Las complejas causas de la inflación argentina

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La inflación se define como «el aumento generalizado y sostenido del nivel de precios existentes en el mercado durante un período de tiempo, cuando el nivel general de precios aumenta». En cuanto a su fenomenología y principal causalidad se la ha referido a los aumentos en la cantidad de dinero en circulación. Es decir, que la emisión de moneda ha sido inflada artificialmente por encima de los activos del Banco Central, en particular de las reservas netas que la respaldan.

Es, en general, un fenómeno complejo (aunque sólo 17 países en el mundo tienen una inflación de más de dos dígitos) y en la Argentina -en particular-, más complejo aún (1). El gráfico de la entrada muestra la evolución de la inflación (nivel de precios) en los años recientes, así como de otras dos variables (circulante y tipo de cambio). A simple vista se puede ver la mayor correlación entre la evolución del tipo de cambio y la inflación, y cómo el circulante va oscilando con un poco más de autonomía. Una primera explicación es que la moneda argentina, desde hace muchos años, ha ido perdiendo confianza y por lo tanto no cumple algunas de sus funciones, como es el caso de reserva de valor, y cuando ha habido altas inflaciones o hiperinflación tampoco como medio de pago («es un papel que hay que sacarse rápido de encima») y unidad de cuenta, pasando a ser el dólar norteamericano la referencia. Para algunos esto significa que estamos en una economía bimonetaria y para otros esto no es así, dado que para ello una de las monedas (como el peso) debería cumplir con todas sus funciones y no lo es en el caso argentino.

En función de lo anterior, la evolución del tipo de cambio del dólar juega un papel muy relevante en la evolución de la inflación argentina, cuando en otros países, con una historia diferente y con oscilaciones no muy grandes del tipo de cambio, esto no es así. Por lo tanto la escasez o la abundancia de divisas (saldo del balance comercial, y más en general del balance de pagos) va a tener un rol muy importante. Esto está relacionado al tipo de inserción de la economía argentina en el mundo, su perfil productivo y el peso de los compromisos de pago de la deuda (en particular la externa).

Volviendo a las causas monetarias de la inflación, su principal correlación está con la situación fiscal de un país. Es decir si el Banco Central debe emitir o no para cubrir su déficit fiscal. En esta línea van notas como esta (2).  Es un tema muy relevante y lo hemos abordado en esta reflexión.

El fenómeno inflacionario puede generar, como es en el caso argentino, distorsiones de precios relativos. Por ejemplo, si el estado decide -en algún periodo- retrasar las tarifas de los servicios públicos o incidir en el atraso cambiario, cuando esto se termina ajustando o reactualizando, genera un aumento de la inflación, y por lo tanto es otra de las causales significativas. Si esto fuera un fenómeno recurrente termina afectando las expectativas inflacionarias, retroalimentándolas y generando una inflación inercial difícil de modificar. A ello debe agregarse la puja por la distribución del ingreso (que opera como causa y consecuencia de la inflación) y el fracaso del arbitraje del Estado (¿no podrían aplicarse medidas como esta?). Las concertaciones o los acuerdos de precios y salarios pueden ayudar en el marco de una política macroeconómica sólida. También un manejo no adecuado de la intervención del Banco Central en el mercado cambiario (como ha sido el caso de una banda de flotación demasiado amplia y con muchas restricciones para intervenir), agrava el problema.

A lo anterior habría que agregar que la política antiinflacionaria, además de la modificación del modo de intervención del BCRA sobre el mercado de cambios (que –hasta el momento- le ha dado resultado), ha puesto gran énfasis en la contención absoluta de la base monetaria (hasta el mes de agosto de 2019). Sobre este tema y su perspectiva futura en el gobierno de Alberto Fernandez es interesante la opinión de Pablo Goldín. En en este marco y en lo que se refiere al futuro, tal vez, también habría que revisar los mecanismos indexatorios de la economía, si los objetivos de política económica es ir convergiendo hacia una menor tasa inflacionaria. Todos temas difíciles de abordar.

La inflación también termina siendo un «impuesto» sobre el ingreso de las personas, en tanto el mismo no esté perfectamente indexado (cuestión que no ocurre, en particular en los sectores asalariados y de la economía informal), genera distorsiones en su percepción impositiva por parte del Estado (ver esta nota), así como licúa el gasto público cuando este no acompaña nominalmente su evolución con la inflación real.

