Establecer una jerarquía de necesidades es difícil pero sabemos que si no respiramos, no nos alimentamos e hidratamos adecuadamente, todo lo demás no es posible. Si bien esto parece obvio, es importante el aporte realizado por Abraham Maslow, con su propuesta de una pirámide con una jerarquía de necesidades que se muestra en la imagen de la entrada.
Según la Wikipedia «es una teoría psicológica propuesta por Abraham Maslow en su obra Una teoría sobre la motivación humana (en inglés, A Theory of Human Motivation) de 1943, que posteriormente amplió. Obtuvo una importante notoriedad, no sólo en el campo de la psicología sino en el ámbito empresarial del marketing o la publicidad. Maslow formula en su teoría una jerarquía de necesidades humanas y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide)». (*) Esta teoría es coincidente con el enfoque sustantivo de la economía propuesto por Karl Polanyi poniendo en valor el «sustento» frente al enfoque formal de la economía (en general predominante).
Llevado a cuestiones prácticas, esto se traduce -por ejemplo- en el planteo de «hambre cero» propuesto en el marco de las Naciones Unidas y llevado a cabo en países como Brasil por iniciativa del presidente Luiz Inácio Lula da Silva en 2003 con el objetivo de erradicar el hambre y la extrema pobreza. Tal vez la designación más precisa sea no «hambre cero» sino «insuficiencia alimentaria» según la FAO y como lo explica Agustín Salvia en este video (del minuto 10,27 en adelante).
En países como Argentina, el gobierno elegido en 2015 se propuso como horizonte una meta muy ambiciosa, como «pobreza cero«. Sin embargo, la situación económica a mediados de 2018 y el acuerdo con el FMI (que conlleva un ajuste recesivo), indican que sería razonable garantizar -al menos- hambre cero. Esto, entre otras cosas, se relaciona con la emergencia alimentaria que viene desde el 2002 y luego se incorporó a la emergencia social. El 12 septiembre de 2019 se dio media sanción en la Cámara de Diputados a una nueva ley (ver este video con los antecedentes y la explicación de Carlos Castagneto, así como esta nota con el impacto fiscal). El nuevo gobierno, que asumió el 10/12/19, se ha propuesto otorgar una tarjeta alimentaria, a fin de resolver o paliar esta temática.
Desde una perspectiva más de fondo habría que lograr que la Argentina se desarrolle e implementar correcciones a un capitalismo desigual, como ser gravar a los sectores de mayores ingresos (**) para financiar un piso de ingresos (por ejemplo reforzando el monto de la Asignación Universal) a quienes no pueden llegar a completar una alimentación básica, además de otras medidas complementarias como incrementar raciones en comedores populares (o merenderos), reforzar los bancos de alimentos (con el debido control de la salubridad) y el régimen de donación de alimentos, etc.
En pleno siglo XXI, y en un país que produce alimentos para más de 400 millones de personas (en realidad, gran parte de estos alimentos son para consumo animal), no es admisible que se produzcan situaciones como las que explicita el Informe del Observatorio Social de la UCA -a junio de 2019- donde se afirma que «un nuevo estudio sobre pobreza publicado por la Universidad Católica Argentina (UCA) reveló que el 14,9% de los menores de edad no realizó al menos una de las cuatro comidas diarias en 2018. Los resultados señalaron también que la mitad del equivalente a 1,6 millones de chicos -de entre 2 y 17 años- suele saltearse la última alimentación del día. El informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de esa universidad reflejó además que el 37% de esos chicos recibió una alimentación deficitaria en nutrientes esenciales en ese período».
En el contexto de un mundo preocupante y en una Argentina que repite los ciclos de ilusión y desencanto, es fundamental comenzar por la base de la pirámide de Maslow. Este sería un nivel mínimo o «piso» para luego poder evolucionar hacia un mundo mejor.
(*) Este enfoque se puede ampliar en el texto «Abraham Maslow. La Teoría de las Necesidades», realizado por Anna Giardini, de la colección Comprende la Psicología, Ed. Salvat, 2017.
(**) Más allá de que, en general, a nadie le guste pagar impuestos, expertos tributaristas deberían analizar si incrementar impuestos a los bienes personales, alícuotas crecientes al impuesto a las ganancias, así como una alícuota diferencial a las personas que tienen dinero en el exterior (a fin de promover su repatriación), etc. pueden ser viables y razonables (no confiscatorios y que no afecten la producción). Seguramente acompañadas de medidas como la reducción de impuestos a los ingresos brutos que gravan cada etapa de la cadena productiva contribuyendo a desalentar la inversión y primarizar la economía. Una propuesta muy interesante es planteada en esta nota por Juan Llach, así como Bernardo Kosakoff en este reportaje (donde comenta la experiencia norteamericana) y Agustín Salvia en la primera parte de este video. Habría que también tener en cuenta enfoques y prácticas como esta. Todo esto más allá de tratar de salir cuanto antes de la recesión y entrar en un sendero de desarrollo con equidad.