La raíz de todos los males: querer ser el «Todo»

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Los mitos dicen mucho acerca de la naturaleza humana, y por eso han sido una «materia prima» tan importante para el psicoanálisis y para enfoques como el de Jung (como se expresa en esta nota). En la imagen de la entrada se simboliza a Prometeo, donde el mito expresa que «le roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con el fuego (ya que sin el fuego era imposible que aquella fuese adquirida por nadie o resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar la vida, pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus…». Luego fue castigado por esta acción.

Algo similar aparece, desde una perspectiva judeocristiana monoteísta, en el relato del pecado original en la Biblia, donde la pareja que simboliza a la especie humana desobedece el mandato de Dios de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, y -por lo tanto- desconociendo a Dios quiere ocupar Su lugar (el lugar del Creador o del «Todo», que da origen a «las partes» o distintos componentes de lo creado).

La tentación de tener la suma del poder, simbolizada en Dios, pero sin Su sabiduría de energía creadora e impulsora del amor y del bien -según la tradición judeocristiana-, nos lleva a distintas formas de dominio de unos sobre otros. Si bien esto se remonta a los orígenes de la especie humana y a tradiciones míticas, filosóficas y religiosas como las mencionadas, en esta nota de Luciano Sáliche sobre Theodor Adorno (y su reflexión sobre la modernidad, su relación con el capitalismo y la razón tecnológica), expresa: «¿Quién fue Adorno y por qué todos los que han leído algunas de sus ideas —ideas como liendres aguerridas— no han podido sacárselas de la cabeza? Algo de todo esto queda claro en Sobre la teoría de la historia y de la libertad, libro que acaba de editar Eterna Cadencia con traducción de Miguel Vedda y que reúne una serie de clases —28 lecciones, para ser preciso— sobre progreso, libertad e historia que dio entre 1964 y 1965. En el prólogo, Mariana Dimópulos da cuenta de una serie de interrogantes claves para pensar el libro y el pensamiento de Adorno ubicándolo entre Hegel y Kant. «El hombre funciona como recordatorio de que la relación entre la parte y el todo no siempre es de perfecta integración», escribe la investigadora argentina dando cuenta de una obsesión de Adorno: la contingencia.

Más adelante prosigue: «Dialéctica del Iluminismo es, como se dijo, el gran libro de la Escuela de Frankfurt, un grupo de intelectuales marxistas abocados a pensar cómo el capitalismo se fue inmiscuyendo de a poco y (en apariencia) definitivamente en la cultura. Publicado en 1944, los autores detectan «la victoria de la razón tecnológica sobre la verdad», es decir que «la razón misma se ha convertido en un simple accesorio del aparato económico omnicomprensivo». Observan que en el Siglo de las Luces, la Ilustración, la imposición de la razón por sobre la religión no resultó tan armónica como se creía. Pero, ¿qué fue lo que salió mal?

Vayamos atrás, más atrás. En las últimas páginas del siglo XVIII, en 1799 para ser preciso, Francisco de Goya pintó sus Caprichos, una serie de grabados que podríamos calificar rápidamente como turbios. En uno de ellos, el número 43, una persona duerme sobre una mesa y, detrás, proliferan aves que se confunden, entre lechuzas y murciélagos. En un rincón de la imagen, sobre un rincón, una frase: «El sueño de la razón produce monstruos«. Es es el título de este grabado y presenta un problema fundamental, no sólo para aquellos turbulentos años donde se aproximaba la Modernidad, sino también para los actuales: si la razón es el valor crítico por excelencia, ¿quién puede criticar a la razón? El punto neurálgico de esta cuestión está en la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo. «El surgimiento del sujeto se paga con el reconocimiento del poder como principio de todas las relaciones», escriben Adorno y Horkheimer en el prólogo. Es que la razón es la forma que el hombre —los humanistas ilustrados del siglo XVIII— ha encontrado para dominar a la naturaleza. Si antes todo se explicaba en base a la religión, ahora el propio pensamiento lógico puede dar cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor. Sin embargo, hay una trampa: el hombre forma parte de la naturaleza. Entonces, ¿no es acaso la razón, un instrumento de dominación entre los hombres, es decir, de la clase dominante? El Holocausto, explica Adorno, es el más triste y certero de los ejemplos».

El poder -como principio de todas las relaciones- hay que entenderlo en todas sus dimensiones individuales, sociales, políticas, medioambientales y económicas (1). Su «acaparamiento» y absolutización (tender a «ir por todo») llevan a la autocracia, a distintas formas de daño (a otros y al medio ambiente) y de muerte, a la corrupción y a la idolatría. Respecto de esta última ya figura en la Biblia en la adoración del becerro de oro, y respecto del dinero, es clara la carta a Timoteo 6-10 (escrita por San Pablo) donde expresa “porque la raíz de todos lo males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores”. El dinero, así como el capital, es un medio y no puede ser considerado como un fin (esta es la diferencia con el enfoque clásico del capitalismo que promueve su maximización, sin tener en cuenta -o subordinando- otros propósitos). La variedad de capitalismo que lo «absolutiza» y sólo busca la maximización de este factor de producción, puede ser entendido entonces como una manifestación particular de relaciones de poder. Su superación sólo podrá alcanzarse si logramos canalizar nuestra energía de otra manera: sin relaciones de dominio (2). Esta temática también es abordada en esta nota, desde otras perspectivas.

Lo que venimos de expresar implicar evolucionar y dar un salto en nuestra conciencia. De otro modo pereceremos sin remedio como especie, dado que cada vez tenemos mayor poder pero lo utilizamos sin sabiduría.

(1) generalmente va acompañado de vanidad, derroche, ostentación, soberbia, superficialidad, estupidez, rituales aparatosos para generarle sensación de superioridad material, envidia y más frecuentemente temor a posibles adversarios o enemigos por mayor poder militar o de generación de daño…

(2) en este blog se mencionan múltiples ejemplos de que esto es posible: desde notas como esta hasta ejemplos de otras economías.

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