Respecto de «los tipos de inflación» (3), podríamos sintetizarlos en:

  • Inflación de demanda: Es el caso tradicional en el cual el aumento de precios se produce por un exceso de demanda sobre la oferta de bienes y servicios (no es el caso de la Argentina para el sector privado desde fines del año 2018). En muchos casos un desequilibrio fiscal financiado con emisión monetaria desemboca en este tipo de inflación. Por eso la receta para combatirla consiste en ordenar las cuentas públicas y cortar el financiamiento del déficit fiscal que es lo que acordó Argentina con el FMI a partir de que se cortó el financiamiento externo por su encarecimiento (alza del riesgo país) y las dudas en el pago de la deuda (en especial luego de 2020). Sobre la cuestión del «déficit cero» una pregunta es si ¿es posible bajarlo tan abruptamente en tan corto tiempo?
  • Inflación de oferta o de costos: En este caso la inflación no se produce por un exceso de demanda, sino por una retracción de la oferta. Típicamente esta inflación se produce por alguna situación anómala en la cadena de producción o la estructura productiva. Ya sea por un fenómeno natural imprevisto (sequías o inundaciones que afectan la producción agropecuaria), por un «shock externo» (como la elevación significativa de los precios de la energía, de los alimentos o del costo del dinero) o -más en general- una elevada incertidumbre que reduce el stock de oferta generando que los saldos restantes se transen a niveles de precios superiores. También se produce por ineficiencias en la cadena de valor (al interior y al exterior, como es el caso de la logística o el alto costo del financiamiento), o de regulaciones no viables o carga impositiva (como el caso de ingresos brutos provinciales) en el marco de una economía globalizada.
  • Inflación estructural: Es la que han padecido muchos países latinoamericanos como consecuencia de una estructura productiva desbalanceada entre el campo y la industria, con productividades relativas muy diferentes. Ello suele generar también cuellos de botella con crisis de balanza de pagos y ciclos de sudden stop. Esta nota actualiza este enfoque al caso argentino.

En lo que se refiere a “aceleradores” de la inflación (como ya hemos mencionado):

  • Inflación inercial: Vinculada a economías que han venido arrastrando elevada inflación y como consecuencia de ellos desarrollaron mecanismos de indexación en sus contratos.
  • Inflación de expectativas: En economías que han repudiado el valor de la moneda durante décadas, la conducta de los agentes económicos está muy asociada a los movimientos de los activos considerados reserva de valor. En nuestro caso el dólar. Aun cuando no exista una relación tan directa e instantánea, muchos agentes económicos ajustan preventivamente sus precios ante variaciones en el dólar.

Luego de la salida de la convertibilidad, hubo baja inflación (por ej. en el año 2004 un 4,4%) y luego se fue argumentando que «un poco de inflación ayudaba o era inevitable con el crecimiento». Cuando la inflación pasó a ser de dos dígitos y sostenida, «la solución» fue «alterar el funcionamiento del termómetro» (intervenir el INDEC) en cambio de atacar sus causas, y cambiar una política económica que ya no generaba sustentabilidad de mediano y largo plazo. El candidato que ganó las elecciones en el 2015 (Mauricio Macri), argumentó que «era fácil bajar la inflación», subestimando la salida del cepo cambiario, el reajuste tarifario y una reducción más sostenida y coordinada del déficit fiscal. Aunque, al momento de publicar esta nota, no se hable mucho de una «salida vía dolarización» completa de la economía, esta no es una opción razonable a excepción de caer en una versión de estado «fallido».

El fenómeno inflacionario genera comportamientos cortoplacistas (por lo tanto la imposibilidad de una visión y una planificación de mediano y largo plazo), acentúa la salida individualista y de capitales (el «sálvese quien pueda»), agravando los ciclos de ilusión y desencanto, como hemos comentado en esta nota.

Algo concomitante vinculado «al nivel de precios», pero no a cómo fluctúan (o la inflación), es:

    1. el alto grado de concentración en algunos sectores (4) así como una gran intermediación. Sobre esto último se puede visualizar en el Indice de Precios de Origen y Destino de Productos Agropecuarios (IPOD) que saca CAME. Una política articulada con cooperativas de productores (existentes o a crearse) que pueden tener transporte propio, locales en el Mercado Central de Buenos Aires y otros, podría beneficiar tanto a productores (mejor precio) como a consumidores (menor precio) al eliminar intermediación parasitaria. Frente a la concentración medidas como de defensa de la competencia, incrementar la competencia (cuando sea posible), precios «testigo» acordados (como «cuidados» o «esenciales») y una «razonable» ley de góndolas, pueden ser de ayuda o complemento valioso, al igual que el «Mercado en tu barrio«. (5)
    2. un «balanceo» de rentabilidad razonable en las cadenas de valor -en particular de productos alimenticios «transables» (y con gran impacto en el nivel de precios y en la pobreza)-. Por ejemplo, diferenciar los cortes de carne vacuna con mayor salida al exterior respecto de los que más se consumen en el mercado interno (como el asado, el vacío y el matambre), o si el precio de exportación -por ejemplo- de la leche en polvo se «dispara» no desabastecer el mercado interno en especial en las leches de menor precio. Para ello es fundamental no caer en los extremos de prohibir la exportación (como hizo Guillermo Moreno, desalentando la producción y la inversión) ni tampoco «no hacer nada» como sucedió en gran parte del gobierno de Mauricio Macri. Para ello es bueno acordar o consensuar con la cadena de alimentos un balance «equilibrado» de rentabilidad entre productos a exportar y productos para el consumo interno (6).

