El «aquí y ahora» es una muestra racional de realismo. La frase, en la imagen de la entrada, así lo refleja. Sin embargo como seres humanos tenemos capacidad de «proyectarnos», anhelos de «trascender»…. ¿Usamos esa capacidad?
Una primera respuesta es que «es difícil«. En el mundo actual, y una de sus caracterizaciones «VICA» (volátil, incierto, complejo y ambiguo), fomenta el «aquí y ahora» porque más adelante «no sabemos». La postmodernidad y la caída de los grandes relatos también contribuyen. Otras explicaciones van por el lado de la biología: «tenemos una inclinación profunda y primitiva hacia la distracción. Queremos saber todo lo que ocurre a nuestro alrededor, un rasgo que probablemente ayudó a mantenernos vivos cuando vivíamos en la jungla». Otra explicación la da el neurocientífico Facundo Manes, que explica el concepto de «miopía del futuro» y señala la importancia de resolverla a través de la educación y de poder procesar cuestiones emocionales que la dificultan en lo social.
Las nuevas tecnologías (su lógica, el exceso de información y estímulos) -según un libro de Nicholas G. Carr- también generan serias dificultades para abordar una reflexión profunda que nos proyecte. Esto también se expresa en el comportamiento socio-político, según el sociólogo Eduardo Fidanza. En una nota afirma: «…al votante medio no le interesa la política. Su vida transcurre en la esfera privada, determinada por las alternativas laborales, los lazos familiares y amistosos, la panoplia tecnológica, el entretenimiento, las redes sociales e Internet, el consumo, la fugaz sexualidad. A ese ciudadano apolítico, con déficit de atención y sumido en el multitasking, le calzan las herramientas antes que los argumentos. Inadvertidamente, las apps se fueron convirtiendo en el paradigma de sus aspiraciones cotidianas: comprar pizza, detectar un síntoma físico, conseguir transporte, concertar una cita, jugar o hacer una broma, deben resolverse rápido para pasar a la siguiente escena donde aguardan Netflix, la consola de juegos, el deporte a toda hora, el dilatado universo de las redes y las compras. En ese mundo de estímulos múltiples y búsqueda de soluciones prácticas, la política exitosa emula la tecnología digital: es una aplicación a gran escala para facilitar la vida…».
Sin embargo hay otras manifestaciones sociales que van más allá de la curiosidad y la gratificación individual de corto plazo. El aprendizaje del sufrimiento, de nuestras múltiples limitaciones, de las expresiones de fe (en sus distintas manifestaciones de la necesidad de creer y de tener esperanza), el hecho de que nos sigamos educando, de quienes apuestan por el cuidado de la vida en todas sus expresiones … son fuerzas muy poderosas a tener en cuenta. Por otro lado quienes planifican, tanto a nivel local y nacional, como las empresas y organizaciones sin fines de lucro, entienden que es fundamental contar con una visión y una misión de mediano y largo plazo (transformadas en planes, proyectos y actividades), más allá de las lógicas incertidumbres (se aplica la frase: «no hay viento favorable para aquel que no sabe a dónde va»).
En la medida que, a esto último, le podamos dar espacios en lo personal, en lo socioeconómico y político, y un buen sentido en donde jugar nuestra libertad positiva asociada a la solidaridad, la justicia….seguramente nos ayudará a converger a un mundo mejor.