Paraíso en la Tierra no, pero mejor mundo sí
Salvo raras excepciones o determinadas situaciones, podemos afirmar que los seres humanos buscamos la felicidad individual y colectivamente (en particular vinculada con el contexto más próximo). Hay distintas formas de expresar esto. Una de ellas, y de manera radical, es tratar de instaurar -o reinstaurar (si se toma la perspectiva judeocristiana)- el paraíso aquí en la Tierra (1). Podríamos coincidir en que es una visión mítica, pero es coincidente con enfoques ideológico-políticos revolucionarios jacobinos o integristas religiosos que lo plantean y lo intentan (o han intentado).
En una interesante nota de Jorge Sigal, en el diario La Nación de Argentina, denominado «Bienvenidos a un nuevo «paraíso en la Tierra: el comunismo de mercado», haciendo alusión al «socialismo de mercado» o «a la china», y relacionándolo con «la historia que cuenta American Factory, documental que acaba de ganar el Oscar en su género. Y se lo merece. Porque la obra de los directores Julia Reichert y Steven Bognar es un apasionante viaje por los confines de la condición humana. Un relato cargado de datos y con muy pocas opiniones. Una invitación a pensar. Hay muchas maneras de mirar el film. Entre ellas, la observación política. O, si se quiere, el análisis del entramado de dos mundos que parecían ir hacia direcciones contrarias y ahora convergen en un horizonte de negrura: el viejo capitalismo con su crisis de modernidad y esa peculiar forma de comunismo de los seguidores de Mao». Al final de la nota que busca sintetizar el film, Sigal se pregunta: «es curioso que estos temas no figuren en nuestra agenda a la hora de debatir los modelos alternativos. Y que muchos prefieran repetir consignas simplistas y hasta suicidas. ¿Qué ofrecen a cambio de lo que tenemos los ingeniosos partidarios del populismo? ¿Tercera posición? ¿Es China «comunista» esa alternativa? ¿Lo son Cuba o Venezuela? ¿O acaso lo es la teocracia iraní? No hay mucho para elegir. La trampa consiste en no decirlo. O decirlo a medias».
El tema de China lo hemos abordado, desde determinada perspectiva, en esta nota. La novedad del documental American Factory es que muestra un caso (2) de una inversión china en Estados Unidos en una región deprimida económicamente. Allí se pueden visualizar modalidades actualizadas de «capitalismo manchesteriano«, trabajo en exceso, falta de condiciones de seguridad laboral, amenazar con cerrar la fábrica si hay sindicatos, llevar el productivismo a niveles difíciles de sostener, bajos salarios…edulcorado con rituales chinos y relatos glorificando que «lo único que importa es el trabajo» (es muy notorio para los trabajadores chinos, pero también para los norteamericanos), asociado al progreso material y al consumismo.
Hay referentes intelectuales y políticos que muestran admiración por el modelo chino. Sin duda viene siendo muy exitoso en cuanto a su alto crecimiento y sacar a millones de personas de la pobreza. La clave de su éxito parece radicar en un estado «inteligente y con una visión estratégica de largo plazo» que va transformando sus empresas estatales en empresas mixtas con capital privado (muchas veces extranjero), a fin de contar con un management e incentivos que las hagan muy eficientes. Muchos de sus cuadros directivos se han formado en las mejores universidades de China, y han obtenido posgrados en EEUU y en Europa. Sin embargo no han podido resolver la desigualdad así como generar un cambio significativo respecto de la utilización de energías renovables y producción limpia, aunque es de los países que más esfuerzos viene haciendo. Todo ello en el marco de un sistema autocrático.
La «China bella» y del socialismo de mercado, expresa -a través de sus dirigentes- que no busca generar relaciones de dominación. Según esta fuente de 2012, y vinculada con países africanos, se señaló que “China es el más grande de los países en desarrollo, y África el continente que posee el mayor número de éstos. (…) Los pueblos chino y africanos entablan relaciones de igualdad, sinceridad y amistad, y se apoyan mutuamente en su desarrollo común”. De todos modos sus grandes avances en tecnologías informáticas y de telecomunicaciones (como el 5G), en la práctica, plantea un conflicto de hegemonía con Estados Unidos. Habrá que ver cómo esto evoluciona en el futuro.
Volviendo al artículo de Sigal, coincidiremos que esta variedad de capitalismo asociada a un modelo autocrático (3) está lejos del paraíso y cerca de una lucha de poder por la hegemonía entre naciones, que no nos lleva a un mundo mejor.
(1) Desde la perspectiva cristiana lo hemos discutido en esta nota.
(2) Hay numerosos otros casos y con muy diversas situaciones, dado que China es un fuerte inversor externo (en particular con la actualización de la «ruta de la seda«).
(3) Desde este blog nos parece que el mejor modelo de globalización (con todos sus defectos) es el europeo, y que a nivel nacional y supranacional sería bueno actualizar una economía del bienestar, adecuada, no burocratizada, flexible y viable a los tiempos actuales, compatible con un desarrollo integral sustentable medioambientalmente y con el sistema democrático. No será el paraíso, pero puede ser un mejor mundo.