El Concilio Vaticano II buscó «aggiornar» el enfoque y la práctica del catolicismo al mundo contemporáneo.
Una designación del Papa Francisco busca reforzar esta línea, aunque -seguramente- se encontrará con fuertes resistencias. Esperemos que, de a poco, se pueda ir consolidando esta perspectiva de que la fe sin obras, la fe sin amor no sirve para nada.