Reflexiones y testimonio de vida de un monje zen sobre la meditación, el sufrimiento, la felicidad…

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En esta nota de Guillermo Saccomano, denominada «Enseñanzas del monje vietnamita Thich Nhat Hanh», describe partes centrales de su vida (1) y de su pensamiento. De este último sintetizamos algunos conceptos:

  • Meditar no es huir de la sociedad, es regresar a uno mismo y ver qué está pasando. Una vez que hemos visto, debemos actuar. La plena conciencia nos ayuda a saber qué hacer y qué no hacer a fin de ayudar”…
  • “Es mucho el sufrimiento que suelen generarnos las nociones de nacimiento y muerte o de ir y venir”, escribió. “Nuestra verdadera naturaleza está más allá del ir y del venir. Si tenemos miedo a la muerte es porque no entendemos que en realidad las cosas no mueren. Existe la tendencia a pensar que podemos eliminar aquello que nos desagrada y, por este motivo, se queman aldeas, se matan personas. Pero destruir a alguien no reduce a esa persona a la nada. Su espíritu perdura. Según la sabiduría budista la permanencia o la inmortalidad son nociones equivocadas. Todo es fugaz. Todo transitorio. Y está cambiando de continuo…
  • Nhat Han recuerda a Lavoiser: “Nada se pierde, todo se transforma”. Puedo sentirlo respirando la noche, la ventana abierta al bosque, prestándole atención a una quietud que no es tal: ahí está el susurro de una brisa, el ramaje de las tacuaras, un grillo, y profundo, el mar, su movimiento perpetuo…
  • Nhat Hanh acostumbra a ir contra la corriente, y cuestiona la preceptiva del Dalai Lama, autor de El arte de la felicidad. Lo que necesitamos, propone Nhat Hanh, “es aprender el arte del sufrimiento. La idea de la felicidad completa es peligrosa porque en la ausencia del dolor y el sufrimiento la comprensión y la compasión son imposibles. Es ingenuo pensar en la existencia de un lugar sin sufrimiento. Precisamente, el camino que conduce a la cesasión del sufrimiento pasa por el sufrimiento”. En este punto, Hanh suena dostoievskiano: “Todos estamos en el infierno, todos nos acostumbramos a su calor”, afirma con respecto a las miserias y padecimientos de lo cotidiano….
  • Hanh también menciona al poeta René Char: “Si habitas un instante, habitarás la eternidad”. También, a menudo Nhat Hanh recurre a situaciones en apariencia paradojales: “Para que crezca una flor de loto –dice– es necesario el fango. Pues bien, el sufrimiento es el fango necesario para alcanzar la felicidad”. Ni blanco ni negro, ni bien ni mal, contra cualquier dicotomía, en su pensamiento, Nhat Hanh va contra las polarizaciones igual que Roberto Juarroz en otro de sus poemas: “El fondo de las cosas no es la muerte o la vida. /El fondo es otra cosa/ que alguna vez sale a la orilla”. 

Sin duda, su testimonio de vida y su reflexión nos ayudan a ir en dirección hacia un mundo mejor.

PD: Agradezco a Horacio Fazio la referencia.

(1) Nacido en 1926, «en el 56 ya era editor jefe de un periódico que bregaba por la unificación del país. En los años siguientes fundó una escuela budista y un servicio de ayuda a las zonas rurales para crear escuelas, levantar hospitales y reconstruir pueblos. El activismo y una intensa labor intelectual lo llevaron a Princeton y Columbia. 

En los años 60, mientras enseñaba budismo en las universidades norteamericanas, mientras en su país los monjes se inmolaban incinerándose en las calles reclamando el fin de la guerra, propuso generar comunidades pacifistas, y trabó contacto con Martin Luther King, que lo recomendaría como Premio Nobel de la Paz para 1967, pero ese año, plena Guerra de Vietnam, el comité decidió no otorgar el galardón. En tanto, en Vietnam, su servicio de ayuda era acusado de comunista y perseguido. 

En 1969, Hanh integró la Delegación Budista por la Paz en las conversaciones de negociación de la paz celebradas en París. Cuando los acuerdos se firmaron en 1973 a Nhat Hanh, Viet Nam le negó el retorno a su país y debió permanecer exiliado. A la vez, aunque sectores pacifistas lo seguían, Nhat Hanh resultaba molesto para Estados Unidos al ponerse del lado de los negros y los veteranos de guerra. Finalmente se afincó en Francia y formó una comunidad monástica. Nunca dejó de denunciar el poder armamenticio, el carácter gendarme de los Estados Unidos y, asimismo, de criticar a su propio país que, recién cuando hace unos años padeció un ACV, le permitió regresar al templo donde habría de morir a los noventa y cinco y ser despedido por sus discípulos y una multitud de seguidores».

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