biológica y a la evolución cultural. Teilhard de Chardin conjeturó que existe una tendencia en la evolución de la materia a lo largo del tiempo a adquirir formas de organización más compleja, al mismo tiempo que aumenta el nivel de conciencia».
Por mi parte, en las lecturas que venía haciendo sobre la teoría general de los sistemas, conocí más en detalle el pensamiento de Kenneth Boulding y, en especial, un artículo que escribió en 1956 denominado “la teoría general de sistemas y la estructura científica”. Allí planteó la siguiente clasificación para los sistemas que siguen el principio o se asemejan a la ley de complejidad-conciencia:
Nivel 1. Estructura Estática
Nivel 2. Mecánico o de relojería
Nivel 3. Cibernético o de equilibrio
Nivel 4. Estructura de autoreproducción o de célula
Nivel 5. Genético asocitativo o nivel de las plantas
Nivel 6. Mundo animal
Nivel 7. Humanos: donde, además de todas las características de los animales, el hombre posee sistemas de auto-conciencia (pasado y porvenir), que es algo distinto de la mera conciencia.
Nivel 8. Organizaciones sociales
Nivel 9. Sistemas trascendente.
Si los anteriores enfoques fueran ciertos en la escala universal (o del «multiverso«, en caso de confirmarse su existencia), cabría preguntarnos si esto es lineal y homogéneo, o si -por el contrario- es no lineal y heterogéneo (¿caótico?) y puede haber fallos, fracasos y desviaciones en este proceso general en curso, tanto a nivel de la Tierra como de otros puntos del cosmos. Si lo redujéramos a la Tierra y en el campo de la conciencia podríamos afirmar que el conocimiento y la información han ido en ascenso en el devenir, con aportes como los de la filosofía y de las religiones (en tanto promotoras de la sabiduría, la paz y el amor, y no de fanatismo) y las ciencias en general. Pero las guerras, las situaciones de hambruna, desigualdad e injusticia, la destrucción del medio ambiente, entre otras cuestiones, nos interrogan seriamente sobre si hay más conciencia.
Esto nos lleva a definir qué es «conciencia». Entre las fuentes se puede ver la Wikipedia donde destaca que, un primer enfoque y de uso más extenso, se refiere a la captación, reconocimiento del sentido y la relevancia de cualquier aspecto de la realidad o de uno (a) mismo (a). El término conciencia no tiene por qué ser simplemente intelectual. El segundo enfoque es el reconocimiento de aquello que está bien y de lo que está mal, esto es, la capacidad de dirimir casos de conciencia. Desde un sentido moral, también podemos hablar de la toma de conciencia social o política, que se puede definir como el conocimiento que tiene una persona sobre los demás integrantes de su comunidad; y la concienciación ecológica, que es la aceptación y el intento por cambiar los aspectos negativos producidos por el ser humano en la naturaleza. Seguramente coincidamos con que la respuesta es negativa -en términos muy generales y de acuerdo a lo mencionado al final del párrafo anterior- para el segundo enfoque, más allá de que en términos particulares esto no se presenta en muchos casos o hay otras expresiones de conciencia.
¿Por qué es esto? Podríamos hipotetizar que hay diferentes motivos, en el marco de un proceso evolutivo en que no hemos madurado colectivamente lo suficiente en términos de sabiduría. Esto último podríamos sintetizarlo en que:
- aún predomina «lo individual» -relacionado con el narcisismo y «mi lugar» o «nuestro lugar» grupal o nacional-, no pudiendo pasar a una personalización solidaria y comprensiva de un contexto universal. Frente a contextos de crisis, muchas veces el miedo y la visualización de la posible amenaza del «otro», provoca reacciones violentas y fascistoides, sin avanzar en comprender las causas que provocan las crisis y posibles caminos alternativos,
- el afecto y las distintas formas de amor, aún están reducidas -en general- al campo de lo íntimo, familiar o de amistad, pero no a «lo macro» social, económico (1) y político donde predominan un interés de corto plazo y relaciones de poder y, muchas veces, la ambición desmedida de «ir por todo» -en las dimensiones que venimos de mencionar- expresado como dominación y codicia.
Podríamos afirmar que si no hay un salto evolutivo en cómo canalizar nuestra energía, sin caer en relaciones de poder, no habrá mayor conciencia y no tendremos destino como especie. En la nota sobre «evolucionar«, que mencionáramos al principio, comentábamos que el astrofísico Carl Sagan, en un capítulo de su serie «Cosmos», se preguntaba sobre la posible existencia de extraterrestres y por el hecho de que estuvieran navegando por el universo. En el libro del mismo nombre (Ed. Planeta, Barcelona, 1985) en la página 311, afirma que “es muy probable que el solo hecho de que hayan sobrevivido tanto tiempo demuestra que han aprendido a vivir con ellos mismos y con los demás”. ¿Estaremos a tiempo de construir un mundo mejor donde convivamos sin que predominen las relaciones de poder? No sabemos y parece difícil, pero todos deberíamos hacer nuestro aporte para lograrlo.
PD: Agradezco el comentario de I. Lotersztain respecto de que también se «involuciona».
(1) en este blog hemos intentado demostrar que se puede emprender más allá del homoeconomicus, que hay economías alternativas y posibilidades de implementar otro tipo de políticas públicas.