La frase de la imagen de la entrada me la inspiró un amigo, hace un tiempo, y buscando encontré muchas otras como las que se mencionan en este link. Por su parte el tema surgió de una reunión de amigos/as, por parte de uno de ellos, que vive en el exterior y visitó recientemente a sus amistades en Buenos Aires. Notó que, en algunas de ellas, había un fuerte fanatismo y emergió la necesidad de hablar sobre este fenómeno.
Según esta referencia y esta se expresa que «el fanatismo (del francés fanatisme, y de la raíz de fanatique) .Fue, usado en esa lengua en 1532 por Rabelais con el sentido de ‘de inspiración divina’. La voz francesa se derivó del latín fanaticus, formada, a su vez, a partir de fanum ‘templo’, presente también en la etimología de profano, y que se usó al comienzo en latín para designar a las personas que frecuentaban el templo –generalmente, los de Belona, Cibeles y Diana– y, más tarde, a los exaltados por el fervor religioso. En nuestra lengua, fanático aparece documentada desde principios del siglo XVII: ‘Desterrar demonios y sanar fanáticos y endemoniados’ (Juan de Solórzano: Política indiana, Madrid, 1647). En el diccionario de Sobrino, de 1705, aparece como: ‘Nombre latino, Fanaticus, y quiere decir hombre que se crée llevado de un furor divino’. En nuestros días, fanático presenta como notas esenciales la irracionalidad y la intolerancia con relación a los miembros de otras religiones o de otros partidos políticos, o a los hinchas de otros clubes. En general se lo define como el apasionamiento o actividad que se manifiesta con pasión exagerada, desmedida, irracional y tenaz de una idea, teoría, cultura, estilo de vida, persona, celebridad o sistema, entre otros aspectos que podrían desencadenar un fanatismo. El fanático es una persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias y opiniones, también la que que se entusiasma o preocupa ciegamente por algo o alguien.
El psicólogo de la religión Tõnu Lehtisaari ha definido el término fanatismo como la búsqueda o defensa de algo de una manera extrema y apasionada que va más allá de la normalidad. El fanatismo religioso se define por la fe ciega, la persecución de los disidentes y la ausencia de la realidad. Hoy en día, se usa mayormente para designar a las personas profusas en su proselitismo hacia una causa religiosa o política, hacia un deporte, pasatiempo o hobby, o hacia una persona a quien idolatra. Psicológicamente, la persona fanática manifiesta una apasionada e incondicional adhesión a una causa, un entusiasmo desmedido y/o monomanía persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces hasta indiscriminado y violento.
Relativo a las ideologías, el fanatismo se refiere a las creencias de una persona o grupo. En casos extremos en los cuales el fanatismo supera la racionalidad, la ceguera que produce este apasionamiento puede llevar a que la persona fanática se comporte, en ocasiones, de manera irracional y/o extremos peligrosos, como matar a seres humanos o encarcelarlos, con el fin aparente o manifiesto de mantener esa creencia, considerada por el fanático o fanáticos como la única verdad».
En cuanto a su epistemología y características psicológicas luego manifiesta que «la conciencia de la individualidad se suprime mediante la atenuación de la conciencia del yo, por una parte, y mediante la acentuación del sentimiento de pertenencia a lo otro. Para lo primero, sirven, por ejemplo, el alcohol y otras drogas, etc. Para lo segundo, se procede a la adhesión incondicional a congregaciones y facciones políticas o religiosas, la entrega a un grupo, a las personas posesivas. La conciencia corporal se disminuye mediante la reducción de las vivencias corporales y la desvalorización del mundo en donde la vida se desarrolla.
Desde el punto de vista epistemológico, el fanático, curiosamente, se parece a su contrario el relativista, en la medida en que para ambos no cabe el debate o la búsqueda común de la verdad. El fanático se comporta como si poseyera la verdad de manera tajante. Afirma tener todas las respuestas, y en consecuencia, no necesita seguir buscando a través del cuestionamiento de las propias ideas que representa la crítica del otro.
El fanático, pues, se caracteriza por su espíritu maniqueo y por ser un gran enemigo de la libertad. Los lugares donde impera el fanatismo son terrenos donde es difícil que prospere el conocimiento y donde parece detenerse el curso fluyente de la vida. Un mundo, en definitiva, contrario a la mudable naturaleza humana que en ocasiones se diría anhela la muerte. De hecho, para Albert Camus en El hombre rebelde, es una suerte de nihilismo destructivo más. El precio a pagar por la cristalización del pensamiento engendrada por el fanatismo resulta caro. El alejamiento de la verdad es una de ellas, porque para profundizar en el conocimiento debemos estar abiertos al descubrimiento de la parte de verdad presente en los demás, desde una humildad intelectual de corte socrático, con una actitud dogmática resulta difícil llegar muy lejos intelectualmente».
Podemos agregar la cita de Cioran, en Genealogía del fanatismo, quien afirma que “el diablo palidece mucho al lado de quien dispone de una verdad, de su verdad. Somos injustos en lo que respecta a los Nerones, a los Tiberios: no fueron ellos los que inventaron el concepto de herético: sólo fueron soñadores degenerados que se divertían con las masacres. Los verdaderos criminales son los que establecen una ortodoxia en el plano religioso o político, los que distinguen entre el fiel y el cismático».
En esta nota se lo relaciona con la educación, en especial universitaria en EEUU luego de los años cincuenta. Una forma de abordar educativamente esta temática puede ser con el «juego de roles«, donde a alguien que sostiene a ultranza una posición u opinión se le hace ejercer en un debate la contraria y lo mismo a su ocasional oponente. En general es una experiencia «movilizante» que ayuda en poder colocarse existencialmente (al menos en una simulación) en el «lugar del otro», tarea para nada fácil, pero que puede contribuir a amortiguar actitudes y prácticas fanáticas. Entre tanto será fundamental una ciudadanía activa de «no fanáticos» que esté muy atenta y movilizada, así como que participe con su voto y su pertenencia a fuerzas democráticas que impidan que los fanáticos lleguen al poder. Ello será fundamental para que no colapse la democracia.
Un excelente texto para abordar esta temática es el de Amos Oz, denominado «Contra el fanatismo» cuya reseña se puede visualizar en este link. También se puede ver esta obra «Queridos fanáticos«. Este enfoque nos permite ser más abiertos, humildes, pensar más sobre la complejidad de la verdad (así como de las múltiples facetas de la realidad) y poder dialogar (o sea «escucharnos con respeto y atención») aunque tengamos profundas diferencias. Ello nos puede posibilitar aprender unos de otros y poder construir un mundo mejor.