En la imagen de la entrada se ha colocado la del juego Tetris, a la que se le ha adicionado una mano que reflejaría una intervención humana, más allá de lo aleatorio o el azar en la caída de las distintas piezas. Las piezas, en esta nota, podrían simbolizar singularidades, intereses, preferencias, distintas dimensiones o componentes…. Encajan en donde?: en nuestra interioridad así como en un sistema, contexto, sociedad o comunidad (según la perspectiva) donde puedan articularse armoniosamente el bien individual con el bien común que pueda llevarnos a la felicidad.
La Wikipedia menciona la opinión del Dr. Richard Haier, respecto a que «jugar al Tetris de forma prolongada puede llevar a una actividad cerebral más eficiente durante el juego. La primera vez que se juega al Tetris, aumentan la función y actividad cerebral, incrementándose también el consumo de energía y glucosa por parte de este. A medida que el jugador de Tetris se vuelve más hábil, el cerebro reduce su consumo de energía y glucosa, indicando una actividad cerebral más eficiente para el juego. Jugar al Tetris de forma moderada (media hora al día por un período de tres meses) incrementa las funciones cognoscitivas tales como «pensamiento crítico, razonamiento, procesamiento del lenguaje», elevándose también el espesor de la corteza cerebral». Seguramente coincidiremos que es una buena noticia. Ahora bien, además de lo que se viene de mencionar: ¿a nivel personal podemos combinar bien distintas piezas, elementos o dimensiones que nos permitan ser felices?
En esta nota sobre un libro de José Eduardo Abadi, que se titula «De la felicidad también se vive«, señala que este «reconocido médico psicoanalista, asume el desafío de repensar el concepto de felicidad despojándose por completo de fórmulas simplificadoras. Abadi propone el «ser feliz» como la combinación armónica entre lo que se siente, lo que se piensa y lo que se hace. Si nos planteamos metas alcanzables, renunciamos al goce del sufrimiento y relegamos las fantasías que nos llevan a callejones sin salida, la felicidad es posible. Y no se trata, por ello, de una felicidad mediocre, sino de un intento de coherencia interior entre nuestros anhelos y la realidad. Estamos pensando la felicidad humana, ligada a nuestra condición de sujetos mortales, incompletos y en conflicto. Si esto queda anulado, se juegan engañosamente objetivos inalcanzables. Por otro lado, no podemos pensar la felicidad como un concepto aislado. Es importante articular lo individual con la relación con el otro, con la sexualidad, la pareja, la imaginación, la amistad y la sorpresa».
Sin duda esto no es fácil ni a nivel personal (por ejemplo: nos puede faltar coherencia o idealizamos) o cuando lo trasladamos a lo social (como hemos reflexionado en esta nota), en un territorio, en lo nacional, en la construcción de la paz a nivel internacional y en un contexto de un mundo preocupante. Tendremos, con humildad y aprendiendo de nuestros errores, tratar de poner lo mejor de nosotros y apelar a la buena voluntad de los demás, para que esta construcción de la felicidad -que plantea Abadi- se pueda ir concretando no sólo a nivel individual sino también en la articulación con los demás.