La palabra placer tiene distintos significados como indica esta fuente, y usualmente se la identifica con el goce, el disfrute o la satifacción, y la describe como sigue señalando que «el término se utiliza principalmente en asociación con placeres sensoriales como el disfrute de la comida o del sexo. Pero en su sentido más general, incluye todo tipo de experiencias positivas o agradables, incluyendo el disfrute de los deportes, ver una hermosa puesta de sol o participar en una actividad intelectualmente satisfactoria. El placer contrasta con el dolor o el sufrimiento, que son formas de sentirse mal. Tanto el placer como el dolor vienen en grados y se han considerado como una dimensión que va de grados positivos a través de un punto neutro a grados negativos. Esta asunción es importante para la posibilidad de comparar y agregar los grados de placer de diferentes experiencias, por ejemplo, para realizar el cálculo utilitario.
El concepto de placer es similar pero no idéntico a los conceptos de bienestar (well-being) y de felicidad (happiness) (1). Estos términos se utilizan de maneras superpuestas, pero sus significados tienden a separarse en contextos técnicos como la filosofía o la psicología. El placer se refiere a un cierto tipo de experiencia, mientras que el bienestar se trata de lo que es bueno para una persona. Muchos filósofos están de acuerdo en que el placer es bueno para una persona y por lo tanto es una forma de bienestar. Pero puede haber otras cosas además o en lugar del placer que constituyen el bienestar, como la salud, la virtud, el conocimiento o la satisfacción de los deseos. En algunas concepciones, la felicidad se identifica con «el exceso del individuo de la experiencia agradable sobre la desagradable». Las teorías de la satisfacción con la vida (life satisfaction theories), por otro lado, sostienen que la felicidad implica tener la actitud correcta hacia la vida en su conjunto. El placer puede tener un papel que desempeñar en esta actitud, pero no es idéntico a la felicidad.
El placer está estrechamente relacionado con el valor, el deseo, la motivación y la acción correcta. Hay un amplio acuerdo en que el placer es valioso en cierto sentido. Los hedonistas axiológicos (axiological hedonists) sostienen que el placer es lo único que tiene valor intrínseco. Muchos deseos tienen que ver con el placer. El hedonismo psicológico (psychological hedonists) es la tesis de que todas nuestras acciones tienen como objetivo aumentar el placer y evitar el dolor. El principio de placer de Freud vincula el placer con la motivación y la acción al sostener que hay una fuerte tendencia psicológica a buscar el placer y a evitar el dolor (2). El utilitarismo clásico (classical hedonism) conecta el placer con la ética al afirmar que si una acción es correcta depende del placer que produce: debe maximizar la suma total del placer», entre otras cuestiones.
Discernir sobre estas cuestiones tiene múltiples implicancias que van desde nuestra vida como personas hasta nuestra identificación con líderazgos de distinto tipo. Entre ellos están los liderazgos políticos y las campañas políticas. No es fácil salir de las falsas promesas o -en el otro extremo- de un crudo escepticismo. Para quien toma con seriedad esta tarea es un gran desafío no sólo describir la realidad sino también mostrar el sendero de un camino que -si bien puede ser muy complejo- debe sentar las bases de un mejor bienestar para el conjunto de la población. Esto es una buena base material (sino se toma como un fin en sí misma) para poder luego alcanzar la felicidad (que es mucho más difícil en un contexto de penuria o sufrimiento). Nos puede ir conduciendo hacia un mundo mejor.
(1) Según Aristóteles la felicidad consiste en hacer el bien. Para los cristianos está en la vivencia del amor en todas sus dimensiones en esta vida, lo cual puede conllevar -en determinadas oportunidades- al sufrimiento, el dolor e incluso la muerte. La plenitud de la felicidad se complementará en el reino de los cielos.
(2) En la tesis del Dr. Alejandro Razé, denominada «Alienación e Identidad», señala -entre otros conceptos- lo siguiente: “La búsqueda del placer y el encuentro con un estado de quietud, son los dos únicos fines que conoce la actividad psíquica”, dice Piera Aulagnier en la introducción a su obra Los destinos del placer. Y continúa: “El título que he elegido se inspira en otro conocido por todos nosotros Las pulsiones y sus destinos. Si, como escribe Freud, la pulsión no conoce más que una meta –su satisfacción–, esta meta sólo está catectizada, tan intensa como ciegamente, porque alcanzarla permite volver a encontrar ese estado de placer hacia el cual apunta la psique, sea cual fuere la instancia, o el proceso, que se considere.En esta dirección tajante en que se inscribe la función psíquica, se centra una lucha compleja y medular de la existencia humana: el reencuentro con ese estadio mítico por el cual la pulsión pujará incesantemente. El trabajo psíquico se las arreglará para darle distintas formas a esa fuerza y a las penurias que le deparan la presencia y ausencia del objeto de placer. Pues aquello que cubrió la necesidad y sostuvo la vida en ese primer instante y se transformó en fuente de placer, puede ser en su ausencia fuente de sufrimiento, así como despertar una pasión cuya satisfacción total y definitiva borre todo germen de necesidad y padecimiento. En esa lucha por lograr sus fines, e instalada en el territorio inconsciente (que nada sabe de antinomias, ni conoce conceptos como la vida y la muerte), un yo deberá lidiar con las exigencias de la realidad. ¿Cómo se las arregla el sujeto para logar la satisfacción de sus necesidades? ¿A qué apela ese yo para hacer frente a esa realidad? ¿Qué camino tomará? Investir un futuro, sostener un proyecto identificatorio, existir en una temporalidad y en un espacio, cotejar la realidad y encontrar un sentido al sufrimiento para que no lo aniquile, y hacerlo bajo el acecho pulsional. Esas y otras son tareas que el yo enfrentará».