En muchas oportunidades nos enojamos, por diferentes causas. Una de ellas es cuando vemos «la estupidez humana» que nos lleva a distintas formas de desgracia o tragedia, que incluso pueden acabar con la vida en la Tierra.
Una excelente reflexión sobre la temática de la causalidad, pero centrada en el «sentido» de a dónde nos puede conducir el enojo, se presenta en esta nota del rabino Avruj, a raíz del texto bíblico que hace referencia a la reacción de Dios frente a la imagen de la entrada (la adoración del becerro de oro).
La reflexión se basa en el análisis etimológico de la palabra «¿por qué?» en hebreo. Al respecto expresa que «para comprender la pregunta de Moisés debemos saber que en el idioma hebreo existen dos términos diferentes para preguntar por qué. Uno de ellos lo estudiamos en esta misma columna hace algunas semanas, y se pronuncia: “¿MADÚA?”. MADÚA proviene de la palabra “MADÁ” que significa “Ciencia”. Es el “por qué” que busca las causas de las cosas. La pregunta que inquiere acerca del pasado de lo que nos sucede. El MADÚA investiga como un científico la raíz, el fundamento, el germen de lo que tenemos enfrente. Frente al misterio de la zarza que ardía en el desierto y que no se consumía, Moisés se pregunta: “¿MADÚA?”. Él no se contenta con lo sobrenatural de lo que ve, sino que exige la explicación de lo que está por detrás de un evento que no comprende (Éxodo 3:3).
Sin embargo, en esta ocasión utiliza el segundo término hebreo. Moisés usa aquí, frente al enojo divino, la palabra: “¿LAMA?”. LAMA proviene del término LE-MÁ, que significa: “¿Con qué sentido?”. El LAMA no busca saber del pasado, sino que invierte su búsqueda en el futuro. El LAMA no requiere causas, sino que estudia las consecuencias. Es el porqué que se pregunta aquél que analiza cuánto le va a servir todo lo que está viviendo en este presente. El que se pregunta cuánto le servirán las emociones que le niegan tener visión. El LAMA deja de buscar culpables, para encontrar salidas. Es la pregunta que nos lleva a quienes nos vamos a transformar a partir de lo que hayamos vivido. El LAMA cambia el foco de la pregunta en un: ¿de qué me sirve o servirá todo esto que me pasa?».
Ojalá nos preguntemos con el sentido de «lama» para construir caminos de esperanza hacia un mundo mejor.