En una reciente reflexión nos preguntábamos por el «sentido de la política». Lo que allí se expresó no agotaba el tema. Se pueden incluir muchas otras posibilidades, desde las más cuestionables (utilizarla como mecanismo de ascenso social, para enriquecerse, vinculada al uso político del resentimiento…) hasta las más nobles como la transformación de la realidad hacia un mundo más justo, más equilibrado, mejor…. Esto último es muy bueno, pero -como siempre- existe el peligro de confundir ideales con idealización, y una expresión de esto último es considerar a la política como redención.
Como señala esta fuente la palabra redención tiene distintos significados, y entre ellas la liberación. Esta última también no tiene una única acepción, y ellas van desde la emancipación o la independencia, hasta la ataraxia para la filosofía o la liberación para el cristianismo que reconoce a Jesucristo como “el Redentor” por antonomasia, pues murió en la cruz para salvar a la humanidad de la muerte y abrirle las puertas del Reino de los Cielos, en un sacrificio por amor a la humanidad. En el prefacio pascual católico se afirma que Cristo «con su muerte venció al pecado y con su resurrección venció a la muerte» y en el Catecismo de la Iglesia Católica se señala que «la muerte de Cristo es a la vez el el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres». En Mateo 20, 25-28, se expresa que «Entonces Jesús, llamándolos, dijo: «Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos«.
De lo anterior se deduce «el por qué» de la expresión del Papa Benedicto XVI (en la imagen de la entrada) para quienes confunden redención con política.
Otra forma de entender «la redención» consiste en que una persona, un grupo o una fuerza política defina un ideal rígido de hombre nuevo o de sociedad nueva y trate de imponerlo de manera violenta. Ello está muy bien expresado en el «mito de Procusto«.
También hay otros abordajes, como el de Walter Benjamin comentado en este texto, donde plantea un cambio rotundo en la relación de tensión entre materialismo histórico y teología. Quien escribe esta nota dice que «en este trabajo intentaré mostrar esta alquimia, por un lado explicando como Benjamin construye en las Tesis su concepción de la historia partiendo de la crítica a la ideología del progreso en tanto concepción lineal en la que prevalece una noción de tiempo vacío y homogéneo, y por otro lado sosteniendo que las tesis contienen una implicancia práctico-política que involucra el desarrollo del concepto de revolución como problema de actualidad y el concepto de redención como detención del tiempo progresivo». Así mismo hay enfoques, como el de George Sorel, que relacionan «redención» con «violencia» (1), como plantea esta nota.
Ojalá que quienes tengan (o tengamos) «buenas intenciones» respecto de la política y su sentido de transformación hacia el bien común, seamos conscientes de los riesgos anteriores, no confundamos ideales con idealizaciones (en particular rígidas y fanáticas) y no nos pongamos en el lugar de Dios.
(1) Hubiera sido bueno que lo que él llamaba «violencia» (de acuerdo con la nota) se hubiera denominado como acción «no violenta».