La procrastinación tiene distintas facetas. Hay quienes señalan que tienen su aspectos positivos, en el sentido de que «nos puede ayudar a tomar mejores decisiones. Frank Partnoy, el autor de Wait: The Art and Science of Delay, asegura que frente a una decisión importante debemos examinar cuánto tiempo tenemos para tomarla y luego esperar hasta el último minuto para ejecutarla».
Para la psicología, en general, tiene un significado negativo. «Llega a asociarse con un trastorno del comportamiento en el cual el sujeto relaciona en su mente aquello que debe hacer con dolor, cambio, incomodidad o estrés.
Al procrastinar, lo que hacemos es posponer las cosas para un futuro indefinido e idealizado, en el cual creemos que tendremos el tiempo suficiente para realizar aquel asunto pendiente de la manera que queremos. Procrastinamos por diversos motivos: estrés, ansiedad, perfeccionismo, miedo al fracaso, impaciencia o por sentirnos saturados de responsabilidades». En esta nota de la Fundación Osde se la caracteriza como una problemática emocional y debe ser abordada como tal. Desde el punto de vista científico es interesante esta perspectiva.
Además de la importancia de reconocer este aspecto emocional y de encararlo con la ayuda de un profesional, son estimulantes e interesantes frases como estas.
PD: también se la ha abordado como un problema cultural, en el caso de países como la Argentina, por periodistas como Carlos Pagni.