Ojalá que se pueda tener mayor conciencia acerca de la complejidad de la resolución de la inflación argentina (7), sabiendo que -de adoptarse las medidas adecuadas- llevará un tiempo su resolución favorable, y que debe ser abordada en sus múltiples casualidades y manifestaciones. Ello nos pueda ayudar a converger hacia un mundo mejor.

PD: esta nota fue elaborada por Ricardo Gerardi (Economista FCE-UBA y Universidad Católica de Lovaina), en base a las distintas fuentes y aportes como los de Jorge Remes Lenicov, Osvaldo Baccino (7), Jose Bekinschtein, y Alejandro Peyrou. Las limitaciones y posibles errores son sólo atribuibles al autor. Lo señalado en la misma está relacionada con contextos relativamente normales, y no excepcionales (como es el caso de la pandemia del coronavirus y sus consecuencias socioeconómicas).

(1) Dadas sus raíces históricas, sus imbricaciones socioeconómicas y políticas, así como sus manifestaciones culturales, que incluyen «la desmesura» (muchas veces acompañada de subsidios económicos ilimitados en el tiempo que van más allá de «proteger una industria naciente o de una situación coyuntural», ineficacia, ineficiencia y corrupción) en la administración de los bienes comunes, el estar «alertas» ante la volatilidad económica, anticiparse «a cubrirse» frente a un fenómeno recurrente y «la desconfianza» que lleva a «refugiarse» (para quienes pueden hacerlo) en una reserva de valor como el dólar. A ello debe agregarse la dificultad en llegar a consensos para atacar sus causas y generar un sendero de desarrollo sustentable y con equidad que resuelva o mitigue las pujas distributivas, y vaya disminuyendo la pobreza y la desigualdad. Cabe agregar que han habido intentos y experiencias de «inflación cero», pero que no terminaron bien (una explicación de alguien que tuvo un lugar protagónico, como Carlos Leyba, se puede visualizar en esta nota y el video que la incluye) .

(2) Se puede profundizar más en general sobre la situación inflacionaria en  2019 en Argentina con esta nota de Roberto Frenkel. Del mismo autor se puede ver esta actividad con los textos adjuntos. En septiembre de 2019 le hicieron este reportaje.

(3) El marco de un intercambio de mensajes entre varias personas, agradezco a Juan Cerruti (UBA-San Andrés), la síntesis sobre los tipos de inflación, así como poner de relieve la importancia de llevar adelante cuatro grandes reformas: de la seguridad social, tributaria (en un marco general como se ha mencionado en esta nota), laboral (en particular fomentando la formalidad y la micro y pequeña empresa -sea privada o cooperativa- y de mayor institucionalidad y agilidad de la justicia. Tareas no sencillas para un próximo gobierno.

(4) Hay que decir que un alto grado de concentración en determinados sectores de una economía poco abierta y con media o alta inflación, puede facilitar una «aceleración de la inflación» porque les resulta más fácil ponerse de acuerdo a los pocos oferentes si hay expectativas de devaluación o de mayor inflación. Por lo tanto lo que se sostiene en esta nota es que la concentración de la economía no es «causal» de la inflación (sí de altas tasas de ganancias en detrimento de los consumidores) y sí favorece -en determinadas circunstancias- la «aceleración de la inflación».

(5) Si la concentración produce una renta «extraordinaria» persistente, una medida puede ser el cobro de un impuesto a esta ganancia extraordinaria (con el debido cuidado de no gravar la renta «ordinaria» o «normal» que desalentaría a los inversores). Con lo que se recaude del mismo se puede subsidiar a los consumidores o usuarios de menores ingresos. La estatización de estas empresas no es, en general, una respuesta adecuada si no se tiene una capacidad de gestión profesionalizada y eficaz, y «el remedio será peor que la enfermedad» (un ejemplo extremo de esto es el caso de Venezuela).

(6) Sobre un debate más en general sobre «el mercado» se puede ver esta nota, así como en la de «comercio justo«.

(7) Una explicación actualizada a comienzos de septiembre de 2022, se puede ver en esta nota de Eduardo Levy Yeyati.

(8) Propone recurrir a textos de cómo abordar la inflación elaborados por Guillermo Calvo, al que el autor de esta nota aún no ha tenido acceso, pero sí a esta opinión.

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