La importancia de una buena ficción orientadora: ¿la sustentabilidad?

image_pdfimage_print

En esta nota Fernando Savater expresa que «en todas las épocas les pedimos a los políticos cierta dimensión mítica«. ¿Cuales podrían ser?: ¿la felicidad (puede ser expresada también como «la felicidad del pueblo»)?; ¿la articulación entre libertad, igualdad y justicia?; ¿»la grandeza de la patria»?: no porque -posiblemente- conlleve una expresión de hegemonía sobre otras patrias o naciones; ¿ser hermanos/as?… y así podríamos seguir.

Otra forma de expresar lo de Savater es la generación de una «ficción orientadora». En el libro de Nicolás Shumway, “La invención de la Argentina. Historia de una idea (Buenos Aires, Emecé, 1993) utiliza el enfoque de «ficciones orientadoras» como una de las variables explicativas de las diferencias fundamentales entre quienes lideraron la independencia norteamericana (en especial los del Norte) y quienes lo hicieron en el Virreynato del río de la Plata, que luego marcó el futuro de ambas naciones.

El enfoque de “las ficciones” también aparece, desde la página 37 en adelante, en el texto de Yuval N. Harari, Sapiens. De animales a dioses. Breve Historia de la Humanidad”, editado en 2016. Este autor sostiene que “las ficciones no sólo nos han permitido imaginar cosas, sino hacerlo colectivamente. Podemos urdir mitos comunes tales como la historia bíblica de la creación, los mitos del tiempo del sueño de los aborígenes australianos, y los mitos nacionalistas de los estados modernos. Dichos mitos confirieron a los sapiens la capacidad sin precedentes de cooperar flexiblemente en gran número”.

Sin duda una ficción muy importante, en el marco de lo que se viene de señalar, ha sido la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y su implementación en las distintas legislaciones de los países. Un tema relevante es cómo los mismos se implementan (un caso específico es, por ejemplo, en lo que se refiere a la igualdad).

Ahora bien, ¿cuál es el sustrato material, económico-social y de políticas públicas sobre las que se asientan la aplicación de los derechos? Sabemos que, si no es el adecuado estos derechos no se efectivizarán o lo harán de una manera incompleta y desigual. ¿Cuál sería la ficción orientadora a construir para que los mismos se hagan realidad? En esta nota afirmaremos que es “la sustentabilidad”, vinculada con los Objetivos aprobados por las Naciones Unidas (1).

¿Cuándo toma fuerza este enfoque, y en particular este concepto?. Si bien hay valiosos antecedentes anteriores como «Los Limites del Crecimiento» y aportes de intelectuales de la economía ecológica, hay consenso de que lo hace desde el informe “Brundtland” de 1987, redactado por la ONU, y a cargo de la Doctora Gro Harlem Brundtland. El mismo se denominó “Nuestro Futuro Común” (2). Es un “ideal” (podríamos decir una “ficción”) a construir para satisfacer las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades. Supone el ideal de equilibrio con el ambiente e intergeneracional. Hoy, un poco más de 40 años después, podríamos agregar que este equilibrio o armonía debe incluir acotar la desigualdad, la desaparición de la pobreza, el cuidado de la salud, así como detener y reorientar la energía desplegada en la lucha por la hegemonía de países y determinados sectores hacia un acuerdo que potencie la paz, un desarrollo integral, una base de común de bienestar que nos permita ser más felices a todos los seres humanos.

Los seres humanos, al igual que las plantas y otros seres vivos, necesitamos un mínimo de hábitat adecuado para florecer y prosperar. Más allá de lo dado por la naturaleza, el resto es producto de una realidad cultural, socioeconómica y política que construimos y que deberíamos desarrollar progresivamente de manera equitativa y sustentable en lo socioeconómico y en lo ambiental.

En una reciente nota, Fabián Bosoer nos recordaba qué pasa cuando en las sociedades se generan “niditos de víbora”. La historia nos enseña que, con el tiempo y si esto crece, nos terminamos devorando unos a otros. ¿Es una fatalidad o se puede hacer algo al respecto? Intelectuales como Keynes vieron claramente que había que reformar el sistema internacional y generar una globalización diferente luego de la Segunda Guerra Mundial. Ello no se realizó completamente, y quedó desactualizado para este siglo XXI.

