¿Cómo vemos, qué vemos, cómo juzgamos, actuamos y revisamos nuestras acciones?

Quien escribe esta nota se formó en su juventud, en una institución católica, que tenía (y aún tiene) como metodología de discernimiento el «ver, juzgar y actuar». Ella fue propuesta originalmente en los años 30, del siglo pasado, por el sacerdote belga (más tarde Cardenal) Joseph Cardijn, en «la revisión de vida». Posteriormente fue promovida -más en general- por la Iglesia Católica, y aplicada no ya -solamente- a la revisión de vida personal sino a una realidad más global, como es al caso latinoamericano (II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano). A esta última perspectiva, vinculada a cuestiones más globales y organizacionales, es donde estará orientada esta reflexión. Como último comentario de esta parte podemos decir que, si bien se sigue valorando mucho el «ver, juzgar y actuar», hoy hay una mirada más crítica como la que se señala en este artículo.

Antes de ver, o ¿qué ver?, es importante enriquecer y actualizar el marco referencial o teórico, las cosmovisiones o grandes enfoques que se aplican o utilizan en el ¿cómo ver? en el siglo XXI. Ello para quienes hacen este proceso (deseablemente de un modo participativo) y para quienes colaboran o los asisten en dicha tarea. Al respecto es importante dar cuenta del paradigma de la complejidad (1) (no cayendo en enfoques binarios o simplistas), así como incorporar miradas ínter y transdisciplinarias que enriquezcan una mirada histórica de los fenómenos que se analicen, así como las posibles tendencias o perspectivas si extrapolamos los fenómenos analizados. Respecto de la extrapolación, hay que tener muy en cuenta que estamos -cada vez más- en presencia de fenómenos disruptivos como el cambio científico-tecnológico, el cambio climático y hechos como la pandemia del coronavirus (en curso al momento de redactar esta nota), y -por lo tanto- no nos sirve (y nos puede conducir a error) la mera extrapolación.

En cuanto a ¿qué vemos? dependerá del sujeto o personas involucradas, ya sea que analicen su realidad personal, su contexto, las organizaciones de las que forman parte, la ciudad o región, el país y el contexto regional y mundial. Dentro de ellos seguramente priorizarán los datos o hechos de fenómenos nuevos o emergentes, tendencias coyunturales y estructurales que se han profundizado o disminuido, y cuestiones consideradas críticas o urgentes, entre otras.

Respecto al juzgar (o la capacidad de discernimiento) se combinan distintos elementos o cuestiones como ser los valores, creencias (2), los fines considerados deseables (y, a veces, elementos prospectivos…utópicos…), así como temáticas más operativas que nos permitan pasar de la visión a la misión y de allí a los procedimientos (3) que luego nos conduzcan al actuar y a su revisión.

Referido al actuar, debe definirse bien si la estrategia es adecuada (en el contexto -y sus riesgos asociados (4)- en la cual tiene que actuar la persona, la organización o un país) así como si los medios o procedimientos son los correctos. Respecto de estos últimos será fundamental si contamos con las personas (5) apropiadas en cuanto a nivel de conocimientos de base (y a seguir perfeccionando), la cantidad de las mismas para las funciones a desempeñar y las tecnologías más eficaces. Sobre estas últimas quisiéramos destacar que serán importantes aquellas plataformas (idealmente «integradas» y relativamente fáciles de utilizar) que nos posibiliten el autocontrol de quienes las operan, el control de quienes son los supervisores, auditores y directivos de la organización, de modo de minimizar errores involuntarios o voluntarios (estos últimos asociados a posibles hechos de corrupción) (6). Los principios de la acción deberían estar orientados a ejes como la eficacia (logro de objetivos y metas propuestas), la eficiencia (mínimo costo para un nivel de calidad adecuado y tendencialmente creciente), la ética (vinculada con la llamada 6), la calidad (como viene de expresarse y a objetivar con indicadores), la equidad (en cuanto a disminuir las desigualdades de distinto tipo y mejorar el acceso), el equilibrio y la articulación entre lo valioso de los orígenes y tradición identitaria con lo madurativo, innovativo y diverso (actualizado a contextos y públicos cambiantes), el buen clima organizacional (que incluye el bienestar organizacional), la sustentabilidad ambiental (también a medirse con indicadores), la transparencia e interacción virtuosa hacia adentro y hacia afuera (serán fundamentales los vínculos que se establezcan, las formas de comunicación, las plataformas que lo posibiliten y la capacidad de escucha a través de encuestas, y opiniones presenciales o vía medios digitales) así como la revisión crítica de procesos y resultados (tener la humildad y la conciencia de que no somos perfectos).

