En esta entrada hemos intentado abordar, desde distintas perspectivas, la cuestión del trabajo. En esta reflexión lo haremos desde el enfoque referente al trabajo sin sentido (más allá de recibir un ingreso o estipendio por el mismo).
En esta nota se señala que «en el mundo laboral actual, cada vez más profesionales experimentan una sensación de esfuerzo constante, donde el trabajo parece una tarea perpetua y, a veces, infructuosa. Esta sensación ha sido bautizada «sisifemia», en alusión al mito de Sísifo, quien fue condenado a un ciclo interminable de cargar una roca cuesta arriba, solo para verla caer una y otra vez.
El mito de Sísifo narra la historia de un hombre que desafió a los dioses y, como castigo, fue condenado a cargar una roca hasta la cima de una montaña, solo para verla caer una y otra vez. Esta tarea, aparentemente sin fin, simboliza la naturaleza repetitiva y aparentemente fútil de ciertos esfuerzos en la vida. En el ámbito laboral, la Sisifemia se manifiesta en tareas que parecen no conducir a un resultado duradero o significativo, a pesar del esfuerzo continuo.
En 2022, José Manuel Vicente, director de la Cátedra de Medicina Evaluadora Pericial de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), identificó y denominó esta nueva patología laboral. El término «Sisifemia» captura la esencia de la repetición constante y el sentimiento de futilidad que a menudo acompaña a ciertas labores laborales.
La falta de confianza en uno mismo puede llevar a una constante búsqueda de validación a través del trabajo, mientras que la hiperexigencia puede generar una presión constante por alcanzar estándares poco realistas. Ambos factores pueden contribuir a un ciclo de esfuerzo incesante y autoexigencia desmedida».
La autora de la nota aconseja «afrontar la sisifemia requiere priorizar tareas y establecer límites para evitar la sensación de trabajo constante; fomentar hábitos de salud física y mental para mantener un equilibrio entre trabajo y vida personal; y establecer metas realistas, con objetivos alcanzables. Luego, los logros, por pequeños que sean, deben celebrarse». Todo ello más allá de la importancia de repensar o hacer una reingeniería del trabajo sin sentido hacia otro que sí lo tenga.