¿Estamos en la era del individuo tirano?

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El filósofo y escritor francés Eric Sadin ha publicado distintos textos, entre ellos el que aparece en la imagen de la entrada: «La Era del Individuo Tirano«.

Jorge Sigal lo toma para relacionarlo, no sólo con el caso francés, sino también con el argentino en esta nota. Allí dice, entre otros conceptos, que «vivimos, según el filósofo Éric Sadin, “el tiempo de la insatisfacción permanente” y su correlato es la “ingobernabilidad” también permanente. Su consecuencia es la pérdida de lazos sociales, reglas y conceptos comunes. Por ende, lo que antes fue revolucionario ha devenido rancio y obsoleto. Pero no solo el gran movimiento nacional del siglo pasado se ha atascado en los suburbios de la postración. Como fue dominante y exitoso, el peronismo impregnó la práctica militante de casi todos los partidos políticos argentinos. “Peronistas somos todos”, decía el General. Algo de razón tenía.

Por eso, la sorpresa Milei impactó en todos. También en quienes venían haciendo fajina diaria para sacarnos de encima el lastre del populismo K, que puso en peligro los pilares de la democracia. Mientras cuidaban la casa común, se adelantó por la banquina un nuevo populista de signo presuntamente contrario. Mientras practicaban taekwondo, había un tipo tomando clases de baile».

Más adelante expresa que «por primera vez en la historia –advierte Sadin en su libro La era del individuo tirano– aparece una escisión entre los individuos y lo que depende de una comunidad de destinos constituida por relatos, representaciones, imaginarios, costumbres, maneras de vivir, reglas y leyes que tienen el valor de ser bases compartidas”. “Vivimos –agrega– el advenimiento de un resentimiento personal a la vez aislado y extremo, y que sin embargo se siente en amplia escala”. Al referirse a Francia, su país, Sadin no vacila en definirla como una “nación rota”. Si eso percibe en la V República, ¿qué podríamos esperar en estas tierras en las que la precariedad es ley y la modernidad la excepción?

Si no se consigue amalgamar esas multitudes de voces empoderadas por la tecnología de la instantaneidad, si no se recupera la idea de destino común, seguiremos sumergiéndonos en la indignación y la impotencia. Seremos cuerpos desarticulados. No puede haber una ley que satisfaga a la totalidad de los internautas protestones y omnipotentes que se sienten dueños de su propia verdad. No es posible calmar la sed de todos. La sociedad del ciento por ciento de coincidencias es la utopía de los dictadores. Para aproximarse al bien común, hay que renunciar a la unanimidad. Y esa renuncia, en tiempos de egolatrías desatadas, cuando hemos pasado, “de la era del acceso a la era del exceso” (Sadin dixit), es más difícil que nunca, porque el territorio se hace fértil para los cazadores de infortunios, aquellos que prometen transportarnos, también con un clic, a un nuevo paraíso en la tierra.

¿Cuál sería el antídoto según Sadin? “Evitar un moralismo inútil” para implementar “solidaridades virtuosas”. Si no logramos que la agenda pública y las múltiples demandas privadas se acerquen, si continuamos transitando por realidades paralelas, la política continuará oxidándose. Porque, en “la era del individuo tirano” el recurso más escaso es la paciencia. Sepa la república tomar nota».

Podriamos agregar que tenemos que tratar de desarmar «los huevos de serpiente» y fenómenos que engendran estas situaciones, así como generar solidaridades virtuosas, si queremos ir hacia un mundo mejor..

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