Tal vez con el nuevo gobierno de EEUU, articulado con la UE y otros países -entre los que deberían estar incluidos el resto del G20-, se pueda tener un “destello de sabiduría” y audacia a fin de lograr un mínimo común de sustentabilidad en las políticas y acciones que se encaren. Algunos ejes, que acoten y precisen más los instrumentos y políticas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Naciones Unidas (más arriba mencionados), podrían ser los siguientes:

  • La sustentabilidad socioeconómica que posibilite disminuir la desigualdad y la pobreza, en los distintos países del mundo (3). Para ello se debería analizar en detalle la fiscalidad de países como Japón y Escandinavia, y su aplicación a nivel global. La fiscalidad no debe afectar las inversiones productivas de empresas y particulares (en especial orientadas hacia una producción limpia y reciclable), y sí a las rentas extraordinarias individuales y especulativas. Su implementación debe realizarse en base a un debate serio sobre medidas efectivas y equitativas tanto en lo que se refiere a ingresos como a gasto e inversión, donde se eliminen los paraísos fiscales. Si bien el sector financiero de países como EEUU, Inglaterra y algunos de la UE se oponen a la denominada “tasa Tobin”, se considera que es un buen instrumento para contar con un fondo internacional orientado a este objetivo, así como a prevenir y paliar los efectos de futuras pandemias o catástrofes. También se debería discutir un nuevo esquema de división internacional del trabajo donde todos los países -o grupos afines- tuvieran una base de producción y distribución propia de alimentos y de componentes de salud (como vacunas, respiradores barbijos…), que les garantice la seguridad alimentaria y de la salud, y los haga menos vulnerables a nuevas crisis globales.
  • La sustentabilidad ambiental con un cumplimiento estricto del Acuerdo de París y programas económicos como el Pacto Verde de la UE. Habría que reorientar -de manera coordinada- los fondos de los programas de defensa y desarme hacia “el enemigo del cambio climático” y evitar también posibles catástrofes como las que se pueden generar por la caída de meteoritos y el potencial daño de la basura espacial a los satélites de comunicaciones,
  • En el caso de países como Argentina, la sociedad, la economía y fundamentalmente la política, debería encontrar un mínimo común denominador entre desarrollo con equidad y democracia republicana que genere instituciones estables que lo favorezcan. El Ministro de Economía, Martín Guzmán, ha utilizado el concepto de “sustentabiidad” en innumerables oportunidades, así como el FMI. Si lo asociamos a un enfoque más restringido de «sostenibilidad», se puede afirmar que una economía es “sostenible” cuando en su trayectoria de largo plazo los balances fundamentales, fiscal y de pagos también lo son, como se señala en esta nota de Guillermo Rozenwurcel y Marcelo Cavarozzi. Entre otros conceptos agregan que «está claro que si la trayectoria a largo plazo es sostenible, en cualquier punto del tiempo también lo será. Pero la inversa no tiene por qué ser cierta. Puede haber sostenibilidad de corto plazo sin que haya sostenibilidad de largo. Para que ello ocurra, el país debe financiar de algún modo el desequilibrio externo y el gobierno su desequilibrio fiscal… ¿Qué sucede en la actualidad? La mayoría de los economistas coinciden en que el sendero de la economía es insostenible. Algunos incluso pronostican que, en breve, el colapso será inevitable. Sin embargo, la trayectoria insostenible de largo plazo no es incompatible con la sostenibilidad de corto». Los autores finalmente plantean el desafío que esto implica para la oposición y sus propuestas, y podríamos afirmar también para que la Argentina salga del deterioro socioeconómico creciente.

Si bien la sabiduría no abunda, y sí las ambiciones de poder desmedidas, es fundamental que encontremos rápidamente instrumentos y acciones concretas a nivel global y nacional que nos alejen del espanto.

(1) Aquí estamos usando como equivalentes los términos «sustentabilidad» y «sostenibilidad», aunque este último está más asociado a la duración en el tiempo de los equilibrios de los distintos balances, como lo expresa la nota de Rozenwurcel y Cavarozzi mencionada en el texto.

(2) La temática de la sustentabilidad se puede profundizar en los textos de Horacio Fazio «Economía, Ética y Ambiente (en un mundo finito)», Eudeba, 2012 y en el libro “Cambio climático, economía y desigualdad. Los límites del crecimiento en el siglo XXI” (Eudeba, 2018), en particular el Capítulo 8.

(3) Este tema lo hemos también abordado en esta nota y en esta.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *