En esta nota de Julián D Angelo, en La Nación, expresa que hasta el viernes 24/01/2020 «se celebrará en Davos, Suiza, una nueva reunión anual del Foro Económico Mundial. En esta oportunidad, el Informe de Riesgos Globales del foro vuelve a priorizar al cambio climático y reitera el llamado a una acción colectiva inmediata de todas las partes interesadas. De igual manera, se presentará el Manifiesto de Davos 2020, que propone como propósito universal de las empresas la colaboración «con todos sus stakeholders en la creación de valor compartido y sostenido». Así, sostiene que las empresas no deben atender únicamente las necesidades de maximización de sus accionistas, sino las de todos sus stakeholders: empleados, clientes, proveedores, comunidades locales y la sociedad en general.
En sintonía con este manifiesto, Klaus Schawb, fundador del Foro, propone un nuevo tipo de capitalismo: el «capitalismo de stakeholders» (capitalismo de partes interesadas), al que considera superador de los otros dos modelos, el «capitalismo de accionistas» y el «capitalismo de estado». Plantea que el «capitalismo de stakeholder» se está imponiendo a un ritmo acelerado y brinda la oportunidad a los líderes empresariales de responder a la llamada de la sociedad ayudando al «cumplimiento de objetivos sociales más amplios, como el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas».
Desde la perspectiva de este blog podemos afirmar que es muy importante una economía con otros valores (que vaya más allá de la maximización de las ganancias para los accionistas o dueños de las empresas), y por ello es loable el Manifiesto de Davos 2020. De todos modos, y sin caer en un escepticismo «radical», es bueno considerar aspectos como los siguientes:
– los intereses de los accionistas -que son los «dueños de las empresas»- son «más importantes» (o tienen mayor «poder relativo») que los otros «stakeholders». La «prueba del ácido» es ¿a quien van a priorizar los CEOs?.
– si no se da una «alternativa inteligente y viable» para los consumidores y trabajadores, que hoy -en general- priorizamos el confort, el empleo y lo «más barato o económico de corto plazo», no se alcanzará la finalidad de ser «socialmente responsable en lo ambiental».
– para lo anterior son fundamentales las políticas públicas que fomenten las inversiones (mayoritariamente estatales pero también mixtas y privadas) necesarias para que empresas, consumidores y trabajadores nos reorientemos en esa dirección. Está claro que con Trump no se puede contar, con China a medias (todavía siguen siendo muy relevantes las energías fósiles y la producción «no limpia») y sí con Europa pero -algunos señalan- que los plazos son un tanto prolongados frente a la velocidad y profundidad del cambio climático, que ya estaría cerca de ser «irreversible«.
Ojalá podamos articular deseos de un mundo mejor, con una racionalidad de largo plazo vinculada con una cultura del cuidado de «nuestra casa común» y a decisiones concretas y urgentes de políticas públicas que vayan en esa dirección.