La egolatría y el narcisismo como impedimentos para construir una humanidad solidaria

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El ego, para la psicología, «es la instancia psíquica a través de la cual el individuo se reconoce como yo y es consciente de su propia identidad. El ego, por lo tanto, es el punto de referencia de los fenómenos físicos y media entre la realidad del mundo exterior, los ideales del superyó y los instintos del ello».

Por su parte, el exceso de autoestima se puede convertir en egolatría. El diccionario de la RAE define a esta última como «culto, adoración o amor excesivo de sí mismo» (1). La misma está emparentada con el narcisismo.

Antes de entrar en esta temática, debemos partir del enfoque general de que todos los seres humanos buscamos reconocimiento, ser amados y darle un sentido a nuestra existencia.

Como hemos planteado en esta nota, en el idioma inglés, se diferencia el amor a uno mismo: «self love» (que -por ejemplo- está indicado en el Evangelio como una modalidad de amor) del egoísmo (selfish). Otra cuestión relevante -relacionado con esto último- es cuando estamos centrados solamente en nosotros mismos. Podríamos decir «enamorados de uno mismo», como bien lo ejemplifica el mito de Narciso.

Es muy interesante lo que dice Juvenal Arduini, sobre el tema del narcisismo en su libro Antropología. Atreverse a recrear la humanidad (Ed. San Pablo, Buenos Aires, 2004, págs.. 94 a 96): “…El ser humano egocéntrico se ata y se retrae. Quiere ser amado por los otros pero sin amarlos. Absorbe a los otros, quiere ser valorado por otros, pero no valoriza al prójimo.

El egocéntrico se afirma negando a los demás, es expoliador, es un parásito, absorbe a los que lo rodean y no se destraba. Los mitos encierran significados antropoculturales, son manantiales de sabiduría que impregnan la historia, arquetipos para la interpretación de la humanidad. Los mitos trazan líneas estructurales de la existencia y del obrar humano, por eso las culturas crean y utiliza mitos. Narciso es un mito de extrema actualidad. Narcisoviene del griego Nárkissos, e indica un estado de sopor, es “narco”, de ahí la palabra “narcótico”

Narciso despreciaba a los que lo amaban: se llamaba a sí mismo rechazaba el amor a los otros. Ardiente por dentro y un témpano por fuera, incapaz de amar a los otros y de recibir amor de ellos, él se aisló en el amor autocéntrico; endofílico, se amaba por dentro. Narciso simboliza el amor solipsista, el incesto intrapsíquico. Este mito es el arquetipo del autocentrismo que reside en la arqueología humana.

Narciso, que rechazó el amor de los otros, se aferra a la imagen huidiza de su rostro reflejado en la dulce ondulación de las aguas. Le queda apenas el reflejo escurridizo de su belleza. Se busca hasta en las aguas escurridizas del río Estige. No quiere perderse, pero se siente condenado a morir en el vacío. En Metamorfosis, el poeta latino Ovidio describe la tragedia de Narciso: “Ama la sombra sin cuerpo, se embriaga de sí mismo, se desea a sí mismo. Por su mirar se pierde, y sumergió sus brazos, y abrazando la nada”. Aislado Narciso se disuelve en las aguas. Narciso enseña mucho, muestra que nadie se basta a sí mismo, nadie vive sin los otros, nadie se realiza solo, nadie es ontológicamente autosuficiente. Aprisionar el amor en el individualismo es un hermetismo estéril, encerrarse por dentro es una forma de suicidio. Narciso muere en soledad.

El amor de Narciso se transformó en una tumba, por eso se adoptó la costumbre de plantar la flor llamada “narciso” en los sepulcros. Esa flor recuerda que el amor introspectivo puede devorar trágicamente la vida, por más bella que sea.

Por contraste, el mito de Narciso resalta el valor de la reciprocidad ya que el amor no es avaro, busca a los otros.  El bello Narciso fracasó porque detuvo el curso del amor encerrándolo en una mirada introvertida, pero todo amor así encadenado enloquece. Narciso se equivocó cuando pretendió amarse a sí mismo sin amar a los otros porque una humanidad que se cierra o rechaza los otros es una humanidad derrotada.

Narciso sobrevive en la mentalidad y en las actitudes de las sociedades. Hay sectores que estimulan el individualismo psicológico, económico y social. Para que la humanidad tenga futuro de existencia digna, es necesario abolir la egolatría y asumir la alteridad solidaria, es decir, asumir la actitud de ser solidaridad con los otros.”

(1) En esta reflexión evangélica se nos plantea, desde la perspectiva cristiana, la relevancia de no caer en la egolatría.

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