Mucho se viene escribiendo sobre el cambio de época que estamos viviendo. En esta nota se menciona sólo a dos referentes: «Larry Fink y Emmanuel Macron. El primero, director general de BlackRock, gran conocido de los argentinos por administrar el mayor fondo de inversiones del mundo, dirigió en febrero una carta a sus accionistas advirtiendo que “la invasión rusa de Ucrania ha puesto fin a la globalización que hemos vivido durante las últimas tres décadas».
La segunda cita, la del actual Presidente francés, que declaró en junio, luego de una reunión de gobierno, “el fin de la era de la abundancia”.
Tal vez el concepto de globalización estaba esperando solo el momento de que lo enterraran, ya que su ocaso es un parte de un fenómeno que comenzó luego de la crisis económica del 2008, producto de un aumento de los proteccionismos y de las tensiones comerciales entre distintos países».
También podríamos agregar a Tony Blair y a muchos otros que lo analizan desde distintas perspectivas. Una muy buena síntesis se presenta en este artículo de Carlos Pérez Llana. Se refiere a que el mundo de Davos es pasado y que nos permitimos glosar (citando la fuente y respetando a la misma): «Dos mil kilómetros separan a Davos de Kiev. La distancia es corta, pero en verdad poco importa la geografía, se vive un cambio de época donde lo más relevante es la guerra. Basta observar que el único dirigente del G7 que participó en el reciente Foro fue el canciller alemán Olaf Scholz, acosado porque la OTAN le reclama que facilite el envío a Ucrania de tanques germanos.
Las convocatorias de Davos durante años se convirtieron en una cita obligada. Para los empresarios equivalía a una ONU de los negocios, para los Jefes de Estado, su presencia suponía vigencia. El horizonte insuperable de la globalización se expresaba, cual oráculo, en una idea pasteurizada: la cooperación.
La invasión a Ucrania hoy significa la negación de la utopía nacida en las montañas suizas. Cuarenta años de globalización han llegado a su fin. El discurso obituario es una suma de fenómenos disruptivos: Covid; guerras; conflicto chino-americano; regreso de la inflación; energía cara, etc.
En síntesis, para entender el cambio de época hay que observar la profundidad del reequilibrio entre lo local y lo global. Como bien lo viene sosteniendo, en el Financial Times, R. Foroohar, la globalización de régimen único desapareció y el sustituto podría ser, en principio, la regionalización o la balcanización con agendas centradas en la transición energética y en la confrontación tecnológica. Y en ese marco se destacan dos modalidades de guerras: comerciales y tecnológicas.
En ambos casos no hay reglas: las Naciones Unidas y la Organización Mundial de Comercio se encuentran en “modo pausa”. Importa la fuerza, no las reglas, y Ucrania es el testimonio del retorno a una geopolítica darwinista: desaparecer es el riesgo. En paralelo se fueron desvaneciendo los sistemas democráticos: según el Instituto V-Dem -Univ. de Goteborg- el 70% de la población mundial vive en autocracias y para el Freedom House, sólo el 20% viviría bajo el imperio de la libertad.
La apuesta de Davos a una globalización lubricada por el libre comercio quedó superada. El proteccionismo se legitima, en la era del tecno-nacionalismo, en base a criterios de seguridad y constituye un arma de guerra insoslayable donde los EE.UU. y China constituyen la centralidad.
Desde el año pasado Washington posee dos “armas de destrucción masiva” que le permiten obstaculizar el acceso de China a los semiconductores sofisticados ( la “Chips and Science Act”) y la subvención que protege a los sectores ligados a la transición energética ( “Inflation Reduction Act” ). Las restricciones comerciales de la era Trump, fueron superadas cuando la gestión Biden optó por reindustrializar a los EE.UU.
Europa y China están al tanto de los peligros y desafíos: Europa puede salir de la historia, porque la apuesta de la Unión está armada sobre el comercio, particularmente Alemania, y en China renació el “dilema de Malaca”, que marcó la primera debilidad estratégica de Beijing por su dependencia de las importaciones de petróleo del Medio Oriente a través de las vías marítimas.
Xi no ignora que en la cadena de suministro de semiconductores, sus empresas participan sólo con el 6% del mercado, frente al 39% de los EE.UU, el 16% de Corea del Sur y el 12% de Taiwan, (Chris Miller, “Chip War”, Scribner 2022). La dependencia china de países/empresas aliados de Washington (Holanda, Japón; Corea del Sur y Taiwan) es notable, de allí la remisión a las importaciones de petróleo: un bloqueo medido en bytes es más grave que un bloqueo naval en el Océano Indico.
A través de oleoductos y gasoductos China se liberó de la restricción marítima, buscando proveedores seguros como Rusia y los países aliados del Asia Central y la Organización de Shangai. La Ruta de la Seda en gran medida se explica en base a la realidad de la vulnerabilidad energética.
Ahora, Beijing está advirtiendo el designio de la nueva concepción estratégica americana: construir una nueva Gran Muralla tecnológica para rodearla. La vulnerabilidad china es notable en este campo: muchos datos se almacenan y procesan con semi conductores importados.
Este nuevo diseño implica un proteccionismo renovado que se expresó en el impulso americano para la creación del Consejo de Comercio y de Tecnologías (CCT) en el año 2021. La idea consiste en securitizar las cadenas productivas y también incluye la prohibición de exportaciones sensibles hacia países no-amigos.
Este transformado “estado del mundo” sumó en los días previos al Foro de Davos tres noticias relevantes. El pronóstico de crecimiento de la economía mundial para el 2023, elaborado por el Banco Mundial, refleja una realidad que suma incertidumbre y fragmentación: en el 2023 la economía mundial crecería el 1,7%. Tres motores del crecimiento se han frenado: EE.UU; Europa y China, y según The Economist, 53 países estarían al borde del default.
El “mundo de Davos” es el pasado: la Agenda Internacional, los protagonistas y las prioridades han mutado. El único punto donde la cooperación, la clave de bóveda del “espíritu del Foro”, podría concitar interés radica en la cuestión ambiental.
Pero la realidad orienta los debates y las preocupaciones hacia otras demandas, más centradas en la lógica de los antecedentes. El paraíso perdido de la globalización todavía ejerce una influencia decisiva, es un velo ideológico que impide observar un cambio de época que se inició en Ucrania.”
Una cuestión muy relevante y a tener en cuenta. Ojalá podamos transformarla en la dirección de un mundo mejor.