La importancia de que las emociones vayan acompañadas de pensamiento crítico

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El ejercicio de pensar no es fácil. Sobre este tema es interesante una reflexión de Sergio Sinay que se llama «volver a pensar» (1) y que, lamentablemente, no está subida a la web.

Allí hace referencia a Edmund Husserl, y comenta que un colega suyo, Peter Sloterdijk, considera que «para Husserl y su fenomenología hay que salir del tiempo impetuoso de la vida; el dispositivo más elemental es siempre dar un paso atrás. Ese acto permite convertirse en observador. Sin una cierta distancia, pensar es imposible. Y la vida actual no invita a pensar».

Más adelante hace referencia que, «a la salida de la Primera Guerra, el pensador inglés Bertrand Russell advertía algo que es aplicable hoy: el ser humano teme al pensamiento más de lo que le teme a cualquier otra cosa; más que a la ruina, incluso más que la muerte (…) El miedo lo detiene, miedo a que sus creencias entrañables vayan a arruinar ilusiones, miedo a que las instituciones con las que vive vayan a resultar dañinas, miedo de que el mismo vaya a resultar menos digno de respeto de lo que había supuesto».

A esa conjunción de miedo, intolerancia y dogmatismo se suma la pereza mental, el temor a pensar por uno mismo y a que las conclusiones de ese pensamiento determinen el ser excluido de algunos grupos. El resultado es una especie de delivery mental: ingerir ideas que fueron cocinadas por otros sin averiguar los ingredientes ni la calidad de estos. En su libro La tiranía de la elección, la socióloga eslovena Renata Saleci, dice que para que triunfe la opinión mayoritaria es importante que cada uno crea lo que otros creen. De ese modo se evita el riesgo de elegir y pensar por cuenta propia, y así se imponen creencias e ideologías. Las redes sociales (verdaderas factorías de noticias falsas, de ideas, frases y aseveraciones que se vitalizan sin su comprobación y con peligrosa irresponsabilidad) resultaron un vasto campo fértil para esta práctica que fortalece la pereza mental y aniquila el pensamiento crítico. Pero ellas no son la causa, sino el vector.

En una clásica guía de pensamiento crítico destinada a estudiantes y docentes, y publicada en 2003, el filósofo Richard W. Paul (1937-2015) y la psicopedagoga Linda Eldner, fundadores de The Critical Thinking Organization, oponen las fortalezas del pensamiento crítico a las debilidades del pensamiento adocenado: humildad intelectual vs arrogancia intelectual, coraje intelectual vs cobardía intelectual, empatía intelectual (pensar desde el lugar del otro) vs estrechez intelectual, autonomía intelectual vs conformidad intelectual, honestidad intelectual vs hipocresía intelectual, perseverancia intelectual vs pereza intelectual, confianza en la razón vs desconfianza en la razón y en la evidencia, imparcialidad vs embanderamiento intelectual.

Honrar esas fortalezas y denunciar esas peligrosas debilidades puede ser un poderoso antídoto contra graves males de este tiempo, como las grietas, la cultura de la cancelación, el voto automático en las elecciones, el consumo ciego, las idolatrías manipuladas (en el deporte, la música, la política y el espectáculo) y la imposición tanto de un pensamiento como de un modelo único en cualquier campo. Porque cuando se apaga el pensamiento crítico se expande la noche de la ignorancia.

(1) Tiene este libro sobre el tema de esta nota.

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