Por último, por más que tengamos buenas intenciones y pensemos que los procedimientos son los adecuados (7), debemos hacer una revisión crítica de «los frutos de nuestra acción», o de los resultados, a fin de comprobar si nos llevan a un mundo mejor en lo personal, en lo organizacional y en lo macro, y tener la capacidad, la serenidad y la sabiduría para cambiar si así no lo fuera.

(1) Entre otros, se puede ver esta presentación. Hay que aclarar que, en el «¿cómo vemos?» o «¿qué seleccionamos para ver?», ya juegan «elementos o valores del juzgar«. Para ello, entre las posibilidades a nivel local, nacional y mundial, está la utilización de los indicadores vinculados con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, que incluyen valores relacionados a una amplia gama de aspectos relevantes para una vida digna, donde también se incorporan los aspectos vinculados con la calidad institucional. Para ello es indispensable un respeto irrestricto por los datos y hechos concretos (a fin de no caer en un debate ideológico estéril).

(2) En el caso del cristianismo hay aportes muy relevantes como el de Ignacio de Loyola. También son muy importantes las actualizaciones que va haciendo el Magisterio de la Iglesia como este (que conllevan juzgar y actuar). Así mismo hay que tener en cuenta las otras creencias, los mitos, culturas e ideologías del contexto en el que se da el proceso de discernimiento.

(3) Al respecto pueden ser de utilidad notas como la cuestión de los procesos de cambio,  los puntos críticos, las metodologías como el análisis FODA, (vinculado al planeamiento estratégico), el análisis Pestel (con los principales elementos de contexto -y de restricciones o condicionamientos- a tener en cuenta), así como los procedimientos que establecen normativas de calidad como las ISO o EFQM, entre otros.

(4) Todo actividad humana tiene «riesgos»: desde no hacer nada hasta encarar distintas actividades. Una evaluación ex ante, durante y ex post de las acciones será fundamental en un mundo VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo). En el caso argentino un riesgo muy relevante, es cuando un gobierno lanza medidas que alteran el tipo de cambio (dentro o fuera de un programa de estabilización) y hay un fuerte salto inflacionario. Esto puede generar un quebranto importante de las empresas si no se aborda bien el costo de reposición de los insumos que pueden tener un salto importante en sus precios que licue la rentabilidad o el capital de trabajo, y pueda llevar a la quiebra de quienes no han podido cubrirse (generalmente anticipando compras y/o retrasando ventas hasta tanto se tenga en claro el nuevo escenario).

(5) Usualmente se utiliza el término «recursos humanos» pero tiene una connotación «reduccionista» del ser humano.

(6) En un contexto como el argentino, donde la informalidad es alta (entre otros elementos porque el costo de la formalización de las actividades es alto) y el cumplimiento de las normas es débil (entre otros porque la posibilidad de sanción efectiva es baja por parte de la justicia), es un elemento a tener muy en cuenta porque termina dañando la reputación y la confianza en la persona, la organización o el país en cuestión. Por ello cada vez es más importante tener áreas y mecanismos como el del denominado «compliance«.

(7) Hay procedimientos, como los de «mejora continua», que tienen ya incorporados la revisión crítica no sólo de los procesos sino también de los resultados que nos puedan llevar a una «excelencia».